Opinión

Atado y bien atado

Opinaba Chateaubriand, cuya obra "Memorias de Ultratumba" tenía abierta Otero Pedrayo sobre su mesilla de noche, boca abajo y por unas páginas que nunca supe cuáles eran, la misma noche en que murió, por lo que podemos sospechar que fue lo último que leyó, o más bien releyó; opinaba el considerado gran retrogrado francés, cuya obra sigue siendo de una actualidad estremecedora, que si la deposición de Luis XVI se hubiese producido, el 21 de enero de 1793 no hubiese funcionado la guillotina que separó su cabeza del resto de su cuerpo.

Colige Chateaubriand a partir de tal supuesto que la actitud del pueblo francés, respecto a su monarquía, hubiese sido otra y también distinta de cara a la posteridad. No sé si tendrá razón en lo que dice. Para afirmar su valoración insiste en que los Constituyentes que se opusieron a la deposición del monarca con problemas de disfunción eréctil creyeron que al actuar así habrían salvado a la corona francesa y, sin embargo, la perdieron; mientras que, por otro lado, los que creían dejarla atrás, pidiendo la deposición, la habrían salvado; por lo que concluye que casi siempre, en política, el resultado es el contrario al previsto.

En esto último sí que estoy de acuerdo porque la verdad es que o traduzco mal o interpreto peor lo que dijo antes, ya que mucho no lo entiendo, y su pensamiento me parece un poco enrevesado. Vamos a ver: la consecuencia obtenida por los que se opusieron a que depusiesen a Luis XVI, fue que lo llevasen directamente a la guillotina, pese a que ellos creían que no deponiéndolo salvarían la monarquía; en tanto que los que creían que la perderían si apoyaban que lo depusiesen la conservarían. Un poco alambicado si lo es; pero justifica el aserto que dice que, en política, casi siempre suele salir el tiro por la culata.

Cuando el ferrolano y difunto dictador afirmó que dejaba "todo atado y bien atado" no pocos se sonrieron mientras se alumbraba una Constitución, la del 78, que, según le oí decir a Fraga Iribarne en repetidas ocasiones, estaba abocada al fracaso, al igual que lo habían estado todas las que la precedieron, porque dejaba sin resolver el problema del Senado. Un Senado necesitado de una reforma que todavía está hoy sin producirse (y lo que rondaré, morena) que lo convierta en una cámara de representación territorial, útil a todos los efectos, sobre todo a los de compensar la desigualdad que genera la demografía o, lo que viene a ser lo mismo, las diferencias existentes en el número de electores, de votos, por lo tanto, habidas entre unos territorios y otros. 

Quienes se sonrieron cuando “el finado” dijo que lo dejaba todo atado y bien atado pueden constatar ahora que algo de razón tenía. Conste, antes de nada, que a mí no me contenta en absoluto que así sea. Pero es lo que hay. Sigamos. También pueden pensar -y ojala lo hagan- que cuando no votaron a favor de la propuesta de Fraga de que la totalidad del Parlamento de Galicia reclamase esa reforma creyendo que así salvaban a Galicia, no sé de qué, pero que la salvaban, consiguieron que esta se debilitase o cuando menos que no se fortaleciese. Las cosas en política no suelen salir por donde y como uno espera o dicho de otro modo que por donde menos uno se imagina salta la liebre de las libertades poniendo los pies en polvorosa.

No deja de resultar curiosa la sospecha de Chateaubriand. Algunos de quienes en su momento abandonaron el BNG siguiendo la estela que pretendía "anovar" Galicia propiciada que fue por el líder político gallego que probablemente más estelas, condensadas en siglas, haya ido dejando tras de él a lo largo de los años, están regresando ahora " a donde solían". 

No pocos de los que creyeron que la Constitución era para siempre y lo creyeron lealmente y, lo que es peor, lo siguen creyendo así, esos no pocos, todavía no han caído en la cuenta de que es ella, la Constitución, la causante que ha propiciado esta partidocracia que está consumiendo nuestra democracia al permitir que los partidos políticos tengan más en consideración sus intereses partidistas que los del conjunto de la ciudadanía. Otra vez el famoso tiro que está saliendo, que nos está saliendo a todos, por la maldita culata.

Lástima de un emulo de Dostoievski que en sus novelas situase, las tramas que el sanpeterburgués basó en las confesiones religiosas del siglo XIX, en las confesiones políticas actuales que han derivado en unas a modo de religiones, de fes ciegas, incapaces de relacionarse debidamente con las otras, de modo que cada una de ellas empezó, hace ya tiempo, a campar a su aire sin hacer el debido esfuerzo de entenderse con las demás.

Ojalá que el "atado y bien atado" que amenaza con ser cierto siga la norma sugerida por Chateaubriand y siga produciendo lo imprevisto: que creyendo haberlo dejado todo dispuesto para que la conciencia colectiva se determinase en el sentido del vocerío actual, este, sirva para que el resto de los partidos, conscientes de lo que se le puede venir encima incluso a ellos, unifiquen sus esfuerzos para volver hacer de este país lo que durante tanto tiempo sorprendió al resto de ellos: un lugar en el que la convivencia reina y la diversidad une.

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