Aquel recordado Orfeón de los 60

Alguna vez hemos comentado que el hecho de que se considerada a Ourense como la “Atenas de Galicia” se debía, entre otras razones, en que tradicionalmente era la ciudad con más coros, orfeones, rondallas, grupos de teatro y todo tipo de actividades culturales de carácter popular, aparte de tertulias intelectuales muy conocidas. Estos tiempos de pandemia en que uno sale poco y tiene tiempo para sumergirse en el propio archivo de viejo periodista, salen a mi encuentro fotos, crónicas y grabaciones, entre otras, de finales de los años sesenta, en los que recupero memoria y documentos gráficos de la actividad cultural de aquel lejano Ourense, destacando la intensa y variada del Orfeón Unión Ourensana, donde asistíamos a frecuentes conciertos de su masa coral, conferencias y todo tipo de actividades, por no contar los populares y concurridos bailes de sociedad o bailes de tarde. En aquel tiempo que evoco, tenía ya el viejo Orfeón una nutrida hoja de servicios. He encontrado referencias de prensa de inicios del siglo XX, donde aparece su masa coral actuando y ganando los concursos que se celebraban de aquella en A Coruña y otros lugares de Galicia, donde su presencia era siempre esperada y celebrada. La historia del orfeón y de la sociedad que le daba nombre es una evidencia más de las inquietudes culturales de aquel lejano Ourense. Hay dos etapas en la historia del Orfeón Unión Orensana, la primera se data en 1887, cuando surge un coro exclusivamente masculino, y dos años después, momento en que se inicia el proceso para constituir una entidad que se llamará “Sociedad Artística Orfeón Unión Orensana”, que ya perfila lo que vendría a ser a partir de ese momento. Va a ser, como fue, una sociedad recreativa, pero en la que destacan los fines culturales. Aparte del coro, tendrá rondada, grupo de teatro y de declamación, espacio de conferencias y semanas culturales entre otras. Pero no sería memos famosa y útil en su tiempo la biblioteca y sala de lectura y los juegos tradicionales de salón, billar y ajedrez, sobre todo. Recuerdo el animado y cálido ambiente de aquellas tardes de invierno. Tuve la suerte de conocer todavía a personas que recordaban sus famosos carnavales que, pese a las restricciones del franquismo, no perdieron su tradicional lucidez. Digo restricciones porque, entre otras cosas, la celebración de los carnavales en la calle estaba totalmente prohibido, y sólo se permitía su celebración, dentro de un orden y horario, dentro de las sociedades. Es interesante destacar que el Orfeón estaba formado fundamentalmente por socios familiares de la clase media y media baja urbana, que la sostenían con sus cuotas. Gracias a ello podía desenvolverse con cierta holgura e ir incrementando los servicios y actividades que, por otro lado, estaban abiertos a toda la sociedad ourensana, pues cualquier persona entraba en ella libremente. Contaba el Orfeón con varias clases de socios. El sentido de las inquietudes culturales predominaba. Había socios artísticos y numerarios, se nombraba socios de honor a personalidades que lo merecieran y otros de mérito. Tuvo larga vida aquel Orfeón, lo mismo que otras sociedades de su tiempo. Recuerdo especialmente a la masa coral de finales de los años sesenta, de cuyos conciertos pude disfrutar. Me contaron que en la sociedad se daban clases de música, solfeo e instrumentos populares de rondalla, para lo que se contaba con los profesores pertinentes. En cuanto a otro tipo de actividades, quizá fuera el foro donde en más ocasiones escuché a don Ramón Otero Pedrayo, siempre apegado a esta sociedad, donde aparte de frecuentes conferencias, era el lugar donde se pronunciaban discursos inaugurales como la tradicional “Semana de Santa Cecilia” y otras efemérides. No sólo conferenciaban los intelectuales de Ourense, como Joaquín Lorenzo, “Xocas”, un joven Carlos Casares, Ferro Couselo y otros. Recuerdo con frecuencia a Castroviejo, Cunqueiro, Paz Andrade, Martínez Risco, Ramón Piñeiro, Filgueira, Carballo Calero o Fernández del Riego y otros, siempre con un sesgo galleguista y de modernidad. Disfruté mucho en aquella etapa del Orfeón a finales de los años sesenta, cuando lo dirigía el maestro Angel Losada Nime. Lamentablemente, las nuevas generaciones, atentos y sensibles a otras iniciativas, la sociedad, como otras, fue perdiendo socios y empuje, en tanto otras sobrevivían mal que bien. Pero en la crónica cultural de aquel Ourense querido y lejano siguen sonando las voces de aquel querido Orfeón con las que tanto disfrutamos los que tuvimos la suerte de conocerlo en aquellos ya lejanos días.