VERANO | LÁGRIMAS DE SAN LORENZO

Carretera, manta y noche estrellada en 
San Cibrao de Las

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photo_camera El castro de San Cibrao de Las se convirtió en un marco ideal para contemplar las Lágrim

Ver las perseidas como un experto, objetivo cumplido con La Región

Carretera, manta, prismáticos (o no) y lluvia de estrellas. Poco antes de las once de la noche del viernes partían decenas de suscriptors y lectores de La Región desde el parque de San Lázaro hasta el castro de San Cibrao de Las. ¿El motivo? Contemplar la lluvia de estrellas de las perseidas, también conocidas como las Lágrimas de San Lorenzo por su cercanía con la festividad religiosa. Todo en una actividad organizada por este periódico en colaboración con la Asociación Astronómica de Ourense, en un contexto complicado de superar. Un paraje histórico y cultural, en una zona de interior que se antojaba óptima para disfrutar del fenómeno astronómico.

Ataviados con los complementos ideales para contemplar al cosmos fueron subiendo al autobús. Mantas, toallas, esterillas, sillas y hasta alguna hamaca. Las comodidades para observar el cielo, que no falten. Para algunos era la primera vez que acudían a un evento astronómico, por lo que sus pertenencias se reducían a algo de abrigo y, eso sí, muchas ganas de captar alguna de estas estrellas fugaces.

En el autobús se fue entrando en materia. Se repartieron planisferios a todos los asistentes, o lo que es lo mismo, un callejero del cosmos que permite saber qué constelaciones podemos ver con telescopio, prismáticos o a simple vista a lo largo del año. El singular "objeto" dio para charlar durante todo el trayecto de ida. "¿Esto para qué es?", "¿cómo vamos a verlo a oscuras?”, se preguntaban.

Demasiado humo

Una vez llegados al Castro de San Cibrao de Las, en San Amaro, el ambiente era de expectación. Las perseidas se ven mejor en cielos limpios, despejados y en zonas de interior. El lugar era el adecuado. Desgraciadamente, las brumas y el humo de los malditos incendios que desgarran Ourense cada verano chafaron parte del evento astronómico. Cuenta de ello daba el presidente de la Asociación Astronómica de Ourense, José Antonio Álvarez, que se esmeró en las explicaciones y lamentó la presencia de estos factores, que no dejaron ver ni Cisne, ni Lira, ni Casiopea, ni la Osa Mayor. "Tampoco podemos observar con claridad a Marte y a Saturno, nos quedaremos con las ganas", explicó con un deje de tristeza en la voz.

Según analizan los expertos, durante esta semana se pueden ver hasta 150 meteoros por hora. Pero la contaminación lumínica impidió que el número de estrellas vistas en el castro fuera tan alto. Los más pequeños fueron los primeros en mostrar su impaciencia: "Mamá, llevamos una hora y aún no he visto ninguna", decía una niña. Otros confundían aviones con estrellas fugaces, irradiando emoción por el "descubrimiento" de la noche.

En realidad, la primera estrella, o al menos, la primera que asombró a casi todo el mundo, no apareció hasta las 00.05 horas del sábado, cuando un sonado: "Ohhh" hizo su entrada en el castro de San Cibrao de Las. "Yo he visto una y ya me voy contenta", comentaba una de las asistentes. Más afortunada fue una joven que no dudó en acercarse al micrófono para confesar que ella "ya había visto nueve".

El espectáculo continuó con las explicaciones de José Antonio Álvarez, que con un puntero indicaba el lugar de las constelaciones en el cielo. Para entonces, muchos de los presentes ya eran entendidos en un planisferio que una hora antes les resultaba desconocido. El interés por la luna y las constelaciones formó una fila en torno a los telescopios facilitados por la asociación astronómica, que duró hasta poco antes de finalizar la actividad. Los rapaces fueron, cómo no, los más curiosos.



Estrellas, cervezas y bocatas

Mientras tanto, las mantas al suelo y las hamacas bien colocadas para intentar cazar alguno de estos astros. Por medio, quedó tiempo para una cerveza y un bocata, que la noche era larga. Las linternas se fueron apagando poco a poco para disfrutar al máximo de la lluvia de estrellas. Algunos tumbados, otros sentados y muy pocos de pie. El centenar de asistentes al evento astronómico del verano se llevaron un buen sabor de boca de su visita, aunque se quedaron con las ganas de admirar más el cosmos. Una pareja y algún grupo de amigos alargaron la noche en el castro ourensano, esperando quizás a que el cielo estuviese más limpio y regalase alguna estampa para el recuerdo. n
 

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