El domingo les dejaba el paseo por el Ourense modernista completamente a medias, no porque quisiera hacerme la interesante – que bien podría ser – si no por falta de espacio físico
Parada con pincho
Seguimos con el Modernismo
El domingo les dejaba el paseo por el Ourense modernista completamente a medias, no porque quisiera hacerme la interesante – que bien podría ser – si no por falta de espacio físico. Así que aquí va el resto de la ruta, por si hoy quieren salir a pasear en vez de quedarse en casa pensando en formar una banda que le haga competencia a la mía (vid. “Dulce Hogar”).
Les había dejado en la Alameda de arriba contemplando la preciosísima fachada de la casa Junqueira, ¿verdad? Bien. Desde ahí, suben hasta la Plaza Mayor y se fijan en el edificio de cuyos pináculos les hablaba el otro día: es la casa de Fermín García: pináculos, galería, balcones y ventanas abuhardilladas de ensueño. Ahora a la derecha, por Lamas Carvajal, ahí está el edificio Singer, más recatadito que los anteriores pero con bastante encanto también.
Desde ahí pueden parar a tomar algo en el María Andrea, un sitio más barato de lo que puede parecer. Luego enfilen al Paseo: haciendo esquina con Cardenal Quiroga, está la fachada del antiguo Gran Hotel Miño: ¿se han fijado bien en la parte de arriba?, ¿no parece que estamos en el mismísimo París?, ¿vivirá alguien ahí? Si fuese yo la inquilina, no haría más que asomarme a esa terraza con la sana intención de que los viandantes se murieran de envidia.
Tras tanto talento, busco en Google dónde está la indispensable calle que rinda homenaje a este fenómeno de señor… para encontrarme con que no existe: no hay ninguna calle dedicada a Vázquez-Gulías. Señor alcalde de los últimos años: ¿por qué no lo hizo? Señor alcalde presente: ¿va a hacerlo? En fin, disfruten de su visita antes de que estos edificios sean demolidos para construir, no sé, un Mc Donalds por ejemplo.
Mira Ourense
Ordenando la ciudad
Todos los días, pero todos todos, paso por aquí y, sin embargo, nunca me había fijado en esta señal (lo de señal no le pega mucho pero tampoco es un cartel, no sabría cómo llamarle) que indica el número de manzana: manzana 42ª. ¿Ustedes sabían que, fuera de las películas americanas, existía eso de dividir una ciudad en manzanas? Yo no y me hace bastante gracia, la verdad (ya saben que soy un poco gansa y todo lo que suene a película me hace un tilín especial). O sea, cuando alguien me pregunte dónde vivo podría decir: “en la manzana 42” o, incluso más de película “a dos manzanas (tres, ocho, las que sean, no las he contado” de la catedral”. ¿Me entendería alguien si digo eso? No, imposible, pero es original. ¿Ustedes saben en qué manzana viven? ¿Y cuánto abarca una manzana?, ¿será cómo un bloque de edificios? ¿Cuántas manzanas habrá en Ourense, así grosso modo? Y ya, para rematar, ¿por qué las manzanas se llamaran manzanas si son más bien cuadradas?
Dulce hogar
Creen su propia banda
Recuerdan el concierto que les recomendaba el sábado? Pues estuve hablando con los chavales que lo daban, Moreno Pop, para ver cómo era eso de tener un grupo. Son tres: se llaman Diego, Dani y Diego; las madres de Dani y uno de los Diegos se conocían de siempre aunque ellos no empezaron a acercarse hasta que coincidieron en grupos de teatro; uno de los Diegos no vive aquí y es dentista.
Así que, con esa información me vine a casa y, como siempre he querido tener un grupo, saqué la esencia de lo que me contaron para ver cómo podía arreglármelas yo. Aquí las conclusiones:
a) ha de haber gente cuyo nombre empiece por la letra D, así que en mi grupo habrá un David.
b) mejor si un familiar de uno conoce a un familiar de otro, conque la mujer de David será amiga de mi hermana mayor.
c) está bien haber coincidido en alguna actividad artística previa: el teclista habrá estado conmigo en una orquesta.
d) no está mal que uno del grupo tenga una profesión no artística y viva fuera: quiero un batería que trabaje en un banco y viva en Toén.
Con estos elementos he diseñado un grupo, aunque he añadido cosas de mi cosecha para marcar la diferencia, a saber: el teclista jamás se sabrá las canciones porque como, total, es capaz de seguir todo de oído, no le hace falta; el guitarra hará reiki y verá “True Detective” en sus ratos libres y el batería dirá que no le gusta nada de lo que hacemos y que odia a todo el mundo. Nos llamaremos El Bosque Rojo. Ya les avisaré cuando toquemos.
