Opinión

Ucrania, dos años de sangre y muerte


Al amanecer del pasado día 24 de febrero se cumplieron dos años desde que el autócrata ruso Vladimir Putin lanzo sus aviones y sus tropas sobre las tierras de Ucrania, comenzando una guerra a gran escala para anexionar a todo el país. Ese día y a esa hora comenzó una guerra sucia, siniestra y sangrante que elevaba a gran escala la invasión de Crimea y la agresión de Donbas en 2014 como respuesta a las manifestaciones de Ucrania pidiendo la incorporación a Occidente y el alejamiento de Rusia. Putin estalló en cólera y fruto de esa colera es la guerra que hemos vivido y estamos viviendo. Cuando lanzó el ataque, no se atrevió a utilizar la palabra guerra, la llamó “operación especial” fruto de la ofuscación y un cálculo equivocado de la realidad. Pensaba y sus consejeros contribuyeron a ese error y a la falsa esperanza de que cuando los ucranios vieran las tropas rusas desfilando por las calles de Kiev, las recibirían con flores y aplausos y en ocho días todo el país brindaría por su integración en la Federación Rusa.

Sucedió exactamente lo contrario. La brutalidad de la invasión avivó con fuerza la identidad nacional. Ucrania cobró una realidad por la que merecía la pena combatir. El presidente Zelenski al que se consideraba un líder simpático y popular debido a su antigua condición de payaso se convirtió en el gran líder de la resistencia y en un diplomático y estadista a nivel mundial, mientras Putin se convertía el villano cruel de la tragedia.

Fueron muchas las voces importantes en el paisaje de la geopolítica mundial que pidieron llevar a Putin ante un tribunal internacional por “crimen de agresión”, “crímenes de guerra” y crímenes contra la humanidad”. Hasta ahora esos procesos distan mucho de abrirse, pero están ahí. No cabe duda de que los ha cometido. El balance es aterrador. Estamos ante una verdadera carnicería de soldados y heridos, la mayoría rusos. Una interminable caravana de gentes sin brazos, sin piernas con heridas profundas por todo el cuerpo.

Después de dos años de morir y matar, el pueblo ucranio está exhausto y a pesar de todo resiste. La ayuda occidental no les llega y los republicanos norteamericanos bloquean en el Congreso y en el Senado la ayuda prometida por Joe Biden. Carecen de armas y munición, eso explica que la ofensiva rusa este teniendo éxito. Putin lo sabe y aprovecha la coyuntura, en una entrevista totalmente reverencial que le hizo el conocido periodista de la extrema derecha norteamericano, llega a decir que una derrota de su ejército es imposible. Sabe que las opiniones públicas de la extrema derecha europea le apoyan. Si gana Trump las próximas elecciones americanas, algo muy posible e incluso probable, las cosas cambiaran radicalmente, Rusia tendrá carta Blanca de los Estados Unidos para hacer lo que quiera contra los países que no paguen sus contribuciones a la OTAN. Europa se quedará sola ante un enloquecido imperialismo ruso, envalentonado. Los populismos de extrema derecha, según la mayoría de los sondeos, ganarán terreno en las próximas elecciones europeas del 9 de junio, Las tesis de apoyo a Rusia del húngaro Viktor Orbán verán reforzadas sus posiciones. Esta coyuntura esta causando una seria preocupación en Europa ante la posibilidad de verse sin la cobertura del paraguas americano.

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Las palabras de Zelenski advirtiendo a lo europeos que la única garantía de victoria de su país frente a Rusia es que los países europeos apoyen sin reservas y con medios la causa de Ucrania. El año pasado al cumplirse el primer aniversario de la guerra, el presidente Zelenski lo celebró diciendo que era el año de la “invencibilidad” porque a lo largo de casi 300 días, los ucranios habían resistido lo que parecía imposible, frenar a las tropas rusas. Este segundo año lo ha calificado como el de la “sobrevivencia” y el que empieza debe catalogarse como el de “los desafíos”. Esta seguro de que los ucranios pondrán todo el coraje necesario.

Los dirigentes europeos, comenzando por la señora Ursula Von der Leyen, Josep Borrell, el presidente francés Macron y otros dirigentes están recuperando el sueño europeo de 1945, un sueño que hablaba de articular un plan de defensa común. Si Europa quiere jugar un papel importante en el mundo, tiene que dotarse de un papel defensivo a la altura del económico. Esa es la única apuesta en las circunstancias actuales, cuando está en medio de su ser o no ser existencial. Por un lado la Rusia de Putin ataca la anatomía esencial de los valores europeos y vemos como transforma la economía del país en una economía de guerra y como militariza los espíritus a través de una ofensiva mediática totalitaria que trata de destruir el menor atisbo de disidencia, al tiempo que despliega una ofensiva sobre la opinión occidental a través de las fake news de los diversos canales mediáticos. Si el belicismo ruso lo combinamos con la retirada americana en el caso de una posible e incluso probable victoria de Trump en las elecciones del próximo mes de noviembre que conllevaría un debilitamiento de la OTAN, Europa está obligada a potenciar su seguridad que comienza por asegurar la supervivencia de Ucrania.

Para los dirigentes europeos es el gran desafío si quieren estar a la altura de la historia.

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