Cientos de devotos de San Francisco Blanco asisten a la romería del pueblo de Outarelo

Los varios cientos de valdeorreses que acudieron a la romería de San Francisco Blanco, en Outarelo (O Barco), se encontraron con una capilla remozada y dotada con un piso nuevo. La lluvia cayó de forma intermitente durante toda la mañana, pero respetó la procesión que precede a la misa principal.
La imagen de la capilla de Outarelo (O Barco) que ayer se encontraron los devotos de San Francisco Blanco es muy diferente a la que mostró en las ediciones anteriores de la romería. El templo, levantado en 1920 en sustitución de una construcción de 1615, fue remozado por el Obispado de Astorga, que lo adquirió hace año y medio a sus propietarios. Una de las mejoras fue el suelo de plaqueta, que sustituye a las viejas tablas sobre las que caminaban los devotos.
Las mejoras fueron observadas por los varios centenares de valdeorreses que durante toda la mañana de ayer se acercaron hasta el pueblo. Muchos de ellos recorrieron a pie los escasos cuatro kilómetros que lo separan de O Barco, renovando una tradición que se pierde en el tiempo. Es la misma que atribuye al santo facultades curativas para los males de cabeza, bien se trate de dolores o de enfermedad mental. Una vez en el templo, los fieles acostumbran a besar la urna donde se guarda la calavera atribuida al santo y pasan los pañuelos por su imagen.

Una procesión sin lluvia

La lluvia que cayó de forma intermitente a lo largo de la mañana respetó la procesión. Instantes antes de que la imagen de San Francisco Blanco abandonase la capilla dejaba de llover y unos tímidos rayos de sol evitaron que los devotos se mojasen.
En la comarca existe gran devoción por el santo nacido en Monterrei en 1567 y fallecido en Nagasaki (Japón) en 1597. Fueron muchos los que utilizaron el coche para acudir a la romería, volviendo a encontrar serios problemas para estacionar. La intervención de los agentes de la Policía Local y de los voluntarios de Protección Civil barquenses consiguieron que la circulación fuese fluida. Para ello, diseñaron un circuito de entrada y salida, que discurrió por los pueblos de Vilanova y O Castro, evitando los embotellamientos.
El puesto del pulpo no faltó en la romería y la lluvia no fue obstáculo para quienes quisieron degustarlo. En esta ocasión, los clientes habituales pudieron sentarse en los bancos colocados dentro de la construcción rural ubicada en el recinto del templo, que les permitió comer bajo un techo.

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