SALUD

No hay dieta sin tiempo... y sin huerto

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photo_camera El endocrinólogo Alfonso Soto.

Hay quien piensa que la dieta atlántica es una variante de la mediterránea, aunque en Andalucía no se den bien los percebes ni en Galicia los olivos

Hay quien piensa que la dieta atlántica es una variante de la mediterránea, aunque en Andalucía no se den bien los percebes ni en Galicia los olivos, y sea como fuere, la primera está logrando convencer mejor de su patrón saludable porque cada vez más personas consumen productos cultivados en sus huertos.

Hacer ejercicio, dedicar tiempo a preparar una comida sana y cocinar productos naturales son premisas poco novedosas pero fundamentales a la hora de hablar de estilos de vida saludables, cada vez más amenazados por las prisas y las comidas precocinadas, que acaban muchas veces ocasionando enfermedades cardiovasculares.

Informar y formar a los ciudadanos sobre las bondades de comer sano son los objetivos que persiguen los endocrinólogos Alfonso Soto, del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, y José Manuel García Almeida, del Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga, con su participación en el XXII Congreso Nacional de Medicina General y de Familia que celebra A Coruña.

García Almeida apuesta por exportar este patrón que siguen las dietas atlántica y mediterránea, y ve más fácil conseguir en Galicia, tierra por la que confiesa estar enamorado y donde muchos de sus habitantes mantienen el concepto de casa con huerto, que es un "patrimonio fundamental para una vida saludable".

"Es la raíz que nos puede ayudar a mantener la dieta atlántica, con sus hortalizas y la carne de las vacas que cuidan", además del pescado, añade el Soto, quien también coincide en que "en Galicia es más factible que en Andalucía" seguir este modelo porque en esta última Comunidad "se ha perdido mucho lo que es el campo".

Ambos expertos han compartido, en una entrevista con Efe, un menú que fusiona las dos dietas, y que se elaborará en el marco de este congreso el próximo sábado para demostrar que es posible comer bien y sano, y además sin perder tiempo.

Para cuatro comensales, de entrante habrá una sopa de ajoblanco y una ensalada granadina; después una caldeirada de pescado y, de postre, queso con membrillo.

Algo más de mil calorías sin grasas trans y con el aceite de oliva como condimento imprescindible, porque los dos tipos de dieta son como un "matrimonio que no se enfada" y que solo puede ver amenazado su bienestar por la irrupción de productos exógenos, sostiene García Almeida.

"El riesgo principal de la dieta mediterránea -explica- es que es muy fácil de parasitar y que alimentos exógenos se metan dentro de ella. Ahora en el mediterráneo casi nadie come esta dieta, porque la comida precocinada está invadiendo las costumbres y sustituyendo a la cocina tradicional, que requiere algo más de tiempo y memoria".

Para revertir esta situación plantea la "necesaria promoción" de la salud por el médico de atención primaria sobre una alimentación correcta, así como tratar de concienciar y motivar acerca de que esta es una responsabilidad de todos a nivel educacional, desde las familias, a los colegios y los centros de salud.

También insta a la clase política a implicarse en este sentido porque "la dieta atlántica no debería costar más que una hamburguesa precocinada o una pizza", y por ello pide una regulación en favor de las dietas tradicionales para promocionar la salud.

Por su parte, Alfonso Soto coincide con García Almeida en la menor incidencia de eventos coronarios severos en la población que sigue alguna de estas dos dietas, que implican no solo alimentos, sino también costumbres y estilos de vida.

Lácteos, verdura, pan integral, dos vasos de buen vino gallego y pescado, preparado de manera sencilla, conforman un menú que reduce las probabilidades de sufrir un infarto, frente al mayor consumo de carne roja y de patatas, asegura el endocrinólogo de A Coruña.

Tampoco ve con buenos ojos las dificultades cada vez mayores para "escapar" de las comidas precocinadas que "nos están invadiendo por la falta de tiempo, como factor más limitativo", y que "han contaminado cualquier dieta cardiosaludable que podamos potenciar".

A los dos tipos de dieta, como a cualquier otra, podría aplicárseles la máxima de que "con poca actividad física no son positivas". Por lo demás, la mediterránea, como la atlántica, es "intachable", subraya García Almeida.

Realmente, la confluencia entre ambas solo puede augurar un "final feliz" en la mesa y en la vida porque siguen dos patrones muy saludables que, si se contraponen, se llega a la conclusión de que lo mejor de las dos es que las dos son buenas.

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