Aunque hayamos dejado atrás los prejuicios, este es un mundo diseñado para diestros en el que no siempre se tiene en cuenta que una de cada diez personas es más hábil con el lado izquierdo de su cuerpo. “Nos siguen poniendo muchas trabas a la hora de aprender", denuncia Brais Morales: "En primaria una profesora me forzaba a cortar con la derecha porque solo tenían tijeras para diestros". Raúl recuerda también cómo "nos hacían escribir con bolígrafos cuya tinta se podía borrar, y al ser zurdo pasaba la mano por encima y se me emborronaba todo".
Tania Vázquez rememora así aquellos días: "A menudo tenía que pedirle perdón al compañero de la izquierda por darle un codazo al escribir, y los profesores exigían libretas con anillas que nos eran muy incómodas". No obstante, las dificultades no terminaron en aquella época: "Cuando ceno fuera de casa y pido pescado necesito un cuchillo de carne, porque si no cortar se hace muy complicado, y lo mismo cuando uso un abrelatas".
Tanto ella como Cintia Fernández destacan la incomodidad de los pupitres con apoyabrazos en el lado derecho: "Tuve incluso clases del máster en pupitres así, tomando apuntes con el cuerpo retorcido". No obstante, la situación ha mejorado con el tiempo: "Mis abuelos siempre contaban que en el colegio les ataban la mano izquierda a los zurdos", destaca Tania.
Cintia, que trabaja como educadora infantil, explica cómo "los niños y niñas utilizan ambas manos para coger objetos cuando son pequeños, y se empiezan a apreciar sus preferencias a partir de los dos años".
