Recorremos el Casco Vello en coche, pero bien parece una balsa. Hasta un palmo de agua a toda velocidad dejándose ir por las losas de granito, más escurridizo hoy que ningún otro día.
Un auténtico riachuelo que cubre casi todas las calles del Casco Vello. Ni un alma se atreve a cruzar el barrio y al que lo intenta le llega el agua por el tobillo y se escucha como le gritan "¡Valiente!".
La tormenta de este sábado acaba de empezar y en pocos minutos todo se hace intransitable. Tan solo algunos coches, a los que se les intuyen las ruedas, cruzados entre el agua acumulada, intentando maniobrar para salir de allí cuanto antes.
No se escucha el bullicio de los Vinos. El ruido del casco histórico es de chorros de agua cayendo de los tejados, canalones superados o balcones vertiendo a plomo sobre las piedras. El sonido del torrente y el de los truenos continuos.
Hoy no se ven terrazas, toldos o turistas. Los colectores y alcantarillas no dan abasto, no tragan, el agua de la tromba pasa de largo a por la siguiente callejuela de un barrio convertido en afluente del Miño. Han caído casi 100 litros por metro cuadrado en las últimas horas.
Los únicos testigos de esta situación, ya repetida en demasiadas ocasiones, son las pintadas que ni con estos aguaceros destiñen.
