Opinión

La guerra desbordada

A lo largo de la historia, la distancia entre los combatientes de una guerra, en una batalla, la marcaban las armas empleadas. Si examinamos los aconteceres históricos, desde la aurora de los tiempos el género humano no apareció en este mundo para convivir, sino para pelearse y guerrear. Si hacemos caso a la Biblia, cuando la tierra solo estaba habitada por una familia, dos hermanos se pelearon y uno, Caín, mató a Abel con una quijada de asno. Una quijada de asno fue la primera arma de que tenemos noticia. Desde entonces fue el no parar. La humanidad utilizó diversos utensilios para matarse. La historia de la humanidad es la de un conflicto interminable. Sangre, dolor, muertos y lágrimas. De la quijada pasaron a los cuchillos, a las espadas, a las flechas, a las lanzas, al aceite hirviendo y después, ya muy avanzados los tiempos, llegó la pólvora y la metralla y nos encontramos con las pistolas y toda la gama de fusiles y subfusiles, múltiples variedades de cañones y tanques. Cuando sobre la tierra había toda clase de armas llegaron los aviones de combate y otros utensilios voladores. Y recientemente los drones, sin aludir a los utensilios atómicos. La carrera armamentista no tiene fronteras y a todos los avances tecnológicos se les buscaron aplicaciones bélicas.

En la vertiginosa escalada armamentista, ahora hemos dado con el agua como instrumento para el combate. En Ucrania, donde ahora se acumulan todas las desventuras y tragedias de la guerra. Uno de los países beligerantes ha provocado un descomunal desastre ecológico al derrumbar el muro de contención de la presa de Nova Kajovka y facilitar la salida de una tromba de agua apocalíptica que está inundando a su paso ochenta núcleos poblados de los que sus habitantes huyen despavoridos viendo cómo el en otro tiempo pacífico río Dniéper arrastraba violentamente sus casas y ahogaba sus cosechas.

La presa está situada en la línea del frente que separa las fuerzas rusas y las ucranianas. La central hidroeléctrica Nova Kajovka está situada en el sur de Ucrania. Además del descomunal desastre ecológico y la enorme tragedia humana, la inundación complica la esperada contraofensiva ucraniana al impedirles atravesar el río para atacar a las fuerzas rusas situadas en la ribera izquierda.

El gobierno de Kiev acusa directamente a Rusia de destruir la presa de Kojovka provocando una de las mayores catástrofes tecnológicas de Europa, poniendo en peligro a miles de civiles. El ministro ucranio de asuntos exteriores, Dmytro Kuleba ha manifestado en una rotunda acusación: “que la destrucción de una infraestructura civil es un claro crimen de guerra y por ello pediremos cuentas a Rusia. El presidente del Consejo de Europa Charles Michel profundiza en las declaraciones de Kuleba haciendo a Rusia Responsable.

Por su parte, Moscú responde responsabilizando de los hechos a ataques de terroristas ucranianos. Lo cierto es que la brutalidad de esta guerra no tiene límites. Barrios enteros de Jerson están totalmente inundados, hay zonas residenciales donde lo único que se ve son los tejados de las casas. El presidente Zelensky ha tuiteado que la destrucción de la central hidroeléctrica de Kajovka confirma a todo el mundo de que los rusos deben ser expulsados de todas las esquinas del territorio ucranio. No debemos dejarles un solo metro porque lo utilizan para el terror”.

Por su parte, desde Rusia se trata de minimizar los efectos de esta inundación. Afirman que ninguna ciudad importante ha sido inundada, afirmación que no es cierta, ya que en Jerson son muchos los distritos en los cuales falta el gas y la electricidad.

La presa fue construida en tiempos de la Unión Soviética, exactamente en 1956. El muro tiene 240 kilómetros de largo y el embalse tiene una capacidad de 18 kilómetros cúbicos de agua, además permite refrigerar los reactores de la central atómica de Zaporiyia, según las autoridades de Kiev, el bajo nivel del agua podía poner en riesgo la seguridad nuclear, sin embargo, conviene decir que la Agencia Internacional de la energía atómica acaba de declarar que “de momento no existe ningún peligro. Ni amenaza nuclear”.

Estas inundaciones provocadas por el derrumbe de la presa tienen un gran impacto sobre el curso de la guerra. Si Ucrania había comenzado los movimientos para una contraofensiva como parece, la descomunal crecida de las aguas, la entorpece, ignoro si podrá detenerla, pero lo que es seguro es que se verá obligada a modificar sus planteamientos. Lo veremos en los próximos días. No cabe duda qué el crecimiento y la extensión del torrente fluvial pone en serias dificultades a las tropas ucranianas a la hora de intentar cruzar el río, ya que quedarán muy expuestas al fuego enemigo. Las acusaciones de la autoría siguen cruzándose entre Moscú y Kiev. Nada puede asegurarse con certeza. Los servicios secretos de Londres y Washington que no le quitan ojo a los avatares de la guerra, ignoran quien es el responsable de la complicada acción.

Pero no solo se desbordó la presa con sus trágicas secuelas, después de quince meses del comienzo de la operación especial, la misma guerra está cambiando de escenario, algunas operaciones ya no se desarrollan en Ucrania, se han trasladado a Rusia.

Las operaciones armadas puestas en marcha el pasado uno de junio en la provincia de Belgorod son fruto de un diseño bélico. No se trata de incursiones puntuales o de raids audaces. Se trata de otra escala más importante, son acciones de guerra con ánimo de permanecer y extenderse. Así ha definido los acontecimientos Ilia Ponomarev, jefe político de la legión “Libertad de Rusia”. Pomarev ex miembro de la Duma, acérrimo enemigo de Putin vive exiliado en Kiev desde 2016. Es un fervoroso defensor de la lucha armada para derribar a Putin.

Los ataques en Belgorod sed están llevando a cabo por parte de dos grupos coordinados, por una parte, la aludida Legion de la libertad de Rusia y por la otra, el Cuerpo de voluntarios rusos. En Belgorod, han ocupado ciudades, han protagonizado duelos de artillería, con resultado de muertos y heridos, centenares de refugiados que huyen de las zonas de combate y la captura de soldados rusos.

La guerra está cambiando de escenarios, lo que pone a Putin al borde de un ataque de nervios.

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