Adriana Guerrero, el viaje de la monja influencer desde la Amazonía a Celanova

Esta es la historia de Adriana Guerrero, que soñaba con ser diseñadora de moda y disfrutaba del cine y la playa, como cualquiera; y un día se dio cuenta de que su camino estaba en la Iglesia y acudió al convento, ahora es toda una influencer

Convertirse en religiosa parece ser una idea que está en la persona desde la niñez, ¿fue ese su caso?

En realidad, nunca quise ser monja. Recuerdo que siendo muy pequeña, un sacerdote me dijo que cuando fuese mayor yo sería monja. Al escuchar eso, me escapé para esconderme detrás de las piernas de mi madre y decir que no, que eso era imposible (risas). Que nunca sería monja. Pero la vida te lleva por caminos que nunca sabes. 

Y tanto. A pesar de su juventud, ya lleva diez años en la congregación de las Siervas de Jesús, ¿cómo comenzó su vocación?

Yo crecí en una familia profundamente católica practicante donde la eucaristía dominical siempre era en familia. Un bonito hábito que nos unía entre nosotros y con otras familias. 
Paralelamente llevaba una vida igual que la de cualquiera persona de mi edad. Pero, a la vez, empecé a sentir que eso no era suficiente. Tenía un cierto vacío que me decía que eso no era lo que realmente me llenaba. Así que empecé a buscar lo que me causaba más felicidad, más alegría. Y pasando tiempo en la iglesia y con las hermanas, empecé a descubrir que estar allí con ellas, era lo que me causaba plenitud. Sentía que era un salir de mí misma para alcanzar algo distinto. Para abrazar a otros. Para donar algo de mí misma. 
Fue ahí cuando comencé a preguntarme si Dios me había llamado a ser religiosa. Y yo misma me contestaba que no, imposible. Pero en ese momento tomé la decisión.

Se puede decir que su juventud era igual que la de cualquiera de su edad. 

Totalmente. Una vida propia del Caribe. Salíamos de fiesta, a bailar, al cine y nos encantaba ir a la playa.  Sin nada extraordinario.

En aquel momento tenía 22 años, ¿qué le dijo la gente que la rodeaba?

Yo estaba estudiando Derecho en la Universidad Católica, y cuando tomé la decisión de irme al convento fue todo un shock para mis amigos de la universidad, los de fuera de ella, e incluso para los miembros de la iglesia. Les parecía rarísimo. Pensaban que estaba fuera de órbita. Pero tomé la decisión de ir al convento. Probar como me haría sentir. Les dije que si alcanzaba lo que buscaba, me quedaba. Si no, a los 15 días, regresaba. Y ya no volví. 

Realmente sí estaba convencida y supongo que ya todos los que la conocen lo asumieron. 

La vocación en la vida de Dios es algo que interpela a muchas personas. Unos lo aceptan y se alegran contigo. Otros, todo lo contrario. Por suerte en el camino he ganado muchos amigos. He perdido otros. Pero los que son de verdad se han quedado y me han acompañado en mi proceso vocacional. 

¿Qué recuerdos tiene de sus inicios?

Mis primeros años fueron en Venezuela. La vida religiosa tiene varias etapas. La primera es un Aspirantado que gira alrededor de ese deseo que tienes de querer algo de Dios. Una forma de discernir el proyecto de Dios y tener la adecuada formación que nos disponga a seguir a Cristo con espíritu generoso y pureza de intención. Recuerdo que esos inicios fueron muy difíciles ya que consisten en desprenderse de lo que es propio tuyo. De tus gustos, de tus cosas materiales, de las cosas que amas. Es un proceso para demostrar que si estás en la vida religiosa no es una elección porque “no tenías nada más que hacer”, o porque tuviste una desilusión amorosa. La vida religiosa es mucho más. Es una opción de vida que, aunque ames todo lo que tenías –desde familia a amigos pasando por un novio- encuentras algo que es mucho más grande que eso. Pero también recibes mucho más.Las primeras fases no son fáciles, pero también son muy hermosas, ya que descubres un nuevo mundo que Dios te está ofreciendo. 

