Opinión

El cotilla, Sócrates y el Papa

Según el diccionario de la RAE, el cotilla es la persona amiga de chismes y cuentos. Dijo el otro día el papa, en una reflexión típicamente “franciscana”, que a veces después de misa la gente se pone a cotillear, “mira que vestido lleva aquella…”, “como engordó fulanito…”, “¿sabes de lo que me entere…?”, y que esto se puede pero no se debe hacer. Lo que dice el papa con caridad y suavidad cristiana, lo teorizó hace mucho tiempo Sócrates (siglo V, a. de C.), con su tesis de los tres filtros (Verdad, Bondad y Utilidad). Se acercó al filósofo griego un cotilla y al querer contarle un cotilleo sobre uno de sus alumnos, Sócrates le aplicó los referidos filtros a través del siguiente dialogo: “Me han dicho algo sobre uno de tus alumnos”, dijo el cotilla con cara de bueno y complicidad; “¿lo que vas a contar es verdadero?”, le preguntó Sócrates viéndolo venir; “no lo sé…”, respondió sorprendido el chismoso; “¿lo que vas a contar es bueno?”, inquirió el maestro; “no…”, aseguró nervioso el cotilla; “¿lo que vas a contar es útil?”, volvió a preguntar el filósofo; “no…”, afirmó desconcertado el cuentista; y Sócrates sentenció: “Si lo que me vas a contar no es verdadero, ni bueno, ni útil, ¿para qué me lo cuentas?”. Y el cotilla se marchó con el cuento a otra parte, seguramente esperando encontrar a alguien como él que le dijera “cuenta… cuenta”.


De este magnífico diálogo y excelente lección se puede deducir que el cotilla no existiría si todos actuásemos como Sócrates y lo parasemos en seco aplicándole la teoría de los tres filtros. Pero además podemos llegar a otra conclusión si deducimos cual podría ser la respuesta a la última pregunta que el gran sabio y filósofo griego le hace al cotilla y para la que éste no tuvo respuesta: “¿Para qué me lo cuentas?”. Respuestas puede haber muchas, pero opino que la razón de ser del cotilleo es la incapacidad de muchas personas de dominar su lengua, lo que les lleva a hacer daño disfrazando su cotilleo de puritanismo calvinista o “virtuosismo” robespierriano, personaje éste que aplicó la guillotina tan “rectamente” que en la Francia revolucionaria casi no deja títere con cabeza, incluida la suya que también fue guillotinada virtuosamente.


El papa Francisco sabe muy bien lo que dice aunque lo disfrace de simpatía, porque el salto que siempre hace el cotilla del chisme a la difamación es pequeño para él (como su talla moral), pero el daño que puede causar es incalculable. Todos deberíamos negarnos a prestar nuestros oídos a los chismes y cotilleos, y si a pesar de todo sucumbimos a la tentación al menos no divulgarlo, sobre todo cuando ni siquiera hemos oído al difamado para saber su versión y descubrir, casi siempre, que lo que se dice no es cierto, y aunque lo sea, chismorrear nunca es bueno ni útil. Probablemente los cotilleos y las envidias le costaron a Sócrates la vida, aunque lo que no consiguieron sus difamadores fue que su pensamiento no perdurase como patrimonio de la humanidad. La mejor medicina contra este tipo de personaje es la absoluta indiferencia y pensar que en el pecado lleva la penitencia, el cotilla por supuesto. Las reflexiones laicas de Sócrates y las “franciscanas” del papa se basan en la verdad, la sabiduría y la bondad, precisamente lo que casi siempre le falta al cotilla.

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