Opinión

James Baldwin y la esperanza

Anoche vi en la tele una película-documento sobre James Baldwin. Se titulaba "I'm not your negro". Está dirigida -o dirigido, depende de si queremos considerarla un documental o una película- por Raoul Peck, basándose en un texto que el escritor dejó inacabado y en él, en el documental, se habla largo y tendido de tres de sus amigos asesinados, a saber Martin Luther King, Malcon X y Medgar Evers.

La novela más conocida de Baldwin es "Ve y dilo en la montaña"… si lo recuerdo bien porque a lo mejor era “Ve y dilo a la montaña"; lo hago constar porque hay gente muy quisquillosa para estas cosas. Cuando estuvo en A Coruña en 1985, tuvo detrás de él todo el tiempo a una especie de valquiria teutónica, o sea, una moza exuberante y rubia, que me hubiera abofeteado de haber incurrido entonces en inexactitudes de este tipo que hubieran afectado a su ídolo.

Vino a Galicia en ese año, en aquel maldito mes de agosto en el que todo empezó a venirse abajo mientras mi familia -mi madre, mi hermano y yo- veíamos como todo empezaba a írsenos al carajo sin solución ni remedio. 

Recuerdo perfectamente la fecha porque, a raíz el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo que yo dirigía, me habían hecho una fotografía para ilustrar una entrevista, mientras disfrutaba de una de las neuras de escritor que, según acreditado y repetido diagnóstico, me acompañaron a lo largo de más de veinte años hasta que, dos años más tarde, se disiparon gracias a seis horas y cuarto de una operación quirúrgica que sin duda ayudó a cambiar el curso de mi vida.

Ese día, acaso porque los presagios eran los que después se cumplirían, tenía yo una de esas neuras; es decir, tenía una migraña ciclópea y el aspecto que lucí en la foto y que después fue ampliamente difundido, sobre todo en el ABC, si bien recuerdo, era exactamente el de un loco huraño. El caso es que dirigía un curso de la UIMP y había traído a Baldwin para que nos hablase de sus cosas, de su condición de homosexual y, como se dice ahora, de afroamericano, lo que no era poco entonces. Y eso fue lo que hizo. El racismo y la sexualidad eran sus temas preferidos y más y mejor tratados. 

También había convocado a Juan Benet y a Claude Simon, el francés que poco después sería galardonado con el Nobel, pero el muy francés, una vez que tuvo el billete en la mano, se largó, según mis noticias, a ver a una novia que tenía en Helsinki y de él nunca más supimos, al menos en el curso de la UIMP.

Es posible que viniese más gente al curso, Bryce Echenique, por ejemplo, y alguien más de Galicia pues el propósito oculto, tan ingenuo como oculto, era el de otro intento por la internacionalización de lo que entonces se llamaba "el hecho diferencial gallego". En 1981, en Vigo, durante el edilato de Manoel Soto habíamos convocado un congreso internacional exactamente bajo esa denominación "O Feito Galego". Fue clausurado horas antes del tejerazo del 23-F y de que un asistente extranjero lo anunciase como irremediable, el golpe, dada la actuación de boicot mantenida por un partido político de cuyo nombre prefiero no acordarme.

A Baldwin, que era de lo que iba hoy la cosa, lo recuerdo comiendo pimientos de Padrón con una avidez que se diría insana y conmovedora. Extendía primero su mano, negra y grande sobre la fuente que los contenía al tiempo que abría sobre ella con unos dedos largos, como de pianista o tahúr del Mississippi, que acto seguido se hacían con un par de ellos o tres y se los llevaban hasta la boca abierta en una sonrisa que era algo más que amplia.

En una de las tertulias que seguían a las cenas habló de la ingenua creencia y posibilidad de que, algún día, un negro llegase a ocupar la presidencia de los Estados Unidos. En el documental que vi a anoche se refirió también a esa esperanza. Bob Kennedy había hablado de que en el plazo de cuarenta años sería posible que un negro fuese presidente y, comentándolo, James Baldwin aludió a las carcajadas que tal opinión había causado en Harlem o en Luisiana.

Recordar esto, más de cuarenta años después de aquello y de algunos menos, de muchos menos de que Barak Obama haya ocupado la presidencia de los Estados Unidos de América del Norte me hace pensar en Baldwin y me ayuda a creer que la esperanza que tantas veces hemos perdido respecto de temas que nos son más próximos y necesitados de soluciones urgentes, renazca siquiera sea de una forma tímida y prudente.

Baldwin estaría hoy muy cercano a los cien años de su edad, calculo yo, así que mucho me hubiese gustado que no falleciese dos años después de haber estado en A Coruña.

Con gusto lo hubiese invitado a comer pimientos de Padrón dejando que pasease su mano enorme sobre ellos para darnos la impresión de que los había toqueteado todos antes de llevarse a la boca los que hubiesen quedado adheridos a sus dedos, que esa era la impresión que causaba y permitía que el resto de los comensales se lo pensasen antes de escoger los suyos; así, mientras seguíamos comiendo pimientos, hubiésemos hablado de que siempre hay que tener esperanza y él se hubiese sonreído al tiempo que cerrando los ojos nos descubriese, al hacerlo, que tenían la amplia visión del camaleón y su mirada alcanzaba allá donde las de las nuestras no lo hacían.

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