Opinión

Guerra de religiones en Ucrania

Funeral por soldados muertos en combate en el cementerio Krasnopilske, en Dnipro.
photo_camera Funeral por soldados muertos en combate en el cementerio Krasnopilske, en Dnipro.

La religión ha entrado de una manera encarnizada en el juego de la guerra de Ucrania. Lo lógico. Así ha sido la tradición a lo largo de la historia. Las guerras de tipo nacionalista siempre desprenden un perfume de religiosidad que acentúa la violencia de una forma determinante, al darle una dimensión sobrenatural invocando directamente a Dios. “Dios lo quiere” gritaban los papas que predicaron y promulgaron las cruzadas y en nombre de esa voluntad de Dios lanzaron a los cristianos a la conquista de Jerusalén. Fueron unas guerras esencialmente religiosas. No solo el cristianismo, las grandes religiones como el islamismo y el judaísmo también tienen un alma belicista. Ocurre los mismo con otras confesiones religiosas esparcidas por el mundo, incluidas las que tienen el pacifismo como apuesta básica. Los monjes budistas se acuchillaron en Camboya con el mismo fervor y la misma pasión que lo hicieron los monjes cristianos del siglo IV a orillas del lago Mariottis, en Alejandría.

En Ucrania, a medida que pasan los días de la guerra con su carga de brutalidad, crece la virulencia de la confrontación religiosa. Ahí la guerra religiosa se libra básicamente entre dos corrientes del cristianismo ortodoxo, aunque ambas corrientes tengan los mismos dogmas y análogas liturgias. Se diferencian en las jerarquías de la estructura del poder, una depende del patriarca Kiril de Moscú y de todas las Rusias; la otra, la encabeza el patriarca Epifanio I de Kiev, patriarca autocéfalo de Ucrania. Ambos mantienen un duelo sutil e implacable.

El patriarca ruso Kiril alimenta de espiritualidad mística los sueños imperiales de Putin. Putin sueña con recuperar la gloria y el poder de Pedro el Grande, Kiril le aporta el espíritu cristiano a esa reivindicación imperial. El ansia de rebobinar la historia por parte de ambos es lo que decidió a Putin a invadir Ucrania. Antes de la guerra, la Iglesia ortodoxa dependiente del patriarca de Moscú tenía 12.000 parroquias, la dependiente de Kiev solo mil. Desde que Rusia invadió Crimea las cosas han cambiado, entre muchos párrocos de iglesias vecinas hay una guerra abierta y, en ocasiones, la dialéctica termina en enfrentamiento a puñetazos y, hay casos, en que llegan a los cuchillos en incluso a las pistolas. 

El padre Dimitri, párroco de la iglesia de un pueblo cercano a Kiev luce una pobladísima barba negra y una amplia sotana del mismo color, se considera un luchador por una Ucrania independiente y para eso lo primero que tiene que conseguir, es una iglesia independiente de Moscú y alineada con la iglesia autocéfala de Kiev. En otro pueblo, cercano a Jurkoc, un párroco se quedó solo durante la predicación ya que los fieles fueron abandonando la Iglesia a medida que avanzaba titubeando argumentos, tratando de comprender la invasión. La postura de los ortodoxos fieles a Moscú se va volviendo cada vez mas difícil. El horror y la muerte que trajo la guerra es imposible de justificar y menos de razonar. El símbolo de la duda lo representa el obispo Efrem, fiel a Moscú, quien se ha quedado sin argumentos ante la presión verbal de gran parte de su clero.

Historias de tensión

Las pequeñas historias de unos sacerdotes y otros se multiplican. Algunas sangrientas. En un lugar te dicen que unos curas de obediencia a Moscú fueron fusilados por militares ucranios por haber facilitado información sensible a las tropas rusas. Y al revés. No solo hay una guerra abierta entre el clero secular sino que ha entrado en los monasterios mas importantes como el de San Miguel de las cúpulas doradas y el de las Cuevas. Los monjes tienen opiniones muy divididas. Las provocaciones forman parte de la vida cotidiana. 

Enterramientos

Otro tema de tensión se da en los entierros. Corre el rumor de que a los soldados ucranios que luchan contra los invasores rusos y mueren en el combate, los sacerdotes fieles a la iglesia de Moscú se niegan a oficiar en sus entierros. Los párrocos que deciden abandonar la disciplina de Moscú para integrarse en el patriarcado de Kiev, reciben todo tipo de amenazas y muchos de ellos, al igual que sus fieles, tienen que ser protegidos por policías locales durante las ceremonias religiosas. El padre Dimitri dice que se alineó con la iglesia de Kiev porque sus fieles no quieren oír sermones favorables a los enemigos rusos que han venido a masacrarnos en nuestras tierras.

Cuando los curas prorrusos abandonan las parroquias de la noche a la mañana, al día los feligreses se reúnen en las iglesias para definir el perfil de sus sustitutos. En la mayoría de los casos, los feligreses optan por un cura alineado con la iglesia de Kiev. Es frecuente escuchar: “No queremos pertenecer a una iglesia de traidores prorrusos”.

En esta lucha eclesial, el obispo Efrem, fiel al patriarca de Moscú. se lamenta de que sus sacerdotes sean completamente excluidos de prestar servicios religiosos al ejército ucraniano. Solo los sacerdotes fieles a Kiev pueden celebrar entierros de militares y acudir a los frentes para bendecir a las tropas. La guerra religiosa se radicaliza cada día más, a medida que crece la brutalidad de la guerra.

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