Nunca se cansó de decir que su fama provenía de su trabajo, aunque también que su belleza la ayudó en Hollywood, y a conquistar a hombres como Severo Ochoa, Anthony Mann, Pepe Tous o un tal Tony Hernández.

'Me juré no tener ningún amo'

Me juré no tener ningún amo, ser pájaro libre y lo he cumplido', solía decir 'Saritísima', una mujer sin pelos en la lengua reconvertida en los últimos años a diva 'kitsch' por su personalidad excesiva, pero que siempre trató de desmarcarse del estereotipo de folclórica hablando sin tapujos de sus amoríos y su vida sexual.
Los dos grandes hombres de su vida fueron, según su relato, el empresario mallorquín José Tous Barberán (Pepe Tous) (1931-1992), -con quien adoptó a sus únicos hijos, Thais (1979) y Zeus (1983)-, y el Nobel Severo Ochoa, al que conoció en Nueva York. Con este último, sostenía ella, mantuvo durante cinco años una relación secreta 'para no herir a terceras personas' -el Nobel estaba casado-, pero le dejó aconsejada por su madre.

'La manchega universal', María Antonia Abad Fernández -su nombre verdadero- triunfó primero en España, y luego en Hollywood, donde acumuló un puñado de películas y una amplia nómina de amoríos que posteriormente recogería en sus memorias, 'Vivir es un placer' (2000).

Allí, a la meca del cine, llegó sin saber inglés y sin padrinos, y también allí encontró a su primer marido, el maestro del western Anthony Mann, pero no fue el único: con Gary Cooper y Burt Lancaster flirteó en 'Veracruz', donde también conoció a Marlon Brando. Con James Dean vivió un romance 'de película', y con el escritor Ernest Hemingway, que le inculcó su pasión por los habanos, tuvo una relación 'puramente sexual', y es que el cineasta -aseguraba- 'era como un toro'.

Sus conquistas incluían, según sostenía, al poeta León Felipe, al que conoció en México, y con el que no hubo 'pasión carnal', y al escritor Miguel Mihura, su primer amor, que la amó, pero renunció a ella para dejarla volar libre, y que continuara una carrera que acababa de despuntar.

Alejada de los escenarios, Sara Montiel se convirtió las últimas décadas en un personaje habitual de la prensa rosa. Su fugaz matrimonio con Tony Hernández, un fan cubano 36 años más joven que ella, fue el último capítulo amoroso que la llevó a las portadas del papel couché. Muchos vieron en este matrimonio un montaje y una oportunidad para volver a la primera línea, aunque ella siempre lo negó todo, y se desquitó en el libro 'Sara y el sexo' (2003), donde revivió las sesiones maratonianas de sexo con el cubano.

'Saritísima' nunca tuvo pelos en la lengua: 'Ese señor del bigote no tiene ni medio polvo' fue su manera de referirse a Aznar en 1993, haciendo campaña entonces a favor de los socialistas.

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