VALDEORRAS

La investigación del asesinato del holandés suma más sospechosos

La esposa de Martin Verfondern acaba de ser reconocida oficialmente como viuda, tras la identificación plena de los restos óseos encontrados

El juez de Primera Instancia e Instrucción 2 de O Barco, Roberto Barba Alvedro, tenía claro en junio de este año que Martin Verfondern (52 años), el holandés afincado en Santoalla (Petín) y desaparecido el 19 de enero de 2010, había sido víctima "de una acción criminal de tipo homicida". Tanto que el togado, ya en sus primeros autos, defendía esa hipótesis con "rotundidad".

En aquel momento, sobre su mesa, sólo había fotos de un todoterreno calcinado y el acta de una inspección ocular que daba cuenta del hallazgo de restos de una combustión y huesos humanos esparcidos en el perímetro en torno al vehículo. Ahora bien, fuera de su despacho también había muchos ojos escrutando el círculo próximo de la víctima, integrado por vecinos de Petín en su mayoría.

Transcurridos cuatro meses desde entonces, el juez Barba sigue sin levantar el secreto de sumario -ya lo prorrogó en varias ocasiones- para que no haya filtraciones de ningún tipo, tal como confirmaron fuentes cercanas al caso. Pero, sobre su mesa, acumula unas diligencias preliminares que, a medida que pasan los días, suman indicios, los aportados por la Policía Judicial de la Guardia Civil de la Comandancia de Ourense. Este equipo está conformado por agentes con fama de tenaces que llegaron a resolver un caso de homicidio nueve años después de producirse (el crimen de la joven vianesa Montserrat Martínez) porque nunca cejaron en su empeño de dar con el autor de su muerte.

La Judicial ha investigado, según confirman fuentes cercanas al caso, a un buen número de sospechosos, más allá de los vecinos del holandés (una única familia con la que la víctima estaba enemistado).

Los investigadores trabajaron desde un primer momento con la hipótesis de que la muerte era obra de "iniciados" (más de uno), quienes simplemente habían tenido suerte a la hora de ocultar el Chevrolet Blazer y el cádaver. Su ignorancia la demostraron, según la Guardia Civil, en la creencia de que quemando los asientos, en los que había sangre, así como una rueda, eliminarían pistas.

Y aunque nadie confirma si pasarán días, semanas o meses hasta que haya alguna detención, la extraña desaparición de Martin en enero de 2010 y la tardanza en hallar el coche (junio de 2014) acumula más folios. Cada vez más.

Una de las pocas pruebas que han trascendido es la corroboración de que los huesos hallados en un paraje de A Veiga (en torno al 30% del esqueleto, incluido casi todo el cráneo) pertenecían a Verfondern. Un secreto a voces ya que aparecieron próximos a su todoterreno, junto al ordenador y otros objetos personales del difunto. La confirmación del ADN permitió hace unos días a la esposa, Margo Pool, su inscripción como viuda a efectos civiles con todos los consiguientes derechos (hereditarios y pensión de viudedad).

Martin Verfondern fue trasladado a Portela do Eixo, la pista forestal situada a 12 kilómetros de su casa, ya cadáver por eso la Guadia Civil trabajó, desde un primer momento, con la hipótesis de una coautoría.

Hay que recordar que el matrimonio formado por Martin y Margo llegó a Santoalla, una desvencijada aldea de Petín, hace ya casi 14 años. Aterrizaron en ese remoto pueblo en busca de naturaleza, tranquilidad y atraídos por "las aguas más limpias del mundo", tal como reconoce Pool.

En aquel momento, sólo había otra familia residiendo en el pueblo, un matrimonio con dos de sus cuatro hijos, algo que se ha perpetuado hasta la fecha. En un principio, la relación entre ambas familias fue cordial e incluso participaron en actividades comunitarias conjuntas, hasta que los montes comunales y el aprovechamiento de su riqueza forestal (pinos) los enfrentaron.

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