En los albores del alumbrado eléctrico auriense

Más! y ¡más!... Era vertiginoso. Sin embargo, aún se estaba en los albores. La EXPO universal de 1889 en París, pertenecía al vapor. De repente, a la caldera en diez años le sucedía la dinamo. Y llegaba la electricidad para sobrepujar los colosales adelantos que existían. Mientras España permanecía expectante, Alemania y Bélgica ya producían electricidad a un coste barato; entre otras cosas, gracias a la explotación racional de los ríos. El fluido eléctrico, enseguida, desbancaba al gas no solo en el alumbrado público sino en otras aplicaciones (medios de locomoción, maquinaria...).

Hoy es el colapso. Pero en 1890, en nuestro país no había más que 37 poblaciones con luz eléctrica. El gas todavía iluminaba la mayoría de las calles. En Galicia, sin ir más lejos, la ciudad del Lérez era la única que disponía de un alumbrado que ni producía humo ni malos olores, gracias a la Sociedad de Alumbrado Eléctrico de Pontevedra. Claramente, es en el último decenio de la centuria cuando, en el territorio español, la electrificación alcanza una verdadera eclosión. El Ourense finisecular, en este sentido, tampoco es una excepción. Y en 1895, inaugura el alumbrado eléctrico público.

En 1890, en nuestro país no había más que 37 poblaciones con luz eléctrica. El gas todavía iluminaba la mayoría de las calles

En marzo de este mismo año, presidiendo el ayuntamiento Ricardo Novoa, la Junta municipal, le concede a Conde Valvís un terreno de 1800 metros cuadrados en el campo de los Remedios para edificar, en él, una fábrica de la luz eléctrica. El alaricano, nacido en la casa solariega de Valverde de Allariz, era un abogado, que había hecho fortuna reflotando el negocio familiar. Ahora, viendo que la electrificación llegaba para quedarse, cree que es el momento de invertir en el sector eléctrico. Tenía la certeza de que Ourense era pródiga en recursos. “La naturaleza había dotado a la provincia de una fuerza potente -decía en uno de los estudios que hacía- barata y abundante: el agua”. Claro que, para explotar semejante riqueza, consideraba imprescindible que todos los gobiernos, y, más que ningún otro, el local, apoyase la iniciativa privada. Con tales premisas no sería un ideal inasequible que Ourense, saliese, rápidamente, de su evidente atraso. El porvenir del fluido eléctrico le daba la oportunidad de convertirse en un emporio floreciente de importantes industrias.

En este escenario, crea la Sociedad Conde Valvís y Cª. Luego, tras hacerse con la concesión del alumbrado eléctrico de la capital ourensana, le solicita, al gobernador civil, permiso para aprovechar 1080 litros de agua por minuto de las aguas del río Miño. Con ellas podía alimentar, sin grandes dificultades, los aparatos de condensación de las máquinas de vapor que accionarían las dinamos productoras de electricidad. Alejandro Cerdá - jefe ingeniero de Obras Públicas de Pontevedra-, adjunta los planos en el que detalla la toma, conducción y desagüe. La idea era instalar una bomba de agua worthington en el margen izquierdo del río, a espaldas de la fábrica, emplazada en el Campo de los Remedios.

Con celeridad, se agilizaron las obras del edificio. Entretanto, se hacía el tendido del cable por la ciudad. En la calle Alba y en parte de Progreso, ya se habían fijado, en abril, las columnas que sostendrían las lámparas. Y, al mes siguiente, tras la concesión de la toma de aguas para alimentar los condensadores de la maquinaria, se hacían los preparativos para alojar la caldera de vapor. Había generado una gran expectación. Todo el mundo quería ver como ocho parejas de bueyes y dos mulos introducían la maquinaria que pesaba 22 toneladas en la fábrica. Al final, los técnicos tuvieron que cancelar la operación por miedo a que el piso no soportase la carga. Aun así, coincidiendo con la festividad de Corpus se inauguraba el alumbrado eléctrico. La dinámica espacial del tendido era similar al de otros núcleos urbanos. El cambio tecnológico se hacía de manera gradual. Se comenzó primero por la iluminación de la Plaza Mayor -en poco tiempo Conde Valvís reemplaza las primeras lámparas por otras con sistema Edison que, además de ser más eficientes, arrojaban más luz-, de las calles concurridas - realiza un contrato con el alcalde de Canedo para llevar la luz eléctrica a la estación de ferrocarril-, o de las zonas de esparcimiento -los jardines de Posío lucían seis arcos voltaicos y otros espacios de ocio quedaban iluminados con lámparas de 16 bujías-. Luego, casi de manera simultánea, se electrificaba la planta baja de la Sociedad Liceo Recreo en la que se colocaban lámparas para la garden party -fiesta al aire libre- que se celebraba en el jardín; o los edificios públicos… Por último, el concesionario Conde Valvís, visto el interés de las familias burguesas por tener luz eléctrica en los hogares, se propuso establecer una red independiente para instalaciones de particulares.

A finales del XIX, gracias a Conde Valvís y Cª - la compañía, en 1905, pasa a formar parte, de la Sociedad Eléctrica de Orense, si bien opera como Conde Valvís y Cª S. en C-, los ourensanos se habían familiarizado con la electricidad. Le ganaba terreno al gas, primero, en el alumbrado público; luego, cuando se abarató, con el tiempo, lo fue desbancando, incluso, en el uso doméstico. Tal revolución tecnológica, pues, se encontraba aún en los albores… En la actualidad, asistimos a algo similar. Ayer se electrificaba; hoy, se digitaliza todo. Con certidumbre arrogante, entonces, podríamos decir que, nosotros mismos, vivimos hoy, al igual que antaño, en los albores de una nueva revolución… la digital.