Los arqueólogos y voluntarios fueron insultados mientras realizaban los trabajos de exhumación en Cereixido

Dos ruesas buscan restos de tres familiares en una fosa común de un pueblo de Quiroga

A las 17,00 horas del viernes tres de octubre, la emoción dejaba sin habla a una ruesa, Isabel Rodríguez Daga. Se encontraba con una convecina suya, Ermitas Díaz Sánchez, ante la iglesia de Cereixido (Quiroga). Los arqueólogos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica acababan de descubrir dos huesos que podrían ser de la fosa común donde están sepultados un tío y un primo de Isabel y el padre de Ermitas. En el pueblo están lejos de compartir su emoción, pues recibieron con insultos a los voluntarios.
La persistencia de la ruesa Isabel Rodríguez Daga fue la que convenció a Santiago Macías, vicepresidente de la Asociación Para la Recuperación de la Memoria Histórica, de que la Historia tenía una cuenta pendiente en Cereixido (Quiroga). En una fosa común abierta en este pequeño pueblo de 18 vecinos están enterrados un tío y un primo suyos.
Fallecieron una fatídica noche de 1936, en un pajar del pueblo. Fue el lugar elegido por numerosos “fuxidos” para escapar del terror golpista. Ninguno desconfiaba que el lugar sería incendiado, sin darles ninguna opción para escapar.

En Cereixido también murió una parte de otra ruesa, Ermitas Díaz Sánchez. Entre los asesinados estaba su padre, el concejal de A Rúa José Díaz López. “Eu tiña ano e medio cando o mataron”, comentó.

Estas dos ruesas no dudaron en viajar este viernes tres de octubre a este pequeño pueblo, situado en medio de las montañas que separan A Rúa de Quiroga, para reencontrarse con su pasado. Cuando llegaron, los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ya habían abierto una zanja de casi un metro de profundidad. Labor que hubieron de realizar mientras eran insultados por uno de los vecinos.

A las 17,00 horas la docena de arqueólogos y voluntarios del colectivo berciano desplazados hasta el lugar descubrían dos huesos, una tibia y otro sin identificar, que podrían confirmar el acierto en la búsqueda de la fosa común.

El hallazgo dejó sin habla a Isabel Rodríguez, quien tardaba en reaccionar. “¡Toda mi vida los maldeciré!”, exclamó. Esta ruesa comenta que la muerte de su padre acusó gravemente los asesinatos de sus parientes. “Después de morir mi tío y mi primo, mi padre empezó a bajar la cabeza y falleció a los cuatro años”. A su vez, Ermitas Díaz recibió la aparición de los restos “perdiéndose” en algún rincón del perímetro de la iglesia y llorando en solitario su pena. “Ao morrer meu pai, a miña nai quedou soíña, con dous nenos pequenos”, había señalado unos minutos antes.
Estas dos ruesas enterrarán los restos de sus familiares en los cementerios A Rúa, los de Isabel en el de Fontei y en el de San Estebo los de Ermitas.


Intentan frenar la exhumación

El equipo de arqueólogos y voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica llegaba a Cereixido en la mañana del viernes. Atrás quedaron las visitas previas al pueblo, que le permitieron comprobar que de sus vecinos no iban a recibir ningún tipo de colaboración.
Todo lo contrario, durante la mañana, una mujer de Cereixido se acercó al lugar y comenzó a insultar a los miembros del equipo. Con miras a frenar los trabajos iniciados, alguien del pueblo llamó a Medio Ambiente advirtiendo que un enorme tejo, que crece a unos 10 metros de la excavación, corría peligro. La denuncia movilizó a los agentes forestales, que confirmaron la falacia del argumento elegido para frenar la exhumación.

La actitud de los vecinos indignó a Ermitas Díaz, quien lanzaba una pregunta al aire: “Serían capaces de ver ao seu pai tirado como un perro e non facer nada para evitalo?”.
Mientras en este pueblo lucense hay quien pretende perpetuar la “longa noite de pedra” de Celso Emilio Ferreiro, los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica reciben infinidad de apoyos, de muy distintos países.

En Cereixido está Toru Arakawa, un japonés que, desde hace tres años, dedica los veranos a colaborar con la asociación berciana. “Leí el artículo de un periódico de Japón que hablaba de Santiago Macías y me puse en contacto con él. Siempre tuve interés por la historia de España y, sobre todo, por la Guerra Civil”. A su vez, el estadounidense Scott Boemm explicó que trabaja en su doctorado, que basó en la labor del citado colectivo y que presentará en la Universidad de California. También hay un irlandés, John Palmer, a quien no le gustan demasiado que le saquen fotos.

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