Churry Silva, el circo como patio de juegos de la niñez

Tras el nombre de Churry Silva se esconde una larga saga familiar procedente del mundo del espectáculo circense, siendo el Circo de los Muchachos su primera escuela y su tío el Padre Silva. Reconocido y afamado en todo el mundo con su compañía Ale Hop, ha recibido reconocimientos internacionales por su trabajo. El día 27 presentará en el Teatro Principal de Ourense el estreno de la producción “Kochambre”, con la que celebra el cuarenta aniversario de su trayectoria profesional en el circo, el teatro, la dirección escénica y la producción.

Comencemos por lo último: “Kochambre”, ¿qué nos vamos encontrar en este espectáculo?

“Kochambre” tiene un fuerte componente autobiográfico ya que representa la suma de 40 años de trabajo en los que he ido recopilado material y lo he metido en un baúl guardándolo para algún día subir a un escenario. Y ha llegado ese día. Se trata de un espectáculo que no solo es circo –yo ya no estoy para destrezas acrobáticas y malabares, ni lo pretendo-, sino que pasa por acercar al público una pieza más íntima, de clown, de payaso gestual, de teatro imaginario, de manipulación de objetos, de recuperación de números clásicos que siempre quise hacer, e incluso de vodevil, ese teatro cabaretero de principios del siglo XX. Es el cúmulo de cuatro décadas de trabajo que conforma todo un universo producido por Ale Hop & Eklecticum Producciones que da comienzo a una gira que tendrá en el Teatro Principal su estreno los próximos días 27 y 28 de octubre.

¿Por qué el nombre de “Kochambre”?

A ese conjunto de cosas mugrientas, viejas y estropeadas que significa “cochambre”, yo le doy una vuelta y con una “k” la convierto en una palabra más rotunda incluso estéticamente hermosa, dejando de lado su significado, por su sonoridad. Y el espectáculo es una suma de esas cosas, pero vistas desde su lado más luminoso y bello.

Este es un espectáculo más íntimo y cercano con el público.

Y totalmente artesanal. No solo porque yo sea el director, productor y protagonista, y Alejandra Oviedo la ayudante de dirección y realización externa, sino porque la escenografía, creación del personaje, la banda sonora –del gallego Pedro Pascual-… han sido hilvanados y cosidos con todo mimo y delicadeza.

Pero supongo que algún hueco a la improvisación siempre hay que dejar. 

Con los años, de alguna manera, si no lo cuidas, siempre se va a ese punto. Al trabajar con público es necesario y nunca sabes lo que va ocurrir. Además, a veces cambio el orden de cosas, aparece alguna nueva propuesta…

Que sea Ourense el punto de inicio no es casualidad. Creo que los lectores ya intuyen que su apellido “Silva” viene de una gran familia que fue el germen del Circo de los Muchachos.

Es que yo nací para el circo y para ser payaso creo que mi carrera así lo abala. Y Churry también es un buen nombre de payaso (risas). Soy hijo de Marisol Silva, hermana del Padre Silva, descendiente de los Feijóo de Vilanova dos Infantes, Celanova. Una saga familiar que comenzó alrededor de 1800 en el mundo circense. Con estos antecedentes, llega un momento en el que el Cura (como le llamábamos todos cariñosamente), mi tío, empieza su propio recorrido creando el Circo de los Muchachos. Un proyecto pedagógico e incluso diría de tipo social, vocablo que entonces no se empleaba y existía y puede que fuese el primero proyecto de circo social en el mundo. Un circo que se profesionalizó y llevó el nombre de Ourense por toda la geografía. Y en todo ese universo, el tener un circo tan cerca, solo podía traer cosas buenas y, a pesar de que a mis padres no les hacía mucha gracia que fuese un “niño de circo”, acabaron dándose cuenta de que no se me daba mal del todo. Así que, tras (intentar) estudiar –era muy malo y se me daba mejor dar saltos que abrir libros- comencé en Benposta y luego continue en el Institut del Teatre de Barcelona.

¿Cómo se aprende a ser artista de circo?

Cuando yo empecé solo existía una escuela de circo la Rusia y la de los Muchachos. Así que estaba claro dónde yo iba a empezar mi formación. Con 12 años es fácil “moldear” a un chico para que se forme. Empecé con técnica, equilibrio, acrobacias, cama elástica y el mundo de los payasos, que se me daba bien. Fui cogiendo el gusanillo de lo gestual, así que mis padres me animaron a viajar a Barcelona, como te comentaba, en donde me diplomé en teatro gestual, mimo y Pantomima. Paralelamente seguía en el circo que estaba instalado en Madrid. Tras una gira en el 83 por Alemania, decidí dejar el circo y formé Ale Hop, la compañía en la que llevo casi 38 años con Alejandra Oviedo, codirectora de la compañía, también exintegrante del los Muchachos y mi compañera de vida.

