“Los transportistas que comenzaron a cargar pizarra eran de fuera, los de aquí no querían'

Arsenio García Santalla.
Arsenio García Santalla combina su pasión por los camiones y el mundo del transporte con la escritura, que es su válvula de escape. Fruto de esta combinación surgió el libro 'El transporte de mercancías en El Bierzo'.
El título alude a la comarca leonesa vecina, pero Valdeorras también está presente, aunque no podía ser de otra manera. Su autor lleva prácticamente toda una vida dedicada al transporte de pizarra, la roca que mueve la economía valdeorresa. El tomo incluye fotos y copias de documentos, como la de la primera camioneta berciana registrada, la inscribió su abuelo, Miguel García García, en 1930 y llevaba matrícula ourensana: OR-1474.

¿Cómo evolucionó el transporte de la pizarra desde el despegue de las canteras?
La pizarra empezó a ser importante en los años 70, cuando los franceses se interesaron y vinieron a buscarla. En esos momentos a ser un negocio potente. Comenzó transportándose toda en camiones. Se llevaba hasta la frontera y no hasta su destino final, como sucede ahora. La dejábamos en un punto denominado La Routière. Una vez allí, venían los camiones franceses venían y la recogían. Trabajé con todas las pizarreras y muchísimo con Samana, donde conocí a Lisardo Fernández. También viví cuando se empezaron a montar las canteras de Quiroga. Lo viví todo.

¿Fueron fáciles los primeros momentos del transporte de la pizarra?
La única empresa de transportes que se volcó con la pizarra fue la mía, por mi relación con Aureliano Fernández (fundador de Cupa Group) y por mi hermano Miguel, que fue jefe de Minas en Lugo. Durante muchos años, a los transportistas del Bierzo les costaba llevar pizarra. No les gustaba. Entre los años 1970 y 1980, década en que la pizarra arrancó con fuerza, los bercianos no se decidieron a trabajar con ella. Al principio, la cargaban transportistas foráneos, incluso llegados desde el País Vasco. En O Barco, apenas había transportistas de largo recorrido. Aquí, Lauro Puente fue significativo. Trabajaba para Cedie. A la gente le gustaban los portes de Cedie, más que los de la pizarra, porque había que descargarlo en La Routière, donde se entregaba la documentación. A la gente le daba repelús entrar en Francia. Ahora, también hay gente que no va a Francia porque exige una licencia comunitaria. De aquella también había que tener un permiso.

¿Por qué se decidió a escribir el libro?
Surgió porque, después de toda una vida dedicado al transporte de mercancías, consideré que del mundo del transporte de larga distancia se había hablado poco. Nací en él, prácticamente. En 1930 mi abuelo compró su primer camión un Ford, que era lo que había. En el libro, voy estructurando la historia década a década hasta su final, en el siglo XXI. Ahora, Transportes Bérgidum, la empresa que fundé y que también aparece en el libro, posee 17 camiones. Mi trabajo principal siempre fue el transporte de pizarra, desde que, en torno a 1950 empecé a venir con mi padre a San Pedro de Trones (León).

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