Opinión

Curiosidades de los suizos

En Suiza es obligatoria la prestación del servicio militar. Quiere decirse que debe de seguir siendo obligatoria. Al menos lo era hace unos cuantos años, la verdad es que hace bastantes, cuando yo estuve viviendo allí una pequeña temporada durante el año 1972. Algo ya lleva llovido desde aquella, ciertamente.

Durante la estancia a la que me refiero sorprendía bastante ver, a quienes me parecían entonces pocos menos que venerables ancianos, hombres hechos y derechos, sexagenarios o casi, léase unos rapaces vestidos de uniforme, como se dirigían impertérritos hacia sus acuartelamientos portando su arma reglamentaria. Lo hacían en tren casi todos ellos. Nunca vi a nadie que, vestido de esa guisa, condujese su automóvil o fuese sentando en otro vehículo que condujese otra persona que no fuese un maquinista ferroviario.

Solo cuando reparé en que, la mayoría de los pueblos, tenían todos ellos un campo de tiro osé preguntar qué era lo que sucedía. Ya saben que la ignorancia es siempre atrevida. También que la curiosidad es la tía abuela de la ciencia; mientras que la madre dicen que lo es la experiencia; aunque yo apuesto por que lo sea la investigación, prima hermana de la curiosidad, sin duda. En fin, no divaguemos más que una página casi entera se escribe en un plis plas y después siempre quedan cosas por decir.

Me respondieron que desde los dieciocho años hasta la edad de jubilación, los varones suizos –ignoro si ahora también las féminas- estaban obligados a acudir al cuartel, todos los años, por periodos que iban decreciendo en su duración según ellos fuesen avanzando en edad. Si recuerdo bien, creo que al final de su patrio y bélico compromiso militar, los pacíficos suizos, tan sólo tenían que acudir al cuartel durante una semana al año. ¿Con qué objeto? Pues supongo que con el de pasar revista de armas y desanquilosarse un poco.

upongo, que también con el de verse con los amigos, emborracharse algo con ellos, a base de una intensa ingesta de cerveza para poder cantar las viejas canciones de siempre con la así recuperada energía de la juventud; algo efímera, es cierto, pero entrañable siempre.

En los campos de tiro a los que antes se aludió los suizos se mantenían en forma, en forma militar, de modo que su ejercito, el ejército del país menos belicoso del mundo, el país neutral por excelencia, el que nunca se mete en nada, pero siempre acaba metiéndose el dinero de los demás en el bolsillo propio, resultaba ser uno de los ejércitos mejor preparados, dotado con el mejor armamento y siempre presto a responder. “Si vis pacen para bellum”. Mientras, por aquí, por estos pagos que a veces suponíamos dejados de la mano de Breogán, lo de la parabellum era otra cosa que mejor no comentar mucho.

Aquí llegado, en medio de una jornada dominical algo apresurada por las circunstancias, habló por teléfono que, según se disculpa por interrumpir mi trabajo se interesa por él de modo que, al saber de que está tratando lo que escribo, me advierte que al día de hoy los suizos han suprimido el servicio militar obligatorio.

Imagínense mi estado de ánimo. Con las dificultades propias del caso escribo no menos de nueve artículos semanales. Así que, el hecho de que de repente me chafen una parte importante de uno de estos de La Región, que son largos, largos, largos –tanto que mucho temo que le suceda lo mismo que a los de ese colega que se enrolló con la estrella de la porcelana que non é nosa, tan largos que, por esa única y lábil razón no son de los más leídos- me sume en un abatimiento que ni les cuento. Y a mayor abundamiento, el disgusto hace que me olvide de por qué diablos empecé hablando de los suizos y no sepa por dónde debo continuar y a dónde quería haber llegado. ¿Solución? Consulto con Papá Google y enseguida voy y se lo cuento, a ver si así salgo del paso contando con la benevolencia de los más de los lectores. Y allá voy.

Papá Google o me aclara mucho, la cosa está organizada más o menos como les comentaba. Casi todo el pueblo es ejército, así que pudiera decirse que no lo hay porque todos los forman a partir del principio de que si el poder lo tiene el pueblo es el pueblo quien debe tener las armas. Y las tiene. Disponen de uno de los más sofisticados ejércitos del mundo. Están armados hasta los dientes y así protegen su libertad, por si acaso.

Visto lo visto, me entretengo en otras particularidades. Suiza tiene 41.285 kilómetros cuadrados –Bélgica 30.528- mientras que nosotros los gallegos disponemos de 29.574. Al lado de los ocho millones y pico de habitantes que son ellos, nosotros solo tenemos tres millones menos pico y dos idiomas en litigio, mientras que los suizos llaman a su patria Svizra, si lo hacen en romanche; Suisse si lo hacen en franco-provenzal, Schweiz si en alemán y Svizzera si en italiano; amén de que hablen variedades conocidas como alemánico, arpitano, lombardo y distintas variedades retorrománicas. ¿Se imaginan que nosotros a nuestras fuerzas aéreas españolas les llamásemos de forma equivalente a cómo les llaman ellos: Schweizer Luftwafwe, Forces Aériennses Suisses o Force Aeree Svizzer, en gallego, catalán y euskara? ¿Y que dispusiésemos no solo de veintiséis estados, que ellos llaman cantones, sino del cuarto puesto del PIB mundial? Al fin y al cabo poca más extensión es la suya respecto de la nuestra y mucho más compleja la realidad que aquí queda tan sucintamente descrita.

Claro que nos llevan unos cuantos millones de habitantes de diferencia y eso se nota mucho. Por eso sólo se me ocurre terminar esta página que no lleva una hora leerla recomendando a mis compatriotas que se apliquen en la procreación a ver si así los alcanzamos. A mí ya se me pasó la hora. Los digo por aquello de las páginas y las horas. También porque cuando uno no se ocupa en follar por la vía natural, acaba haciéndolo por vía administrativa y ya todos sabemos que la diferencia no solo es notable sino que incluso se nota.

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