Opinión

"Y no hay remedio"

Está todo el mundo perdiendo el norte o soy yo que, después de estudiar, investigar y dar clase durante más de 25 años, una asignatura denominada Historia Contemporánea de España, no he asimilado nada de lo aprendido y sigo creyendo que, todavía, no he madurado como ser humano y sigo estando en una asamblea estudiantil de los años setenta preñada de postureos típicos de la moda que corría por aquel "romántico" tiempo, de infantiladas varias llenas de irreales y totalitarios pensamientos y de narcisistas y desmadrados egos adolescentes, buscando celebridad, sexo y aventuras? Esta larga pregunta que encabeza hoy mi reflexión viene a colación por las severas críticas que, desde la prensa tanto de derechas como de izquierdas, le están cayendo injustamente a una seria, responsable y trabajadora magistrada como es Carmen Lamela Díaz. 

A los españoles –tanto los que así se definen como también los otros, los que odian esa definición- nos falta sensatez y memoria. Por faltar, también nos falta rodaje social democrático, eso que los británicos tienen de sobra y que denominan "fair play"; o sea, saber jugar limpio en todas las vicisitudes de la vida. Seguimos con nuestra congénita intransigencia, nuestro nepótico y corrupto tribalismo, nuestra pésima educación, nuestras fatales improvisaciones hijas de la desidia o la indolencia, nuestra visceral falta de respeto por quien creemos que "no piensa como debe", nuestra arrebatadora tendencia por destruir de repente todo lo que hemos construido y querer empezar por un desconocido “reinicio”, sin medir para nada las consecuencias de ese acto pueril de total ruptura, etc. También hay que decir que hemos ido progresando económicamente mucho, saliendo de un auténtico marasmo tercermundista desde el “opusdesino” Plan de Estabilización de 1959 y, sobre todo, desde lo que a continuación éste logró y se denominó más tarde "Desarrollismo". El turismo, la enorme oleada migratoria interior y exterior (Cataluña, País Vasco y Europa) y lo que estos dos fenómenos ocasionaron con el amplísimo efecto locomotora que conllevó la construcción, nos fue cambiando a todos para mejor poco a poco. 

Todo ello se acentuó a partir de los ya citados años setenta, donde la descomposición de una vieja y cruel dictadura y su rápido, consensuado y posterior reciclaje en un Estado de derecho -de un auténtico Estado constitucional-, acentuó si cabe mucho más ese “desarrollismo”. Al conseguir, por ejemplo, que la mayor parte de los emigrados exteriores retornaran a su origen, estableciéndose en él y pudiendo formar, universitariamente, a toda una generación de españoles que, por cierto, una buena parte de los mismos ahora quiere olvidar estúpidamente todo este largo y esforzado proceso histórico hasta aquí relatado. 

Poco después y gracias a la coyuntura mundial y, todo hay que decirlo, a los gobiernos socialistas, en el decenio de los ochenta, España fue aceptada para formar parte de la Unión Europea. El Estado español en este período logró lo que nadie podría haber soñado unos decenios antes: consolidar un auténtico Estado providencia; es decir, lo que popularmente entendemos como un verdadero Estado del bienestar y, además, ser situado en el contexto internacional como uno de los seis países más avanzados de Europa. 

Ahora, en estos aparentemente brumosos momentos de nuestra historia, con el precipitadamente buscado problema catalán, ocasionado por la estrambótica y rupturista conducta de un partido como "Convergència Democràtica de Catalunya", actualmente denominado PDeCAT que, como debemos recordar, aprobó y hasta ayudó a redactar la Constitución que rige y que ahora pretende destruir, empujado por una alocada huida hacia no se sabe dónde, al sentirse cercado por la justicia con los escándalos de la “Sagrada Familia” del honorable Sr. Pujol y la corrupta política del Tres per cent de todos estos casi cuarenta años de su gobierno autonómico. Amén de haber comprobado que su argumentario político estaba completamente obsoleto y finiquitado. Huida, digo, hacia ninguna parte de este partido y sus nada concordantes socios coyunturales, incluida la extravagante estadía Erasmus en Bélgica de estos días de su no elegido expresidente Carles Puigdemont, “hombre de paja para todo” de su amo el Sr. Mas, “periodista” sin título universitario alguno y que pone el chiste final a toda esta chusca astracanada que, y esto es lo verdaderamente triste de todo este estulto embrollo, repercute peligrosamente en una nación como la española que está saliendo con muchísimo esfuerzo de una auténtica y generalizada crisis económica y que, además, posee por desgracia escaso rodaje democrático y excesivas y pulsionales pasiones. 

Lo del 23-F no fue más que un efectista y eficaz autogolpe del que yo no dudé desde el primer momento -seguí mi paseo vespertino y dormí plácidamente a las once como siempre aquel lejano día-, y del que, por cierto, hoy ya casi nadie duda. Lo que está pasando en estos momentos históricos en España es mucho más peligroso, verdaderamente desestabilizador. No está preparado para reforzar el régimen democrático salido del 78 sino para torpedearlo completamente. Y todo por culpa de la histriónica y desquiciada política de los exrepresentantes de la soberbia y elitista burguesía catalanista que ahora, curiosamente “por las pelas”, los ha abandonado y hasta los aborrece por hijos díscolos y desobedientes al haberse asociado, obviamente contra natura, con una radical Esquerra Republicana de Catalunya políticamente errante desde su “masónica” fundación en marzo de 1931, llena hoy de una buena y heterogénea representación de la segunda generación de los esforzados españoles que fueron a levantar, con sus manos, Cataluña en aquellos años del “Desarrollismo” citado -y que, por cierto, esa engolada burguesía que habla un “idioma” catalán inventado por Pompeu Fabra los denomina despectivamente xarnegos-, con graves y viejos problemas de duro desarraigo, sublimando psicológicamente éstos por medio de unas posturas extremas de catalanismo a ultranza y dirigida por un, encarcelado hoy, meapilas de los de misa semanal -si es posible en Montserrat- y cofrade de las procesiones de Semana Santa. 

Sin olvidar, entre otros asociados del tándem Mas-Puigdemont a esos inefables "Nietos de la Guerra" o “Generación de la Crisis” de la CUP. Con una mayoritaria porción de sus asamblearias bases compuesta por autodenominados anarquistas que todavía no han leído a Godwin, Stirner, Thoreau o Bakunin y esto lo digo porque lo sé, conozco a unos cuantos, y que, además, ahora, para completar su visceral y estrambótica ensalada mixta cerebral se definen también "independentistas". En estas estamos. Y, como apostillaría Francisco de Goya para darle título a este desolador aguafuerte: “Y no hai remedio”.

Te puede interesar