Un viaje desde el infierno

En enero en Rusia pueden alcanzarse los 42 grados bajo cero. Y aún así, Alejandro Nuñes (33 años), Yasel Busto (28), Carlos Norei (23) y Doisdeibis Pulsan (29) volverían a cambiar el calor caribeño por dormir a la intemperie en uno de los países más fríos del mundo. Son cubanos, contrarios al régimen comunista, forzados a salir de un país en crisis en el que ya no podían cumplir sus aspiraciones. Han vivido una auténtica odisea en los últimos 10 meses hasta llegar a Ourense. “Faltaron 12 días para cumplir siete meses presos en Ucrania”. La guerra los sorprendió en el primer país europeo al que lograron huir desde Cuba, una patria que, según su relato, no les ayudó a buscar una salida a más de medio año de penurias y maltrato en un centro para inmigrantes ucraniano. “Aquello era una cárcel”. El viaje de estos jóvenes comenzó por separado. No se conocían de nada, pero todos huyeron a Rusia desde Cuba. “Salimos con la esperanza de que algún día ibamos a prosperar. Lo único que quieres es triunfar en la vida, ayudar a tu familia”. Se conocieron en la construcción, en la obra en la que trabajaban para los rusos en enero, tras escapar de su país natal. “Estalló la guerra y se nos empieza a hacer la vida imposible. Prácticamente no teníamos trabajo, nos obligaban a sobrevivir. Llegamos a dormir en la obra, con unas temperaturas con las que no podías dormir”. Alejandro, Carlos, Yasel, Doisdeibis y otra decena de cubanos (algunos lograron llegar también a España) tomaron la decisión de intentar cruzar la frontera con Ucrania y acoplarse en algún cordón humanitario para llegar a un país europeo más seguro. “Como estaban ayudando a los ucranianos a cruzar a Polonia, pensamos que la ayuda también nos llegaría. Pero la guardia fronteriza nos coge y nos dice que estamos en unos campos minados y que éramos una mafia. Que habíamos violado el territorio ucraniano. Nunca nos entendieron y empezaron los juicios. Nunca nos dejaron ir”. A los jóvenes los encerraron en un centro para inmigrantes en Ucrania. “No teníamos ningún tipo de derecho, fueron meses muy duros. Un infierno. Nos dormíamos sin saber si íbamos a amanecer. Sentíamos las alarmas, los bombardeos. No sé explicarlo porque no tiene explicación. Un tormento”. Comían dos veces al día, a la una y a las cinco. “Durante cinco meses solo comíamos pan con mayonesa”. Dormían de día y rezaban de noche, se sentían más seguros así. “Fue muy duro estar en una litera perdiendo tiempo de tu vida, sin saber si al día siguiente te vas a levantar”. Lo intentaron con contactos en Europa, Estados Unidos y con su propia familia en Cuba. “Mi país no quiere firmar ningún documento. Si el país no firma, te aplican seis meses más condenado, hasta los 18 meses que te hacen ciudadano ucraniano. Pero ese no era nuestro objetivo, queríamos salir de un país en guerra”. Al principio solo tenían derecho a una hora de teléfono. Al cabo de los meses, consiguieron dos. Esto les permitió contar su historia en medios norteamericanos y buscar ayuda. “En Cuba nunca nos atendieron. Nuestros padres fueron a los gobernadores y nunca fueron atendidos, tampoco las cartas. Somos presos políticos para Cuba, si entramos allí corremos peligro. El comunismo es malo”. El contacto de un familiar con un cubano que reside en Ourense y tiempo atrás vivió en Rusia fue su salvoconducto. “Gracias a Dios que nos encontramos con un ayudante. A los ucranianos solo los convencimos con el tiempo. Haciendo llamadas, dándose cuenta de que no somos mafiosos. Somos personas normales que teníamos un sueño como todos los cubanos”. Tejieron una red de contactos por Europa y lograron llegar a España desde Hungría. Intentaron cruzar las fronteras de hasta cuatro países. En el móvil, enseñan la travesía que jamás olvidarán. “Estuvimos caminando por la nieve desde las once de la noche hasta las seis de la mañana”. Muestran un vídeo en el que se oyen las sirenas que llamaban a los ucranianos a los refugios, avisando de bombardeos. Los cuatro se quedan en silencio. “Nunca vamos a olvidarlo. Ourense es muy tranquilo, nos gustaría encontrar trabajo. Dios nunca nos abandonó”.