"Tratabas de sobrevivir, no creo que nadie ganara dinero”

Los hosteleros ourensanos comenzaron esta madrugada a ver la luz después de un túnel que duró 19 meses y dejó muchos negocios por el camino. Atrás queda un periodo donde la máxima fue seguir en pie, y ahora afrontan con ilusión la nueva etapa que hoy se abre. “Tratabas de sobrevivir con lo que podías, no creo que nadie haya ganado dinero con esta situación”, afirmó Valerio Fernández, responsable del bar Auria Vella. En este establecimiento del barrio de A Ponte esperaron con ansia la pasada medianoche, y cuando el reloj marcó el cambio de día lo primero que hicieron fue cortar la cinta que clausuraba la barra, lugar predilecto de los consumidores, que vuelve con sus tradicionales cafés mañaneros y conversaciones nocturnas. “Lo que más echamos de menos es la barra, la gente que lee el periódico, el típico que se toma el café por la mañana. También el grupito que prefiere la barra porque comenta con el camarero, gente de todos los días que quiere tener más contacto, socializar más”, agregó. En el café Borea, uno de los más veteranos de la céntrica calle Curros Enríquez, la pandemia los obligó a cerrar por las tardes, aunque pudieron recuperar ese horario desde principios de mes. Más allá de las medidas, para Manuel Herrero, dueño del establecimiento, lo necesario ahora “son los clientes, el aforo sobra”. En este tiempo observó cambios en la conducta de sus consumidores, y considera que el retorno a la barra no será masivo porque los clientes se encuentran “deshabituados” de esta práctica. Para el experimentado hostelero, el pasado año y medio fue también “para ir sobreviviendo, sin hacer grandes maravillas”, aunque nunca se planteó la posibilidad de dejar su negocio: “Cerrar no, no tengo otro medio de vida, ¿cómo voy a cerrar?”. Un poco mejor lo pasó el bar Anyan, ayudado por la terraza que pudo mantener en el Parque de San Lázaro, donde los clientes demostraron su fidelidad acudiendo incluso en los momentos más delicados. Máximo Álvarez, gerente del local, mira con optimismo al futuro y al regreso de las barras, en las que el consumidor encuentra refugio en cualquier situación. “Siempre que está ocupado todo el espacio la gente se arrima a la barra, es un recurso”, afirmó sobre su medida favorita, ya que el aforo no fue un problema para este local, que tampoco se verá demasiado beneficiado por el nuevo horario, porque no permanecerá abierto hasta la 1,30 horas, nuevo límite legal para bares. Los bares esperan que los clientes retomen la confianza y vuelvan a sus mesas Una vez recuperados los aforos y los horarios, los hosteleros esperan ahora que los clientes vuelvan a tener confianza y ocupen de nuevo sus mesas. “Necesitamos que la gente se confíe más, sobre todo la gente mayor, que nosotros teníamos mucha, ahora empiezan a venir más y da gusto verlos”, afirmó Nerea Guillén desde el bar Zur, ubicado en una de las entradas de la Ponte Nova. Tras un año y medio delicado en el que vivieron durante mucho tiempo gracias a los cafés para llevar, ahora se encuentran “mucho mejor porque hay mucha gente que viene más y está más descansada del coronavirus”. El café Central Arábica, situado a pocos metros del Casco Vello, es un fiel reflejo de la actividad en las calles, donde todavía echan de menos el ritmo de antes de la pandemia. “De momento la gente está muy paradita en sus casas, la calle está prácticamente desierta, toda esta zona siempre estaba bastante llena. La gente todavía tiene miedo”, dijo Daniela, encargada del local. Ella es de las pocas hosteleras que no se alegra del retorno de las barras, porque sin ellas le resultaba más fácil controlar a los clientes y velar por el cumplimiento de las normas. “Yo prefiero que estén sentados, porque la mayoría son bastante mayores. Hay personas que no están bien, que vienen bebidas”, concluyó.