Opinión

La economía real de entonces

Me parece que fue aquí, en estas páginas que los domingos se caen melancólicas y evocadoras del tiempo que se fue, mientras que los jueves caen un sí es no es estremecidas por las pataletas que nos trae el tiempo que vivimos, fue aquí en donde se escribió acerca de la economía real en la que nos toca vivir a todos y el elevado, lejano e inaccesible reino en el que habitan unos pocos llamados a disfrutar de esa realidad virtual que es el capitalismo financiero, surgido para su mayor gloria y disfrute basado en el deterioro no sólo de nuestra calidad de vida material sino, lo que es peor, de nuestro pensamiento.

Un pensamiento, el nuestro y colectivo, cada vez más fragmentado, más dividido y controlado, esparcido que está en esas llamadas redes sociales que a mi se me antojan, cada vez más, copos en los que caemos como bancos de sardinas que, nada más llegar a tierra, serán convenientemente enlatadas y distribuidas.

Aquellas corrientes de pensamiento de antaño han devenido, gracias a esas redes, en hilillos como aquellos surgidos del “Prestige” que tan bien nos describió don Mariano, el de Pontevedra, aparentemente inocuos pero que, una vez llegados a las playas, cubrieron estas de aquella mierda llamada chapapote; una mierda que, de no ser por aquella marea blanca de voluntarios llegados de todo el mundo, hubiera sentenciado la vida en ellas por un incierto número de años.

Pues algo así es lo que sucede con nuestros pensamientos y protestas, hilillos que ocupan Twitter o Facebook para diseminarse, acto seguido, a instancias de blancas batas de laboratorios que los esparcen, hasta diluirlos para que no confluyan nunca en ningún sitio, en ninguna playa en donde, tal que un pensamiento ordenado y dirigido a un fin concreto, cubriesen, anulándolo, el oprobio al que estamos condenados. Esa marea negra del pensamiento fragmentado.

Así nos creemos que estamos arreglando el mundo y resulta que lo que estamos haciendo es dividiendo nuestra opinión y consolidando el que ya nos viene organizado desde esas instancias superiores. ¿Cómo? ¡Ah, si lo supiera! Se lo contaría a ustedes, no lo duden. También yo soy de los que prefieren habitar en el mundo real, este de la economía cada vez más restringida, en vez de hacerlo en el virtual que nos tienen reservado para evitar que nos asomemos al de ese capitalismo financiero tan alejado de nosotros y de la economía real en la que habitamos siendo jóvenes.

¿Cuál era entonces esa economía real? Pues supongo, yo que soy ignaro en la materia, que aquella en la que los bancos estaban insertos en ella, te pagaban si les llevabas tu dinero, agradecían que les confiaras el pago de tus recibos de la luz o le ingresaras tus nóminas y te llevaban las letras de pago a casa para que se las firmases. ¿Se acuerdan de ello los más viejos de la tribu? Los jóvenes ya sé que no. Lástima.

Entonces se consideraba que la llamada función social de la banca era la de potenciar el esfuerzo colectivo traducido en la creación de riqueza llevada a cabo por empresarios y científicos, emprendedores y gentes empeñadas en mejorar sus propias condiciones de vida y, al tiempo, la de la sociedad entera en la que vivían. Entonces la banca era esencial para los países.

¿Lo es ahora? Da la impresión de que no, de que ya no; al menos si consideramos que antes, en una crisis como la surgida en 1929, los banqueros se suicidaban porque su prestigio y buen nombre habían recibido un palo, sus bancos habían quebrado y ellos podían considerar su vida fracasada. A continuación surgían otros bancos y todo se iba recomponiendo poco a poco, al tiempo que la sociedad y el pensamiento colectivo aproaba nuevos rumbos hasta que llegaba una nueva crisis de las muchas y cíclicas que ofrece no sé si el capitalismo o la propia condición humana, y vuelta a recomponer de nuevo el tinglado de esta farsa que es la vida.

Ahora no. Ahora, superadas las crisis de superproducción, corregidos los almacenamientos de stocks y llegados a aquello de las hipotecas subprime -¿se acuerdan de ellas y de las que organizaron?- en vez de salvar los bancos procedimos a salvar a los banqueros y así estamos. ¿Se acuerdan de lo de Banesto? Si aquello que se hizo con aquel banco fue correcto, ¿lo es lo que se está haciendo ahora con estos? Es de temer que aquello fue tan incorrecto que, de aquellas aguas devengan estos lodos y todo lo que se nos está viniendo encima.

Y así podemos regresar al comienzo de estas páginas. La reacción social habida en aquellos primeros noventa, la opinión surgida a partir de la ocupación del banco que acaba de ser citado, era clara: había gente a favor y gente en contra de la figura de quien entonces presidía el banco y cada uno argumentaba según sus referencias y sus fuentes, según su criterio y formación, de forma que sus ecos aún colean.

No sucede hoy lo mismo, nuestras opiniones son tan fragmentarias, nuestras memorias y nuestros recuerdos están tan esparcidos que ya ni nos acordamos de la génesis de las hipotecas subprime, ni de cómo nos afectaron, entretenido que está nuestro pensamiento de la pantalla del móvil o de la tableta, de la del ordenador y apenas de las páginas de un periódico en las que leer, con serenidad, calma y el sosiego necesario, sin apenas tener que forzar la vista, todo lo que nos afecta de modo que genere en nosotros no una sensación momentánea sino una reflexión duradera, que no se vea anulada por la llegada de otro tuit, la ocurrencia de un amigo que nos la colgó en el muro del Facebook para que alguien, en un lugar distante y muy lejano, aplique no sé que puñeteros algoritmos y acabe sabiendo de nosotros lo suficiente como para vendérselo a alguien que no lo va a utilizar para otra cosa que no sea exprimirnos un poco más de lo mucho que ya estamos.

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