Opinión

La tenebrosa soledad de Putin

Desfile militar por el Día de la Victoria, en Moscú.
photo_camera Desfile militar por el Día de la Victoria, en Moscú.

La grandiosa estampa reclamaba una pluma como la de William Shakespeare para contar la angustiosa soledad del presidente ruso la mañana del pasado día 9 de mayo, en la Plaza Roja de Moscú, durante la celebración del 77 aniversario de la victoria del ejército soviético sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Putin estaba solo en la tribuna levantada en la Plaza Roja rodeado únicamente por sus generales, mariscales, almirantes y veteranos de la vieja contienda cargados de años y coloristas condecoraciones que apenas cabían en sus disminuidos pechos. No había un solo dirigente extranjero. Los invitados, que los hubo, rechazaron la invitación. Es posible que Putin recordara la frase atribuida al emperador Alejandro III que dice: “Rusia solo tiene dos aliados, su flota y su ejército”

En la plaza, alineados con una estética geométrica lineal estaban sus ejércitos, en menor número que el año pasado, en la baja numérica parece que están reflejadas las bajas originadas por la guerra de Ucrania. Se había especulado mucho sobre el discurso de Putin en esta celebración. Según los kremlinólogos, Putin pensaba proclamar en este día la clamorosa victoria de sus tropas en Ucrania, cuando lanzó sus tanques sobre el país vecino, pensaba anexionarlo en dos o tres días como había hecho con Crimea en 2014. No contaba con la feroz resistencia del pueblo ucraniano. En su discurso lleno de mentiras y evidentes falsedades, Putin solo pudo ofrecer la firme determinación de vencer en Ucrania. La víspera, el jefe del Estado de Ucrania, Volodimir Zelensky también había celebrado con un notable discurso, cargado de lirismo, el aniversario de la victoria sobre los nazis. En aquella época Ucrania formaba parte de la URSS (La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). En ese discurso, Zelensky prometió la victoria a sus compatriotas.

Mientras la ofensiva de las tropas rusas continúa, crecen exponencialmente las víctimas civiles y dentro de Rusia también va creciendo, aunque a menos velocidad a causa de la brutal represión, la resistencia a una guerra que empiezan a considerar absurda, ya que solo implica destrucción, y por lo tanto pobreza, dolor y miseria.

El Kremlin comunicó que, en esta ocasión, no había sido invitado ningún jefe de Estado extranjero. En realidad lo hicieron porque no había nada que celebrar, las tropas rusas no avanzan y en muchas zonas como en Jarkov se ven obligadas a retroceder empujadas por el ejército ucraniano.

No invitaron a jefes de estado extranjeros porque temían recibir un rechazo más evidente y clamoroso que el ocurrido en la celebración de 2015, un año después de la anexión de Crimea y en plena guerra, en la región de Donbás.

Para disimular su aislada soledad, Putin optó por un discurso combativo, pero vacío de contenidos, forzó la retórica belicista, tratando de resaltar las analogías que hay (realmente ninguna) entre la Gran Guerra patriótica de 1941-1945 y el conflicto de Ucrania. “Hoy como ayer, dijo, vosotros lucháis por nuestro pueblo en el Donbás, por la seguridad de nuestra patria”. Evitó citar el nombre de Ucrania, aunque la trágica sombra de Ucrania se proyectaba sobre el estremecedor silencio de gran plaza roja, cuan solo sonaban en el aire las palabras de Putin.

En la parada militar moscovita, los efectos de la guerra de Ucrania, resultaron muy evidentes. Según informa la prestigiosa revista Forbes, hubo un 35% menos de material y soldados que el año pasado. Oficialmente nadie en Rusia resaltó este aspecto, pero a nadie se le escapa que esta disminución de hombres y material es la consecuencia directa del compromiso derivado de la guerra en Ucrania y muy especialmente de las bajas sufridas en helicópteros y blindados. Desde la pavorosa soledad en que se encuentra, Putin acusó a los occidentales de falsificar de una manera cínica la historia de la segunda guerra mundial, incitando a la rusofobia y a la glorificación de los traidores y al desprecio por sus víctimas. Siguió acusando a Occidente de utilizar bandas de terroristas internacionales contra Rusia, bandas que tratan de enfrentar a unos rusos con otros para romper la unidad nacional y religiosa del país con el fin de dividirnos y por lo tanto debilitarnos. No lo lograrán, concluyó.

A la vista de la creciente marea crítica, especialmente entre las élites rusas de la invasión de Ucrania, Putin se está empleando a fondo en justificarla. Asegura contra la realidad de los hechos que hizo todo lo posible por evitar la operación especial sobre Ucrania (sigue sin pronunciar la palabra guerra) y la confrontación con Occidente por todas las vías diplomáticas, pero los países de la OTAN se negaron a negociar porque querían invadirles. Puro delirio y la locura delirante sube al sostener que la operación especial en Ucrania fue una operación preventiva contra los planes invasores de la OTAN. En el afán de rizar el do de pecho del delirio, Putin sostiene que la decisión de actuar en Ucrania fue absolutamente necesaria y la única posible de ser tomada por un país soberano, fuerte e independiente. Rusia se encontraba frente a frente con una amenaza inaceptable.

Solo una tenebrosa soledad como la que sufre Putin explica el drástico retorcimiento del cuello a la evidente realidad de los hechos. Las hostilidades que duran ya más de dos meses y medio están marcando profundamente a Rusia y si el conflicto se prolonga más tiempo, la rebelión interna puede multiplicarse.

Para adornar el cielo de Moscú durante el desfile de la Victoria estaba programado que volaran 8 aviones MIG-29SMT dibujando en el aire la letra Z, símbolo de la agresión militar y del nuevo nacionalismo ruso. Se suspendió el espectáculo aéreo con el pretexto de las malas condiciones climáticas (otra falsedad ya que apenas había nubes).

Son muchos los psiquiatras y psicólogos que analizan lo que puede estar sucediendo en la cabeza de Putin en estos días de soledad y poder. ¡Qué lúgubres pensamientos anidan en su cerebro¡ Varios de sus colaboradores y oligarcas se han ido suicidando en extrañas circunstancias. La alargada sombra de Putin provoca muertes. El futuro de Rusia se presenta inquietante, aunque Putin cultive enloquecidos sueños imperiales.

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