Opinión

EL RELOJ DEL PAPA

El papa Francisco parece que cogió al Vaticano con el paso un poco cambiado y que no sigue mucho las costumbres seculares del mismo. Pero bueno, esto parece normal teniendo en cuenta que, según él mismo ha dicho, fueron a buscar un papa casi al fin del mundo, y la verdad es que es cierto, porque más al sur de Argentina ya sólo está la Antártida y de allí, que yo sepa, no hay ningún cardenal.


El día de la misa de inauguración de su pontificado hizo un gesto que algunas cadenas de televisión destacaron. En un momento previo e inmediato al inicio de la ceremonia consultó su reloj, no se sabe si para ver que hora era o para constatar que todo iba según lo previsto. En cualquier caso pareció un gesto propio de un hombre que controla su tiempo, que está cercano a la realidad del mismo y a las realidades actuales, sin perjuicio de que ello sea consecuencia de su cercanía a Dios. Que el papa mirase su reloj demuestra, como poco, que no se eleva tanto como para olvidarse del tiempo que está viviendo. A lo mejor estaba pensando que lo que querría de verdad era una misa más sencilla, más ágil y dinámica, que durase algo menos y en la que lo menos importante fuese él mismo. O quizá el gesto fuese inconsciente, pero a mí me pareció muy significativo y que tal vez el papa quiso mandarle un recado a la Curia: ¡mi reloj marcará los tiempos!


Al día siguiente de la misa de inauguración recibió al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede utilizando un sencillo sillón sin ningún tipo de estrado, es decir, a la misma altura que los demás, y sin muceta. Otro día celebró una misa para los jardineros del Vaticano, vestidos con su traje de faena, y no dudó en sentarse a rezar con ellos en los últimos bancos de la Iglesia. Casi todas sus homilías las pronuncia de pie, como si fuera el párroco de cualquier iglesia. Y el Jueves Santo lavará los pies a los jóvenes de un reformatorio de Roma. Y todo esto se está viendo como algo extraordinario. La verdad es que cuando esto es noticia hay que preguntarse si el Vaticano no estaría un poco alejado de la realidad, porque lo que está haciendo el papa Francisco debería ser lo más normal del mundo y, sin embargo, parece que es algo extraordinario, como si algo o alguien hubiese abierto nuestros ojos.


Y realmente este papa nos ha abierto los ojos porque viene de ser un arzobispo y cardenal a pie de obra, a pie de calle, cercano a los problemas del día a día de la gente, y eso sin duda marca e imprime estilo y carácter. En un mundo en el que solo se habla, o parece que solo se habla, de dinero y de crisis económica, que el papa diga que, según su abuela, el sudario no tiene bolsillos, es toda una lección casera de teología y de sentido común. Por cierto, me da la impresión de que la abuela del papa era una persona sabia y que, por tanto, su aseveración debería estudiarse en todas las facultades de economía como premisa básica. Según algunos, Francisco recuerda mucho a Juan XXIII, y no sé si lo que quieren decir es que se parecen físicamente o si no descartan que convoque el Concilio Vaticano III como culminación del Vaticano II. En fin, habrá que estar muy atentos al reloj del papa.

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