ECOAGRO

Los últimos pastores de Manzaneda

photo_camera El cercano sonar de las chocas avisa de que el rebaño ya está llegando a casa después de todo el día pastando monte arriba. En el ‘xuntadoiro’ José Manuel Fernández Rodríguez, Malén como todos lo llaman, espera a que su hermano Manolo llegue con las reses, así es cada día en esta pequeña aldea de Palleirós, en el municipio de Manzaneda, para dos de los últimos pastores de Manzaneda.
José Manuel y Manolo Fernández Rodríguez son dos de los últimos pastores de Manzaneda. Ejercen el oficio desde niños y, aunque saben de su dureza, ya anticipan que lo echarán de menos cuando lo dejen definitivamente.

El cercano sonar de las chocas avisa de que el rebaño ya está llegando a casa después de todo el día pastando monte arriba. En el ‘xuntadoiro’ José Manuel Fernández Rodríguez, Malén como todos lo llaman, espera a que su hermano Manolo llegue con las reses, así es cada día en esta pequeña aldea de Palleirós, en el municipio de Manzaneda.

Alrededor de 400 ovejas y cabras salen a diario de sus cuadras custodiadas por sus mastines, esenciales en este trabajo. Sólo unos pocos mantienen la profesión viva en Manzaneda, trabajo reconocido en varios documentales, alguno de ellos ganador de premios, algo que enorgullece a estos pastores que ven peligrar su continuidad en estas tierras.

20210502_220352-min

Es este un oficio que se sigue realizando casi como lo hacían sus ancestros, pero a su vez cada día se ve más menguado, en peligro de extinción. “Antes tamén había a figura do ‘costeiro’, a batuta levábaa o pastor, pero o costeiro axudaba”, explica Malén al recordar cómo fueron sus comienzos desde niño, cuando como cuenta, una familia con dos o tres vacas y con 30 o 40 ‘rixelos’ (reses tanto ovejas como cabras), criaba y dabaestudios a sus hijos. Es un trabajo muy sacrificado en el que no hay festivos, son los 365 días del año al pie del cañón, “é exclavo porque hai que estar todos os días no monte”.

Los orígenes

José Manuel recuerda como comenzó con su padre al igual que sus otros dos hermanos, Manolo y Álvaro. Cada día comienza igual en el pueblo de Palleirós para estos vecinos que deben cuidar a las reses como su gran tesoro velando que nada le pase. “Ao comezar o día acomeramos aos cans, ir ao curral e vixiar se hai algunha mala e menciñala, preparar todo antes de saír. Temos que manter á facenda” así resume Malén su arranque de la jornada sobre las ocho de la mañana.

Alrededor de junio, las ovejas y cabras suben para la sierra en donde permanecerán hasta que lleguen los fríos de invierno alrededor de octubre. Allí los pastores se turnan cada siete días permaneciendo solos con el rebaño en la montaña. “Temos que meter dentro do curro as cabras e ovellas cada noite e nós durmimos nunha choza. Antes, para subir á serra tiñamos que ir cunha caballería, ao mellor había que facer dúas viaxes, levábase a comida, as mantas, as potas para facer a comida, eran dúas horas ben tiradas camiñando. Hoxe eso xa o subimos en coche”, así ve José Manuel la evolución de antes a ahora en donde hasta su alimentación ha variado y la vida en el curro es distinta. La tecnología llega también a ellos, los móviles les acompañan e incluso Manolo lleva un contador de pasos activado en su dispositivo. Cinco mastines les acompañan a cuidar a las reses vigilando del ataque del lobo, pero algún miedo siempre pasan. “Os cans ladran pola noite e avisan dos perigos, agora xa estamos acostumados e sabemos se ladran polo lobo ou por ven xente”.

Miedos de niño

Hablando del lobo si recuerda algún pequeño susto, y reconoce que “xa decía a xente de antes que o lobo si te ve a ti antes ca ti a el que te hipnotiza”. El pastor recuerda los miedos de niño y explica “para atacar van varios, un distrae aos cans e así os outros atacan”. “Algúns cando era a primeira vez que subían con nós pasaban medo, non querían estar solos no curro” cuenta Manolo recordándolo entre risas.

El menú era de subsistencia, “o máis que comíamos antes estando arriba era caldo con leite das cabras, e o queixo nunca faltaba. Faciámolo alí, deixabámolo decorrer nun paño. O leite coábase cas uces” sonríe Malen recordando aquellos tiempos.

“O relevo había que facelo de día para que ao que volvía para a casa non o collera a noite no camiño, xa que o medo é libre”, ahora los coches llegan hasta arriba y eso mejoró el hacer los relevos o llevar víveres a los pastores. Aunque conocen la montaña como la palma de su mano, no sólo el lobo es uno de los miedos en la sierra, Malén cuenta que las tormentas allí arriba son tremendas, hasta los animales se asustan “o trono alí é criminal, parece que estalla todo”.

“Eu non cambiaría, aquí son o meu propio xefe, ninguén che berra, pero a nós xa nos queda menos, e esto botaráse de menos” dice Malén.

Te puede interesar