El cómic otorga a las mujeres el protagonismo que el cine les racanea

Si las actrices se quejan, sobre todo a partir de una cierta edad, de que los guionistas no piensan mucho en ellas, el cómic rompe ese prejuicio con las obras de nuevos autores que otorgan el mando de sus historias a las mujeres

Si las actrices se quejan, sobre todo a partir de una cierta edad, de que los guionistas no piensan mucho en ellas, el cómic rompe ese prejuicio con las obras de nuevos autores que otorgan el mando de sus historias a las mujeres, atípicas heroínas que las estrellas de Hollywood no dudarían en interpretar.

Pero que no haya malas interpretaciones, títulos como "Caramelos atómicos", "La mujer rebelde" o "Seconds" no son "cómic femeninos" "ni para chicas" ni nada que se le parezca, sino novelas gráficas protagonizadas por mujeres fuertes, con carácter, y además, en los tres casos, escritos y dibujados por hombres.

La Sally Salinger de "Caramelos atómicos" (La Cúpula) del historietista hispanofrancés Anthony Pastor, sería una de ellas: una cuarentona a la que su marido abandona con dos hijos adolescentes y que se ve abocada a reconvertirse en una detective especializada en adulterios y divorcios en un inhóspito villorrio en medio del desierto.

Sally es una superviviente, una mujer que intenta marcar territorio en un mundo de hombres sin demasiados escrúpulos. En medio de su caos personal, la investigadora recibe el encargo de una multimillonaria para que vigile a su marido porque sospecha que éste se la pega con una jovencita a la que Pastor dibuja como una Amy Winehouse deslenguada.

"Caramelos atómicos" es la segunda entrega de la serie encabezada por la detective Salinger que Pastor (1973) inauguró con "Castilla Drive", una obra que ya le valió el Premio al Mejor Polar del Festival de Angouleme en 2013.

Además de la trama de infidelidades y desamores de los personajes, la novela incorpora una intriga paralela, sobre una droga legal comercializada en forma de caramelos (los que dan título a la obra) y que convierten en casi zombies a los jóvenes de Trituro, nombre del pueblo donde se desarrolla esta historia que bascula entre la tragedia shakespereriana y la ironía de Raymond Chandler.

Que el irreverente Peter Bagge, autor, entre otros títulos, de la gamberra serie "Odio", haya centrado su novela "La mujer rebelde" en Margaret Sander, la activista que dedicó su existencia al control de la natalidad, lo que le llevó a la cárcel, resulta tan sorprendente como si Santiago Segura hiciese un "biopic" de María Moliner.

Sin abandonar el reconocible desparpajo visual y textual, Bagge se acerca a esta combativa enfermera nacida a finales del siglo XIX en Nueva York, que luchó por la planificación familiar en medio de la pacata sociedad de la época y frente al poder omnímodo de la Iglesia que la persiguió y obligó a exiliarse a Europa.

Inteligente, persuasiva, pero a la vez autoritaria y en ocasiones de una vehemencia feroz, Sanger fue siempre defensora a ultranza de los derechos de las mujeres y de un cambio de paradigma en la relaciones sexuales, alejado de la maternidad como fin único.

De hecho, ella misma practicó el amor libre y sus dos matrimonios no le impidieron disfrutar de otras relaciones esporádicas, entre ellas la que mantuvo con el escritor H.G. Wells o con el anarquista catalán Lorenzo Portet, que ella consideró el amor de su vida.

Además de por la autoría de Bagge, "La mujer rebelde" sorprenderá por la virulencia con la que hasta a mediados del siglo pasado se persiguió en EEUU a quienes planteaban la necesidad de controlar el nacimiento de niños, sobre todo en las familias muy numerosas que vivían en la pobreza absoluta, donde las madres recurrían en muchas ocasiones a abortos ilegales y chapuceros para no tener más hijos.

El canadiense Bryan Lee O'Malley -creador de la exitosa serie "Scott Pilgrim"- se ha decantado también por una mujer como protagonista de su última novela gráfica.

El "Seconds" (DeBolsillo) que da nombre al libro es el restaurante que Katie, una cocinera a punto de cumplir los treinta, ha convertido en referencia gastronómica, aunque el proyecto -como su vida sentimental, que hace aguas- se le escapa de las manos porque no es la socia capitalista y no comparte los criterios con los que el "jefe" está llevando el local, por lo que decide abrir uno nuevo, donde ella sea la que mande.

A este argumento, que, a priori, podría servir para una actual telecomedia "prime time", se le añaden unos toques sobrenaturales -un vengativo espíritu bulímico y unas curiosas setas mágicas- que hacen que la historia discurra por derroteros surrealistas que comulgan muy bien con el estilo "neo-manga" de O'Malley.

La pequeña Katie, pequeña en tamaño, que no en genio, se meterá donde no debe en su ansia de querer controlarlo todo: un bucle temporal que, como el lector intuye desde el principio, no puede acabar bien, o al menos no como ella pretende. 

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