Opinión

Padres fundadores a la española

Con esto de la senectud en la que no tan irremediable como inexorablemente me aventuro ya no sé si les escribí a ustedes, mis sufridos lectores, o bien se lo conté a otros de los que por ahí tengo esparcidos (iba a escribir ciscados, pero en castellano ciscar no es lo mismo que en gallego; infórmenseme) así que, aun a riesgo de repetirme, seguiré adelante.

¿Y qué es lo que creo haberles contado? Pues que había visto esa serie inglesa The Crown -una sensacional apología hagiográfica de la corona británica durante el largo y actual reinado de Isabell II- y eso me había llevado a preguntarme si sería posible otra serie, equivalente a ella, que pusiese en evidencia la vida y milagros de nuestro Rey Emérito con todas sus luces y sus sombras, con todos sus aciertos y sus errores, con todas sus grandezas y sus miserias pues de todo hay siempre en la viña de El Señor, caven en ella reyes o siervos, amén.

Ayer fui al cine para ver una película, interpretada por Meryl Streep y Tom Hanks; ella, interpretando el papel de Katherine Graham, la propietaria y editora del "Washington Post"; él en el de Ben Bradlee, su director. La película, dirigida por Steven Spielberg, se titula "Los archivos del Pentágono" en su versión española pese a que, en la versión original, fuese el de "The Post" que es la forma coloquial de referirse al periódico de que la señora Graham fue aguerrida propietaria.

Al igual que me sucedió al ver la serie no hice otra cosa que reflexionar de nuevo, nada más estar ya medio avanzada la película, acerca de si aquí sería posible otra equivalente. Primero pensé en Galicia y lo más parecido que encontré a Kate Graham fue la figura de Blanca Montenegro que, habiéndose visto en las mismas, le echó un valor comparable con el de la yanqui, al menos en algún orden de cosas, y ahí está su grupo mediático para hablar de ello. Sin embargo es de temer que la figura de Lois Caeiro, aun siendo él un buen profesional, no esté a la altura de la de Ben Bradlee en la misma medida en la que Galicia no lo está a la altura del país en el que el Post sigue publicándose día a día; qué le vamos a hacer.

Pensé entonces en el periódico en el que dejé escritos siete mil novecientos sesenta y cuatro artículos y que, pese a editarse en la capital de Galicia y quererse como "el Post gallego" lamentablemente no está a la altura necesaria para poder tildarse de tal. Entonces salté a la llamada prensa nacional, es decir, a la editada en Madrid. Pero tampoco vi la posibilidad de que, entre ella, se pudiera uno imaginar acciones como la que "The Post" mantuvo durante la administración del presidente Nixon, al que posteriormente acabaría llevándose por delante. Lo más parecido que encontré fue la campaña de "El Mundo" que acabó cargándose a Felipe González, propiciando el advenimiento del aznarato; lo que sucedió posiblemente después de una madrugada en los alrededores del Congreso entre los que, al parecer, estaban presentes Pedro J. y el que después sería alcalde de Zaragoza. Visto lo visto pasé entonces a pensar en otras cosas.

Como en la película de Spielberg se hace concisa referencia a lo que los llamados Padres Fundadores precisaron acerca del papel que la prensa debe cumplir en el seno de la democracia de los EEUU pensé, de inmediato, en los tan jaleados estos días Padres de la Constitución y ahí sí que las distancias empezaron a parecerme siderales. 

Mientras los Padres Fundadores era todos librepensadores, pues no todos eran masones como algunos quieren suponer y dar por hecho, gente toda ella muy próxima a los principios y valores aportados por la Ilustración, lo que equivale a poder identificarlos con una ética singular, los más de los Padres de la Constitución, fervientes católicos los más ellos, alguno incluso surgido, aflorado, a la democracia desde las filas del llamado nacionalcatolicismo históricamente recurrente como unas fiebres tercianas, pueden ser identificados, mucho más que con una ética, con una moral que impregnó, en mayor medida de la esperable, una Constitución que no llegó, como la tan denostada del "12", la surgida de las Cortes de Cádiz, la conocida como "La Pepa", a significar al catolicismo como la única religión verdadera. Pero por ahí le anduvo. Y anda.

Esa moral o dicho de otro modo, la ausencia de una ética más cercana a la realidad actual que a la derivada de la Contrarreforma nos empuja a no salir de unas pautas de comportamiento a las que nos atan la historia y una tradición nunca puesta la día en la medida necesaria; algo que impide los mismos y necesarios ejercicios de reflexión sobre la propia realidad posibles en otros ámbitos históricos.

Lo peor es que, los últimos y todavía vigentes acontecimientos, la catalanada absurda a la que unos y otros nos han traído, han prologado el tiempo de prórroga que se creía concluido, alargándolo hasta Dios sabrá cuándo, pues, entre otras cosas, el que podremos llamar parón autonómico ya está anunciado sin que aquí casi nadie de esa prensa se haya posicionado adoptando criterios que, de modo harto lamentable, nunca han sido debidamente frecuentados. Los catalanes venga a decir que ellos son la democracia y los centralistas venga a afirmar que lo son ellos, ambos debidamente secundados por la prensa afín y respectiva. Y si este es solo un ejemplo de este país de los doscientos multimillonarios y la canibalizada clase media, qué decir de las llamadas clases trabajadoras y un 40% de pobreza que se extiende como una mancha de aceite.

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