Pasan de las ocho de la tarde del Viernes Santo, y toda la calle González Cachamuíña está en los balcones. Lo que empezó con el aplauso a los médicos y el "Resistiré" ahora ya son cuatro o cinco canciones. Y en Semana Santa, una procesión entre balcones. "Viva la virgeeeeeeeeeen", se escucha mientras asoma por una ventana un pequeño paso –al que no le falta detalle, con una barbi de virgen y nazarenos con plástico por si llueve–, que empieza a moverse entre los tirones de los costaleros. Yago y Naique, vecinos de ventanas enfrentadas, van tirando de las cuerdas que plantaron en sus balcones. Ambos son dos de los impulsores de la procesión."Muchos ni nos saludábamos, por no conocernos. Ahora tenemos grupo de wasap y preparamos una fiesta para cuando esto acabe", explica Eva, que elaboró el paso. Los niños Mariela y Nathan hicieron los nazarenos. La música es cosa de Javier y Manuel. Los aplausos y los olés, de todos.
Aparece la Policía Local y continúa sin pararse. A los tres minutos pasa la Nacional y tocan el claxon sonriendo. Todo está hecho, explican, con mucho respeto. Para corrobarlo, en las ventanas, en las caras de los vecinos mayores, hay devoción. “Ole, ole y ole”, se escucha. Un coche que pasa frena y da marcha atrás para ver la escena. Cuatro o cinco que pasean al perro se quedan. “Viva la virgeeeeeeeeen...”. El paso completa la ida y vuelta entre balcones . Escupe la megafonía: "A las 21,30 volvemos". Y vuelven. “Dale un toque y apaga la luz. Y tira el cigarro, desgraciao”, se escucha en el balcón de Yago. "Sienta”, le dice una vecina al perro, que alza la mirada. Con seis minutos de retraso salen de nuevo. “Que viene el bus”… aplausos cerrado al busero. “Que bonitaaaaa la virgen”, sale de una ventana. "¡La más guapa!", remata otro. "¡'Un aplauso!". Y toda la calle aplaude. "¿Pasamos otra vez a las diez y media?". Se escucha la respuesta: "Igual es mucho". De momento, ya plantean Fátima.
