El azafrán silvestre

El azafrán silvestre, cuyo nombre científico es Crocus serotinus, es también conocido en castellano con los nombres de falso azafrán, azafrán montesino, azafrán loco, azafrán sin olor o azafrán de otoño. En Galicia, donde lo encontramos distribuido por todas las comarcas, se le llama alcroque, sasafrán bravo o quitamerendas. Este último nombre, proveniente de la cultura popular tradicional, hace referencia al hecho de que floreciendo a comienzos del otoño, cuando menguan los días, los campesinos volvían de sus trabajos más pronto a casa, por lo cual se cenaba antes prescindiendo de la merienda.

Etimológicamente, el nombre genérico deriva del griego krókos que significa “azafrán”. El epíteto latino serotinus viene del latín sera que significa “de la tarde” o “de las últimas horas del día”, por lo tardío de su floración. Es curioso que excepto en griego, donde su nombre sigue siendo krókos, en todas las lenguas europeas occidentales el apelativo corriente es el que deriva del árabe za faran; así, saffron en inglés, zafferano en italiano , açafrão en portugués y safran en francés y alemán.

El azafrán silvestre es una planta herbácea perenne perteneciente a la familia de la Iridáceas, de raíces fibrosas y delgadas, con un bulbo solitario de color ocre a partir del cual surgen hojas de color verde, finas, largas y lineares, con una banda blanca en la parte media, pre sentes antes o después de la floración o parcialmente durante la misma. Sus flores, acampanadas y de color rosa violáceo, brotan de septiembre a diciembre. El fruto es una cápsula elipsoidal que contiene semillas de color pardo. Se encuentra, preferentemente, en los pastizales, pinares, bosques y prados de montaña, donde asoman entre la hierba dando lugar a un característico espectáculo floral.

Actualmente no se conocen usos medicinales específicos, si bien se sabe que antiguamente se usaba para tratar fiebres y gota. Tampoco tiene interés culinario. Sin embargo, puede usarse como colorante amarillo para tintes. Las abejas se alimentan de su néctar para la fabricación de miel.

En fin, se trata de una planta brava y tóxica para los herbívoros, que no sustituye los usos y características del verdadero azafrán: el Cro-cus sativus. De éste se obtiene una de las especias más caras del mundo, recolectando cuidadosamente los tres estigmas anaranjados o rojizos del pistilo de la flor y secándolos posteriormente. Se usa en cocina como condimento para colorear y saborear carnes y pescados y sobre todo paellas y arroces. También viene utilizado en la fabricación de tintes y perfumes. Por su alto valor económico ha sido denominado como “oro rojo”. Se calcula que se necesitan aproximadamente unas 250.000 flores de azafrán para lograr un kilogramo de azafrán puro.

Del azafrán encontramos ya referencias en el año 2.300 a. C. Se sabe que era también usado en el antiguo Egipto. Asimismo, viene citado en el libro del Cantar de los Cantares de la Sagrada Escritura (Cant 4,14). Y en la mitología griega, Teofrasto narró que Krókos era un joven mortal que se había enamorado de la ninfa Smilax. Dado que su historia de amor era imposible, ya que no estaba aprobada por los dioses, éstos transformaron al joven en una planta de flor, el krókos, y a Smilax en una planta trepadora, la Similax aspera, la zarzaparrilla. Igualmente, en su obra De historia plantarum, afirma que entre las plantas más utilizadas para la elaboración de perfumes se encuentra el azafrán (HP 9.7.3.). En la tradición romana, es el poeta Publio Ovidio Nasón, en su obra Metamorfosis, quien nos habla de Croco convertido juntamente con Esmílace en flores, al decir: “et Crocon in parvos versum cum Smilace flores” (Met Libro IV.283). De este vínculo entre el joven Croco, ansioso por la joven de hermosa corona, y las flores, se hace también eco el poeta épico Nono de Panopólis, en su obra Dionisíacas (D 12.85).

No en vano, el azafrán ha sido protagonista de infinidad de mitos y leyendas a lo largo de la historia.

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