Con la base en el Circo de los Muchachos, supongo que sería toda una referencia.

Teníamos una formación técnica muy buena. Salir de los Muchachos era ya un reconocimiento. Éramos tres los que montamos la nueva compañía y éramos los “amos” en Madrid en los 80 por el “nivelazo” que teníamos.

Aunque la gente nunca se lo para a pensar, la formación es imprescindible también en el mundo del circo.

Debes tener una formación técnica básica y luego seguir trabajando en especialidades artísticas diferentes. Ser constante y estar con gente referente de este mundo. De ellos es de quien más se aprende. Y abrirte a un abanico de cursos y talleres de todo tipo. Desde diseño vestuario, caracterización, danza, música o atrezo y prototipos mecánicos.

Casi 40 años que comenzó en el mundo del circo. Entiendo que, como todo, también ha evolucionado mucho. 

Paralelo al despegue de Ale Hop empezó a surgir en Europa un nuevo movimiento conocido como Nuevo Circo, en el que ya no eran solo carpas, sino que también se hacía circo en teatros, en salas, en opera, en danza y claro está en la calle. Y nosotros fuimos precursores en Madrid de este nuevo tipo de circo en el 84. Empezamos a crecer y evolucionar haciendo ese circo que sabíamos hacer, pero con una puesta en escena más cuidada y teatralizada adaptandonos a salas.

Y también apareció el término “clown” parece que el término americano sonaba mucho más moderno. Pero nosotros ya hacíamos espectáculos de calle mezclando artes de calle, circo, payaso… y fuimos evolucionando. 

¿No teme entonces que en estos “nuevos tiempos” acabe desapareciendo?

Igual el que está en carpa, el clasico corre más peligro. Ahora mismo, tras la pandemia, están pasando una etapa mala. Pero porque no se actualizan y renuevan y eso es fundamental. El problema es que el circo no es solo “alguien gracioso y cuatro malabares”. No hay que confundirse. Para crear un espectáculo hace falta mucho más. Formación, ilusión, ganas, empatía, creatividad y esfuerzo… el que no lo hace así lo que está es perjudicado a este sector en general. El circo si se hace bien siempre será… ¡el mayor espectáculo del mundo!

Usted confiesa que siempre reivindica el término “payaso”. 

Totalmente. Mucha gente te dice eso de “yo no soy payaso, soy clown”, que suena como más fino. Pero ser payaso es mucho más que una nariz roja, la poética del payaso aún tiene mucho que enseñarnos. La risa nunca pasará de moda y siempre será necesaria. ¿Y qué puede haber más bonito?

Ale  Hop es un referente circense en España y en Europa. ¿Cuál es el secreto?

El cuidado, detalle y cariño que damos a cada creación que construimos y se nota en nuestro universo, en nuestra especial identidad. Hacemos espectáculos de mucho detalle. Y lo van a ver en “Kochambre”… “montonera pa’un delirio”. Como cada cosa que aparece, cada gesto está pensado y buscado para ese momento exacto, para ese instante imaginario y poético.

Muchas veces se habla del circo y pensamos en los y las más pequeños de la casa. Pero yo soy de las que no piensa así. En este momento más que nunca, un buen espectáculo puede ser la “cura para el alma”.

No me gusta encasillar los espectáculos. Lo que queremos es que padres e hijos lo pasen bien. Se rían, se olviden de su día a día por un momento. Que vean el espectáculo con ese brillo en los ojos que te dicen que están disfrutando.

En su larga trayectoria también ha recibido numerosos premios.

Fui distinguido con el Premio del Jurado en el Festival Internacional de Dirección de Circo de San Petersburgo y con el galardón del público, junto con mi compañía, en el Festival Mundial de los Payasos de Ekaterinburgo, ambos en Rusia. Son un reconocimiento que te animan a seguir y que te dicen que estás haciendo bien las cosas.

Aunque a mí ya me ha convencido, ¿por qué no podemos perdernos “Kochambre”?

Es una fábula silente que el público curioso entenderá y disfrutara de principio a fin,y un poco homenaje a los espectáculos que veía en Barcelona y Madrid a principio de los 80 cuando comencé mi andadura profesional. Quería rescatar aquella esencia. Que el público disfrute y que no tengan que dale demasiadas vueltas a la cabeza de lo que quiero o no quiero contar. Todo es muy visual acompañado de escenas increíblemente mágicas, llenas de mística y sobre todo muchas risas, no nos olvidemos que lo que soy es un payaso cotidiano que en Kochambre me presento solo en mi esencia, a cara limpia, sin estereotipos que me molesten…sin trampa ni cartón.

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