El “tijeretazo” a proyectos, una alternativa muy habitual en Ourense

La AG-31 termina su recorrido en Celanova, obligando a seguir hacia Bande y Portugal por la OU-540.
photo_camera La AG-31 termina su recorrido en Celanova, obligando a seguir hacia Bande y Portugal por la OU-540. (FOTO: XESÚS FARIÑAS)
Si a Ourense le cuesta sangre, sudor y lágrimas conseguir los proyectos demandados, muchos de los que finalmente salen adelante sufren recortes respecto a las ideas originales

La provincia de Ourense se ha acostumbrado, desgraciadamente, a incumplimientos de las administraciones a la hora de hacer realidad los planes de infraestructuras que llenan los cajones de los despachos gubernamentales. Cada presentación anual de los presupuestos suele convertirse en un análisis de partidas que, en muchos casos, aparecen en las cuentas desde hace lustros sin una efectividad real.

Sin embargo, sí hay cuestiones que pese a ir madurando con el paso del tiempo, acaban viendo la luz con una reformulación, “tijeretazos” a las promesas que acaban saliendo adelante sin las características que en un principio se habían planteado.

En el caso de la red viaria pendiente en Ourense, hay ejemplos de sobra. El proyecto de la AG-31, diseñado en sus inicios para unir por una vía de alta capacidad la A-52 y la frontera con Portugal en Lindoso (Lobios) para acercar así a los vecinos de A Baixa Limia, se ha parado en Celanova. Hace un par de años, la Consellería de Infraestruturas anunciaba una inversión de nueve millones para la OU-540 que busca rectificar el trazado de las curvas más peligrosas y habilitar carriles de adelantamiento en varios tramos, algo que aparcaría definitivamente la prolongación de la autovía pese a las demandas de los alcaldes de la comarca.

Las dos autovías pendientes del interior de Galicia no se libran tampoco del “fantasma” de la mutilación de los proyectos, dado que recientemente se abría un debate sobre la posibilidad de recurrir al nuevo modelo de carreteras 2+1 para no hacer una vía de alta capacidad. En el caso de la A-76, su paso por la Ribeira Sacra también ha llevado a tantear la inconveniencia de actuar en un enclave de esas características.

La ciudad de Ourense, por su parte, tampoco se libra de obras que salen adelante tras desestimarse una intervención más ambiciosa que sí transformarían la fisionomía urbana. Sucedió, por ejemplo, en la avenida Otero Pedrayo, sometida a una reforma integral en el pasado mandato con una inversión superior a los 1,4 millones de euros que permitió construir rotondas o instalar semáforos. La obra suponía, no obstante, echar por tierra el proyecto que contemplaba soterrar el tráfico de la avenida Otero Pedrayo para crear una gran zona peatonal que uniría los dos campus y transformaría la zona.

Entre los recortes a las pretensiones ourensanas, también se enmarca lo sucedido con el proyecto de estación intermodal, cuyo diseño fue adjudicado en 2011 al arquitecto británico Norman Foster y que configuraba un complejo integrado que transformaba los barrios de A Ponte y O Vinteún. El paso de los años dejó en el limbo esa infraestructura, rescatada en 2016 pero con una intermodal que poco tiene que ver con la inicial. De una actuación global se ha pasado a una por piezas, con una estación de autobuses adosada a la de tren y no hacia Río Arnoia, sin nueva terminal ferroviaria sino que el edificio actual será reformado. La gran plaza sobre las vías o el vial para el tráfico rodado también se han modificado.

En la línea del AVE, tampoco han faltado los “tijeretazos”, dado que el nulo avance de la variante exterior durante varios años obligará a que los trenes de alta velocidad lleguen a la estación de Ourense durante varios años por el trazado convencional desde Taboadela.

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