GASTRONOMÍA

El último marchosiño de Sabela

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photo_camera Isabel Hermida, rodeada del personal del Lar, en el día de la despedida.

Isabel Hermida se jubila, cerrando una etapa tras la cocina de O Lar da Sabela. Ahí prosiguió la senda gastronómica que había trazado junto a su marido, Manolo, en el Facha. Ahora le toca disfrutar de la vida. 

La puerta de O Lar da Sabela está cerrada. La llamada acerca a Isabel Hermida–la propietaria–, hasta el umbral, donde acaba de colgar el letrero de "Cerrado por vacaciones". Abre y el olor a cachucha cocida invade el alféizar. "Poño que está pechado por vacacións porque me vou a xubilar. Xa son moitos anos". Se siente cómoda en la que será siempre su casa y no se quita el mandil. La cachucha todavía está al fuego. Necesita tiempo, como el que tendrá Isabel. Pero a las ocho en punto hay invitados, los de toda la vida: los clientes del antiguo el Facha y los del Lar de la praza Eironciño dos Cabaleiros, que su Manolo, fallecido hace cuatro años, bautizó con el nombre de la mujer que siempre estuvo detrás de todo. Sabela.

"Se me deran un euro por cada caldiño que servín...", suspira Sabela. Ahora se llevan las albóndigas, pero el rey siempre fue su pincho "marchosiño", un imprescindible de las rutas más enxebres de los Vinos. La palabra, en su boca, suena a hogar. A la cachucha que toda abuela cocinaría a fuego lento para sus nietos. Con amor. Y con la cunca de vino al lado. "Agora lévanse os viños de marca, xa non é como antes que eran da casa", recuerda.


El Facha, y los regalos


Sabela para muchos y Beba para los clientes sabe que a su Lar algunos van mirar los retazos de la decoración que empapeló el Fachas de antaño, convirtiéndolo en un bar-museo de la época en la que gobernó Franco. "O meu marido non era facha, eh. Pero traíanlle esos regalos. Non sei, agora quedan algúns, pero so os teño coma os seus recordos". Escudos de policías locales deshilachados que en otro tiempo tuvieron que arrancar con ganas del uniforme, llaveros, retratos, banderas.... ¿Dónde está el resto? "En un baúl, gardados. Son os recordos da nosa vida".

En la pared siguen las fotos en las que las pandillas jugaban a los chinos toda la tarde. Quien perdía pagaba. Eso iba a misa. Hoy, la única religión sigue siendo el "marchosiño" que ella prepara en una cocina con culto a lo enxebre que ayer despidió a su diosa, a la jefa. "Non me importa darlle a receta ao que veña, non ten ningún secreto máis ca adicarlle tempo", explica sobre los platos que alimentaron a generaciones.


Su marido


Los niños del primer el Facha son algunos de los adultos que ayer celebraban, con pena, la merecida despedida a Sabela. "E agora que fago!", se ríe. No deja de mirar las fotos en las que Manolo posa con los clientes. Ella no sale en muchas. "El era tres anos maior ca min. Acórdome que sempre me dicía que ía ter que esperar por min despois para xubilarse, pero morreu fai catro anos". Tiene nostalgia. Se nota en su mirada y en sus palabras. Le falta él.

Un cuadro al fondo del local pinta a su Manolo con cinco asiduos, cada cual con un apodo más "tabernero", de esos que se ganan a pulso tras la barra de un bar. Es su recuerdo favorito. "Teño que levalo". Su mirada se va a la cocina, la cachucha está en su punto. Al lado de una pared, una mítica viñeta de Forges que homenajea a las amas de casa y ejemplifica a Beba. Una mujer total. Todos los trabajos resumidos en ser ella misma. Ella lo vale. Sabela se ha ganado el otro lado de la barra. Ahora, le toca disfrutar de la jubilación.

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