La mayoría de ganaderos conserva la tradición de poner nombre a sus reses

Las vacas gallegas, nominadas

Una vaca rubia galega pastando. (Foto: Archivo)
Las campañas políticas son siempre fructíferas en lo que a anécdotas se refiere. Una de las más curiosas de la última fue aquella en la que Alberto Núñez Feijóo preguntó a un ganadero por el nombre de sus vacas. La curiosidad del presidente electo de la Xunta da pie a bucear entre los nombres más comunes del ganado gallego. En la base de datos que maneja el departamento de Control Lechero de la Consejería de Medio Rural figuran actualmente sobre un millón de vacas y la mayoría tienen nombre.
La oficina funciona desde mediados de los años 90 con el fin de controlar la calidad de la leche producida por los rumiantes gallegos, así como mejorar su genética. A uno de los trabajadores del Control Lechero, el también poeta gallego-argentino Eduardo Estévez, le tocó en una ocasión trabajar durante el puente de la Constitución. Para matar las horas muertas comenzó a indagar en el censo de las vacas en Galicia, a hacer cálculos y comprobar la identidad de los animales. Los resultados los publicó en su blog El ojo de la vaca y despertó el interés de muchos internautas.

A comienzos de este año un estudio de la Universidad de Newcastle aseguraba que ‘las vacas que tienen nombre producen más leche’. En la oficina de Control Lechero no tienen en consideración este dato porque con el crecimiento de ejemplares en las explotaciones en Galicia, las vacas se denominan con mayor frecuencia con números sin que la producción se vea afectada. Aun así la mayoría de los ganaderos continúa sacando a pastar a Paloma, Linda, Pinta o Lucera, que son en Galicia los nombres más comunes. Junto a ellos, Estévez señala otros más sorprendentes como Prestige, Chenoa o Nunca máis.

Al principio le resultó curioso ver que algunas de estas vacas habían nacido antes de haberse popularizado el origen de sus nombres. Sin embargo, con el tiempo entendió que ‘mientras son jóvenes no tienen nombre’. Quiere decir que, para comprender que un rumiante se llame como un cantante que no era conocido cuando vino al mundo el animal, hay que sumarle dos años al nacimiento, ya que no es hasta entonces cuando los propietarios bautizan al ganado. La última curiosidad respecto a las vacas en Galicia es que, a pesar de que ningún ganadero se dirige a sus reses en castellano, este es el idioma escogido a la hora de ponerles nombre.

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