Crónica

Réquiem por A Chavasqueira

Entorno de las termas de A Chavasqueira, ayer.
photo_camera Entorno de las termas de A Chavasqueira, ayer.
Este entorno termal pasó de joya de la corona en el turismo de la ciudad a zona de botellón por las noches y vertedero por las mañanas. Bastan cinco minutos de recogida para llenar una bolsa de basura con las decenas de plásticos arrojados junto a las pozas. 

Una botella de gaseosa La Casera y otra de Coca-Cola, latas de la bebida energética Rockstar y de Estrella Galicia, una bolsa de plástico que contenía un kilo de zanahorias, el envoltorio de un “snack” de leche y avellanas, una etiqueta de la marca de ropa Lefties y dos tapones de cerveza Heineken, además de una docena de otros residuos imposibles ya de identificar. Es la basura que se puede recoger, junto a las termas públicas de A Chavasqueira, cualquier día (concretamente, este “botín” es de la mañana de ayer) en cinco minutos.  Y es que, ante la falta de control, este espacio ha caído víctima del botellón. 

La promoción del termalismo va a morir a estas orillas, y la situación del entorno de A Chavasqueira es la que es. Aún se aguarda por la reapertura de las termas públicas y privadas, la creación del parque de caravanas y el parque acuático, el desbroce de caminos, la mejora de las riberas del Miño o la vuelta de la feria del pulpo, que se celebraba los días 7 y 17 de cada mes, pero ayer aún no había regresado pese al fin de las obras en el lugar, según el propio Concello. 

Amancio Rodríguez preside la asociación vecinal de A Chavasqueira, y conoce de primera mano la situación de un barrio que, en lugar de atraer turistas, los espanta. Así, enumera que “en la rúa do Tinteiro no puedes pasar por las aceras, porque están llenas de maleza, y los caminos bajo el Puente del Milenio parecen el París Dakar, llenos de agujeros. El matadero se cerró, pero no lo desinfectaron, y cada noche es un escándalo cómo salen las ratas por el barrio, y las cucarachas lo mismo. Además, las termas están valladas, pero todo el mundo las salta y se baña, y, por las noches, hay botellón”.

 Silvia Pinto se plantea ya cerrar su local, la Cafetería Petiskoss, y regresar a su país, Paraguay. “Antes tenía clientes de las caravanas, las termas, la feria… Esto ya no da para cubrir los gastos y mantener a mi hijo, que es menor de edad”, lamenta. Ahora acuden a su local, básicamente, bomberos y voluntarios de Protección Civil, más algún vecino. 

Pablo Fernández, a cargo del establecimiento Comercial Agrícola Puga, es testigo cada día de como “los turistas quedan sorprendidos. Van hacia las termas pensando que esto es la leche, pero dan la vuelta en cuanto llegan”. Critica el abandono de un barrio donde “en 10 años no he visto barrer a nadie”, y los pocos negocios restantes cierran, como le pasó al Bar Minigolf, y reivindica el turismo de caravanas, denostado por el gobierno local: “Los autocaravanistas estarían dispuestos a pagar si les dan servicio, y gastan en los bares”.

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