Opinión

Argentina o la apuesta por el esperpento

Javier Milei, líder de La Libertad Avanza.
photo_camera Javier Milei, líder de La Libertad Avanza.
Después de Evita Perón, apareció una nueva religión caótica y pasional con un dios ruidoso: Diego Armando Maradona

En el imaginario colectivo de la opinión pública mundial Argentina figura como uno de los países más cultos, pero donde Argentina brilla de una manera especial es a la hora de situarla en el retablo de las naciones más esperpénticas y pintorescas de la tierra desde la mitad del siglo pasado. Exactamente desde el año 1952, fecha de la muerte de la diosa y heroína nacional, Evita Perón. Su cadáver sabiamente embalsamado por el especialista español, doctor Ara, fue mantenido sin enterrar y llevado de una parte a otra hasta darle sepultura en el cementerio bonaerense de la Recoleta veinte años más tarde. Lo tuvieron en el Vaticano y en un chalet del exclusivo conjunto residencial madrileño de Puerta de Hierro en donde vivía su viudo el expresidente argentino Juan Domingo Perón. El matrimonio dio origen al movimiento peronista que contagia desde entonces las posiciones de izquierda y derecha la política del país. 

Después del rocambolesco episodio de Evita, apareció una nueva religión caótica y pasional con un dios ruidoso en el paisaje argentino: Diego Armando Maradona. Su muerte estremeció los corazones de todo el país, sumiéndolos en la desesperación. Los argentino son acabados profesionales de la hipérbole y la magia. Lagrimas de ira quemaron todos los ojos. El culto a Maradona sigue, pero ya tiene un sustituto en la gran religión que es el futbol. Se llama Messi.

En la política, los argentinos con alma de tango y de bolero necesitan siempre algo que perturbe y agite la convivencia. Y ya apareció el nuevo ídolo redentor, se llama Javier Milei y es el vivo retrato de la ultraderecha radical. Encarna el disparate en carne viva, tanto que a su lado nuestro Santiago Abascal podía pasar por Descartes. La explosiva salida de Milei a escena tuvo lugar el pasado día 13 de agosto cuando en las votaciones primarias para elegir los candidatos para disputar las presidenciales que se celebrarán en Argentina el próximo 22 de octubre. Javier Milei, como líder del partido Libertad Avanza, con el 29,86% de los votos encabezó los resultados. Le siguieron, la candidata de la derecha tradicional, Patricia Bullrich y el actual ministro de Economía, Sergio Massa, un peronista tibio situado en un centro izquierda.

Javier Milei es un economista ultraliberal de 52 años, más que economista es un polemista provocador, que da mucho juego en debates, tertulias y conferencias. Si usted imagina una idea reaccionaria que puede encajar en el ajedrez de la ultraderecha. No se preocupe, por estridente y absurda que sea, Milei la defenderá como un dogma de fe. Incluso llega a ver con buenos ojos la compraventa de niños. Para Milei en el mercado libre debe caber todo, también la venta de órganos. En un país que tiene 7.500 pacientes esperando un trasplante de órganos se acepta este dislate porque favorece a los ricos, aunque la riqueza está en caída libre y la pobreza al alza. Las estadísticas más fiables dicen que el 40% del país sobrevive en los círculos de pobreza y la inflación galopante hasta el pasado mes de agosto se situó en el 124, 24%. Una barbaridad. Las recetas de Milei para neutralizar estas cifras agobiantes, es: “eliminar el Banco Central y la emisión de moneda, suprimiendo al mismo tiempo la clase política parasitaria. Un perfecto outsider antisistema. ¡Quien da más! Es negacionista absoluto del cambio climático y defensor sin restricciones de la venta y posesión de arma. En su lógica delirante, piensa y defiende que la abundancia de armas contribuirá a que bajen la violencia y los crímenes, una lacra en ascenso.

En general, la opinión publica le ve como un provocador excéntrico, pero le votan, especialmente los jóvenes. Viste casi siempre un traje negro a rayas, tiene una mirada penetrante y una abundante cabellera en calculado desorden.

En la diana de sus insultos, figura en lugar destacado el papa Francisco, Jorge Bergoglio, a quien considera un “asqueroso comunista”, no considera que sea el representante de Dios en la tierra. Cree firmemente que es el representante del Maligno y que favorece las ideas comunistas. Grita que la llamada justicia social es una aberración e incluso defiende que la redistribución de las riquezas es un acto violento. Como no, se declara admirador de Donald Trump y de Bolsonaro, aunque en ocasiones llega a pensar que son demasiado tibios. Durante toda la campaña se viene comparando con un león cuyo objetivo es  despertar a otros leones  y no a guiar corderos. Curiosamente está a favor del consumo de drogas. Sobre esto escribe: “Quien somos nosotros para decirle a alguien si se droga o se suicida, siempre que lo haga con sus propios medios y no con la ayuda del Estado.”

Los politólogos más sensatos se preguntan: ¿Cómo un tipo de ese perfil ideológico y humano puede tener un éxito electoral tan llamativo? La respuesta más simple es que estamos en Argentina, eso puede explicarlo en parte, pero el fenómeno es más complejo. Nadie como él domina el discurso político a través de las redes sociales, su presencia es constante en YouTube y en TiKTok.  Esos son los escenarios donde ha fraguado su éxito. El candidato Milei tiene el asesoramiento de Fernando Carimedo, un referente de la comunicación digital para la derecha sudamericana.

Los ejes de sus discursos son de corte machista y profundamente antifeministas. Le gusta visitar los barrios considerados como cuarteles generales del peronismo en donde cosecha un notable apoyo.

Le acompaña en la candidatura como vicepresidenta Victoria Villarruel, una fanática impulsora de los ejes más conflictivos del partido Libertad Avanza. En las ultimas semanas han sacado el tema más controvertido y vidrioso. Niegan que hubiera torturas y terrorismo contra los movimientos de extrema derecha durante la dictadura militar de los años setenta y ochenta. Fue una guerra, dice Milei y en las guerras se mana y se muere.

 Si la sensatez de los votantes no lo remedia, Argentina puede caer de nuevo en el abismo del esperpento y el disparate.

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