La fresa silvestre

Unas fresas silvestres brotan de su tallo.
photo_camera Unas fresas silvestres brotan de su tallo.

La Fragaria vesca, llamada en castellano fresa silvestre, meruéndano, mayueta, miezdago, mariangana de Canarias, y en gallego amorilloteira, amorodeira, caraixós, freseira, maroteiro, morangueira, morodeira o morogueiro, es una planta herbácea perenne, de la familia de las Rosáceas. Crece de forma silvestre en los bordes de caminos, taludes, prados, claros y márgenes de los bosques de toda Europa, preferentemente en suelos húmedos, ricos en nutrientes y un poco soleados.

Su nombre genérico fragaria deriva del latín fragrans que significa “fragante” en alusión al aroma de fruta. El epíteto específico vesca, también proveniente del latín, puede significar “comer, comestible” o “blanda o mórbida”.

De su rizoma o tallo subterráneo, con estolones largos, nacen otros más cortos en los cuales crecen las hojas y las flores. Las hojas reunidas en una especie de roseta basal están formadas por tres hojitas ovales y dentadas, de color verde brillante por el haz y más pálidas por el envés, con una nervadura patente y una pilosidad ostensible. El largo peciolo también presenta abundante pelusilla. 

Las flores aparecen desde inicios de la primavera hasta el mediados del verano. Son pequeñas y tienen cinco pétalos blancos o blanco rosados, cinco sépalos y una veintena de estambres amarillos con alto contenido en polen. Aunque son plantas hermafroditas y se auto polinizan, también los insectos, en especial las abejas, son agentes polinizadores habituales.

El fruto es conocido en castellano como fresa o frutilla y en gallego como amarón, amoridio, amorillote, amorillón, amorodo, amorote, cacareixón, careixón, morango, morodo, moroga, moronguiño o morote. Es de color rojo, de pequeño tamaño y de sabor dulce. En realidad, lo que consideramos a simple vista como el fruto, es un falso fruto producido por un engrosamiento del receptáculo floral; los pequeños puntitos que hay sobre esa pulpa carnosa son los auténticos frutos. Los mejores meses para disfrutar de su exquisito sabor son los de final de primavera y principios de verano.

Las aromáticas fresas silvestres ya eran consumidas en época prehistórica, tal y como lo atestiguan numerosos hallazgos arqueológicos. En la antigüedad, escritores y poetas le dedicaron atención. Así, Publio Ovidio Nasón, en el Libro Primero de su obra Metamorfosis dice: … recogían los frutos del madroño y las fresas del monte, las cerezas del cornejo y las moras escondidas entre las espinas de las zarzas… (104 ss.). También Virgilio en sus Bucólicas III narra: ¡Oh niños que cogéis flores y fresas rastreras, huid de aquí! ¡Una fría serpiente se esconde en la yerba! (92 ss.). Y Plinio el Viejo hace, asimismo, referencia a ella en su Historia Naturalis. 

En la medicina tradicional se usan sus hojas, el rizoma y el fruto. Así, por la abundancia de taninos, las infusiones de las hojas son remedio contra la artritis y la gota. Son también astringentes. Su decocción se emplea para combatir la anemia y las afecciones hepáticas. Las hojas, una vez secadas en lugares secos y ventilados, pueden conservarse en botes para estos usos. Las raíces también contienen taninos. Los frutos, por su alto contenido en hierro y vitamina C, favorecen la acción depurativa, laxante y diurética. También son eficaces contra la hipertensión. Igualmente son empleados en cosmética contra el enrojecimiento de la piel producido por largas horas de exposición al sol. Para ello basta aplicar en la zona afectada una mezcla de jugo fresco de fresa con igual cantidad de leche entera. Hay quien los usa como antiarrugas, mezclando la pulpa con nata líquida, miel o clara de huevo montada. Y aplicando sobre el rostro una mezcla de fresas maduras y yogurt, y dejándolo reposar una media hora, se logra reavivar el color de la piel. Su infusión, con una corteza de limón, es ventajosa contra la celulitis. Es una fruta del bosque adecuada en regímenes dietéticos, dado que tiene escasa concentración de glúcidos.

En el siglo XVIII, con la aparición de híbridos, cuyos frutos son de mayor tamaño e interés comercial, el cultivo y consumo de la fresa silvestre fue casi completamente abandonado. Las muchísimas variedades de fresas que hoy consumimos, mejor llamarles “fresones”, son por lo general híbridos. Uno de los más comunes en nuestras mesas son los fresones producidos por la Fragaria x ananassa. 

No obstante, por su saborcillo delicado e intenso, la fresa silvestre es más preferida por los gourmets que los fresones. Además de consumirse fresca, sola o mezclada con otros frutos del bosque, con azúcar, azúcar y vino, azúcar y nata, zumo de naranja o helados, la fresa silvestre es muy utilizada en repostería para la confección tartas, dulces, pasteles, mermeladas y confituras. Con ellas se hace una bebida a base de aguardiente denominada “licor de fresas”. También se pueden añadir a la ensalada. Su color rojo vivo da un toque especial como adorno alimenticio. 

Galicia, por su clima y terreno, es un lugar idóneo para el desarrollo de la fresa silvestre, así como de la mayoría de las bayas silvestres y demás frutos del bosque (zarzamoras, arándonos silvestres, …). Los pájaros, caracoles y otros muchos animales se nutren de estos “amorodos”, contribuyendo así, después, a difundir las semillas.

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