Esa tan solo es la primera fase de la formación en la vida religiosa. 

Tras el Aspirantado, llega el Postulantado, durante el que participamos de las actividades del noviciado, junto a otras mujeres que compartimos los mismos ideales; el Noviciado que es el periodo de la verdadera iniciación religiosa, y el Juniorado. Esta última es una etapa que abarca seis años: desde el final del Noviciado hasta los votos perpetuos y está dividida en dos periodos: dos años de Juniorado Intensivo en el que se cultiva la formación religiosa y apostólica. Y los cuatro años siguientes en los que la Juniora tiene la oportunidad de experimentar y vivir plenamente la vida y ministerios propios en una Comunidad. 

En toda esta etapa de formación, ¿tuvo dudas?

Sí, tuve dudas. Y creo que aquellas que elegimos la vida consagrada, las dudas nos acompañan hasta el último momento. La misma humanidad tiende a lo terreno. Siempre te preguntas si te habrás equivocado. Si no era eso lo que tenías que haber elegido. Pero a la vez, con cada duda, a mí me aparecen millones de confirmaciones de Dios que me dicen que estoy en el lugar correcto.

¿Fue en Venezuela donde pasó casi toda esta formación?

Hasta los primeros años del Juniorado. Desde allí me enviaron a la Amazonía Ecuatoriana donde estuve dos años y medio en la misión compartida. Allí viví con diferentes comunidades indígenas. Fue una experiencia maravillosa. La mejor de mi vida. Un regalo de Dios.

Y desde la Amazonía a Celanova. ¿Cómo ha sido la llegada?

Aquí llevo dos meses con mis hermanas Gladys Carrión, de Ecuador, y Josefina Vilches, de Venezuela. Justo los cumplió el jueves 15. Desde el primer día que llegamos comenzamos un proceso de adaptación cultural en todos los sentidos, pero hemos recibido el cariño de todos los vecinos de forma impresionante. De ellos hemos recibido cariño, acogimiento, alegría, oraciones… Celanova es un lugar muy especial, con este monasterio que es una riqueza para la humanidad. Y con el tesoro más grande que puede tener un lugar: su Sagrario. Toda la majestuosidad que encierra algo tan pequeño y a la vez tan grande. Celanova es preciosa, aún lo estamos conociendo y estamos encantadas.

Para usted, ¿qué es lo más reconfortante de haber elegido este camino?

Creo que la donación de la persona misma. La vida consagrada no es una consagración para ti. No se trata de que tu persona, sino que tiene un sentido de plenitud, de abrazar la humanidad. Todo lo que hacemos, todo lo que vivimos, no lo hacemos para nosotros mismos. Lo hacemos para otros. Para servir a Jesús, para acompañar a la gente de la iglesia en la que estamos, para guiar a otra gente en nuestro camino… La satisfacción más grande es saber que lo que haces no es para ti, es para el bien de otros. 

En la actualidad, hay voces que dicen que la Iglesia está en declive. ¿Qué opina sobre ello? ¿Qué pueden hacer desde su posición?

Creo que la Fe no es una imposición, sino que nace del corazón. Entonces lo que podemos hacer los cristianos es dar testimonio de nuestra vida. Creo que el testimonio es lo que anima a otros a vivir la fe. Eso sí, tiene que ser coherente y alegre. De lo contrario no le va a decir nada a la vida del otro. 
Una forma de acercarse es también mostrando la cara más cercana. Usted lo hace a través de redes sociales.
Es una experiencia muy bonita, la de mostrar a Jesús desde las cosas normales, desde la cotidianidad.

¿Cómo se le ocurrió abrir su cuenta de Instagram?

