Los derechos sobre los montes comunales enfrentan a las últimas familias que viven en Santoalla

Sólo dos vecinos y mal avenidos

En el pueblo petinés de Santoalla do Monte viven dos familias, circunstancia que debería estrechar los lazos de amistad. Sin embargo, llevan seis años sin dirigirse la palabra. El enfrentamiento subió de grado con la demanda civil que un matrimonio holandés presentó en el Juzgado número Uno de O Barco contra sus convecinos. Piden ser comuneros de los montes del pueblo, propósito que le niega la familia rival, que critica la actitud de la pareja foránea. En juego están los ingresos procedentes de la venta de pinos.
El pueblo de Santoalla (Petín) cobró fama hace 20 años, con el rodaje de “Sempre Xonxa”, la película dirigida por el fallecido Chano Piñeiro, convertida en el primer largometraje gallego realizado en 35 milímetros. “Para min foi moito traballo, pois facíalles a comida”, comenta Jovita González, que seguidamente muestra el falso lavadero “pilón” construido para servir de decorado del filme.

Esta cocinera de ocasión y su marido, Manuel Rodríguez, viven a escasos metros de la casa de su hijo, Julio Rodríguez. Sus viviendas están en la parte alta del pueblo. Para visitar a la holandesa Margo Pool hay que cruzar unos 50 metros de estrechas callejas de tierra y piedras, en medio de casas semiderruidas. Martín Verfondern, marido de esta holandesa, llegada a Santoalla en 1998, pasa largas estancias en el extranjero, trabajando.

Las relaciones entre las dos familias hace tiempo que no son buenas. Margo Pool calcula que la última vez que habló con sus convecinos fue hace seis años. Todo ello, a pesar de que “cuando compramos la casa, teníamos idea de trabajar con ellos”, según comentó.

Manuel Rodríguez y Jovita González sólo tienen quejas para el matrimonio holandés. “A muller trae os cerdos e as cabras polas nosas fincas”, comenta el marido, quien añade que “unha vez, o alcalde diulle unha pala para arranxar os camiños, e tumbou varias casas”.

“Collémolos como se fosen da familia. Chegaron e dímoslle de comer. Gastou a nosa auga quente varios meses e teñen colmeas ao lado do camiño, preto da igrexa”, comentó Jovita González. Junto a ella, su marido añadía “entraba na casa a falar por teléfono sen siquera pedir permiso”.

Estas y otras acciones fueron argumentadas por este matrimonio para justificar una enemistad que se agrió considerablemente en las últimas semanas. Todo comenzó con las reiteradas negativas de la familia nativa del pueblo a conceder los derechos de comuneros de los montes del pueblo al matrimonio holandés. Unas reticencias que llevaron a esta pareja a presentar una demanda civil en el Juzgado número Uno de O Barco, buscando su reconocimiento como comuneros. “Queren dereitos, pero hai que traballalos. Pretenden ser comuneiros, sen estar aquí. O marido ven unha vez ao ano”, comenta Manuel Rodríguez.

La opinión de Margo Pool es muy distinta y afirma sentirse víctima de una injusticia. “Mi marido pasa muchos meses fuera pero yo estoy siempre aquí. Queremos ser vecinos y ellos no nos dejan”, comenta. Inmediatamente suelta la pregunta: “¿Acaso no tenemos derecho para poner nuestro ganado en el monte?”.

Esta vecina de Santoalla asume que sus cerdos y cabras andan sueltos por el pueblo, aunque seguidamente matiza que “las vacas de ellos también están sueltas”.
El próximo dos de julio, el Juzgado número Uno de O Barco, acogerá el juicio civil que resolverá estas diferencias.


“Tener casa abierta y con humos”

Los ingresos generados por la venta de los pinos que crecen en los montes comunales de Santoalla do Monte, cuya superficie se aproxima a las 400 hectáreas, son determinantes en este enfrentamiento de las dos familias. Los comuneros reciben el 70% de los ingresos generados por la madera, correspondiendo el 30% restante a la Xunta. En el pueblo prefieren guardar silencio sobre la cuantía que puede suponer, “por discreción”. En referencia a la normativa que rige la consideración de comuneros, ésta exige vivir de la agricultura y de la ganadería y llevar residiendo en el pueblo un año, para lo cual es necesario “tener casa abierta y con humos”. La familia de Manuel Rodríguez y Jovita González considera que el matrimonio holandés no vive de la agricultura. En todo caso, niega “querer echarlos del pueblo”.

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