Era una red social que ya usaba antes de entrar al convento. Nació como una iniciativa de la pandemia, estando totalmente encerrados. Comencé haciendo vídeos muy cortitos sobre la vocación, contando en qué consistía la llamada de Jesús. Visto que a la gente le gustaban mucho, empecé a subir vídeos a YouTube más largos. Luego, dominicalmente, hacía una reflexión del evangelio. Acabé dándome cuenta de que compartir la vida consagrada era una forma de compartir nuestra vida. Muchas veces se cree erróneamente que la vida religiosa es de otro Planeta, rarísima, lejana… pero no, está llena de mucha alegría, es hermosa. Por supuesto tiene momentos malos, pero ¿en qué vida no los hay?

Con todo ya cuenta también con un gran número de seguidores, ¿también “haters”¿

La verdad es que no estoy pendiente del número de gente que me sigue. Sí que cuando me lo dicen me sorprende. El contenido es simplemente para que escuchen algo de Dios y compartir la vida. Pero sí que he recibido muchísimos mensajes de cariño y ánimo. Que les reconforta ver una monja joven y contenta. Incluso un par de chicas entraron a la congregación por este medio. Y, por supuesto, también hay gente que hace comentarios ofensivos y fuera de lugar, pero creo que para ellos, se pasa página y ya está. 

A modo resumen, ¿cómo es su día a día?

Son rutinas que llevamos a cabo todas las hermanas de la congregación. Nos levantamos temprano, hacemos nuestras oraciones de la mañana, realizamos el trabajo encomendado como atender a Sacristía, visitar enfermos, ir a la residencia San Carlos y realizamos los quehaceres diarios de cualquier persona: lavar, cocinar, recoger, leer…
Ya por la tarde, tenemos nuestros momentos de oración comunitaria y, a las 18,30 horas en el monasterio exponemos el Santísimo Sacramento con nuestro momento de la oración. Y luego tenemos nuestros momentos de compartir, de más oraciones entre nosotras. Y toca descansar. 

¿Algún mensaje para nuestros lectores?

A los jóvenes que sientan inquietud en la vida religiosa o sacerdotal que se animen a preguntar. A dar un pasito, aunque solo sea por curiosidad, que descubran en que consiste esta vida y preguntarse si Dios los llama de una manera más íntima. Y que tengan en cuenta que ser religiosa o sacerdote no implica un aislamiento del mundo, decía Juan Pablo II que se puede ser joven, moderno y a la vez cristiano. Ese es el mensaje que tenemos que tener presente. Y que en ningún caso se pierda la identidad, sino que se refuerza y se alcanza la plenitud.

En detalle

1. Un libro.

- “Historia de un alma”, de Santa Teresita del Niño Jesús.

2. Un estilo musical. 

- Me gustan todos los géneros musicales. Escucho cantantes de música católica, pero por supuesto también música clásica y tradicional de Venezuela.

3. Un hobbie.

- En mis ratos libres me gusta pintar y toco la guitarra. Me gustan las artes. 

4. Un recuerdo de su niñez.

- Los juegos con mis hermanos en mi casa en San Antonio de los Altos, Venezuela.

5. De mayor quería ser…

- Veterinaria o diseñadora de moda.

6. Un viaje pendiente.

- Me encanta viajar y cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo, lo hago. Incluso antes de entrar en el convento. Ahora mismo, me encantaría ir a Francia, el lugar donde nace nuestra congregación.

7. Un lugar para perderse. 

- El sagrario.

8. Pierde la calma con…

- La indiferencia de la gente ante el sufrimiento del otro, ante las necesidades ajenas, ante el dolor…

9. Recobra la calma con…

- Con la oración. La oración es el método para tranquilizar el alma, para volver a conectar con lo divino y serenarse.  

10. Un sueño.

- El cielo. Desde que entendí la importancia de la vida en Dios, sueño con el cielo. Con que un día pueda ganarlo

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