Opinión

“El parte”, Queipo y “Berzas pró caldo”

Hace muchos años que no escucho ninguna emisora de radio orensana. No sucedía así en mi primera juventud cuando Radio Orense era propiedad de la familia que también lo era de Almacenes Puga y los locutores que la atendían eran personajes en sí mismos y dueños de unas voces inconfundibles, a través de las ondas, para la mayoría de los ciudadanos.

La radio de entonces no se parecía, ni remotamente, a la de hoy. Para empezar no todo el mundo disponía de un aparato y eran frecuentes las reuniones vespertinas en las casas que sí contaban con un receptor entre sus enseres. En Allariz, por ejemplo, en casa de mis tías abuelas Áurea y Raquel, en los lejanos tiempos de la Guerra Civil, se juntaban personas, “de lo mejorcito de la villa”, dispuestas a escuchar “el parte” de Radio Nacional de España y las proclamas que se emitían a través de ella por el entonces general Queipo de Llano, uno de los primeros especialistas conocidos en lo que se habría de llamar guerra psicológica.

Pondremos un ejemplo de sus habilidades dialéctica: en una ocasión, predicó que los legionarios y regulares habían dado una lección a los rojos cobardes enseñándoles lo que es un hombre de verdad y, de paso, a sus mujeres, algo que estaba plenamente justificado porque estas eran anarquistas y aun cosas peores que predicaban el amor libre y ahora, por lo menos, sabrían lo que era un hombre de verdad y no esos milicianos maricones que tenían por maridos (sic).

Queipo, educado en un seminario hasta los dieciocho años, trompetista, dicharachero y conspirador, fue el que le adjudicó a Franco el apelativo de “Paca la Culona”, tantas veces repetido desde entonces. En una ocasión comentó en la radio que los rojos habían entrado en Sevilla y matado a mansalva con lo que, una de las damas que acudían a casa de mis tías, se puso a llorar, llenando el aire de desconsolados lamentos, mientras gritaba ¡pobriño general Mansalva! ¡Pobriño general Mansalva!

¡Ah, que tiempos aquellos y que historias estas de la radio! Conservo el receptor utilizado por mis tías y también el Telefunken Panchito que mi padre utilizaba, en su casa de Pontevedra, para sintonizar la BBC de Londres, Radio París, la Emisora Pirenaica o Radio Moscú, incluso Radio Andorra que acostumbraba a emitir u breve anuncio que decía, más o menos: viole a su mujer sin miedo al embarazo, con gomitas Pif, creo que eran Pif. No creo que fuesen Paf ni mucho menos Puf. Se conoce que preferían decir violar antes que recurrir a términos como fornicar o joder, entonces en boga ya que de aquella no se decía follar, como se dice ahora.

En la casa orensana de mi abuela, se escuchaba Radio Nacional de España en Sevilla en la que, de siempre, debió de ser una costumbre adquirida durante el periodo bélico y nunca abandonada. Como yo no entendiese esa preferencia y preguntase a qué se debía, cada vez que lo hacía, solían responderme que era por el acento, ya que el suyo era muy español y puro, ya ven ustedes qué cosa.

Los anuncios en esta última emisora eran mucho más aceptables que el tan procaz de Radio Andorra; recuerdo dos: “que suerte dormir en camas fuertes” sufragado por una colchonería y jergonería de no sé ya qué calle y oportuna y agudamente llamada Casa Fuertes y aun otro que afirmaba “soy feliz porque me viste Ortiz”. Ortiz a todas luces era un estupendo sastre creo recordar (posiblemente mal) establecido en la calle de las Sierpes, si es así como la calle se llamaba y existía, que c reo que sí, que todavía existe.

Radio Orense era más entrañable. Guardo memoria de alguno de sus locutores, Pedro Arcas y Montesinos, por ejemplo, también el de un Baladrón que participaba en un programa deportivo que se emitía los domingos. Se llamaba “Palestra, revista radiofónica de los deportes”, su sintonía era una marcha militar norteamericana, ceo que “Barras y estrellas”, y su sección se titulaba “Berzas pró caldo”. Váyanse haciéndose ustedes una idea.

En ese programa deportivo era posible escuchar que el Orense FC estaba atravesando un bache económico de gran altura al tiempo que, en el de sucesos, se afirmaba que había sido hallado el cadáver de un hombre con la cabeza separada del cuerpo que, al parecer, estaba muerto. También, refiriéndose a un accidentado se dijo en una ocasión que, salvo complicaciones, moriría. El mundo entonces era así, tierno y entrañable.

Llegadas las navidades, Pedro Arcas dirigía una cuestación popular a través de la emisora destinada a recaudar fondos para los pobres necesitados. Se titulaba “ciento por uno” y gracias a él aprendí yo lo que era un pobre vergonzante pues se trataba también de narrar las desdichas de la gentes convertidas en nuevos pobres, gracias a las desgracias de la reciente guerra. Eran aquellos los tiempos del racionamiento y de acudir a ultramarinos Plus Ultra a proveerse de alimentos que no estaban al alcance de todos; los tiempos del estraperlo y de los llamados nuevos ricos. Ojala que no regresen nunca, al menos que no regresen más de lo que ya lo llevan hecho en las dos últimas legislaturas.

Cuando yo le preguntaba a mi abuela si mis padres y yo éramos pobres vergonzantes no me respondía ni que sí, ni que no. Se limitaba a lamentar la maldita hora en la que había consentido que su hija se casase con el rojo de mi padre utilizando adjetivos calificativos que no son ahora del caso, no por respeto a mi abuela, sino al autor de mis días. Como ven eran unos tiempos deliciosos de los que solo la radio podía rescatarnos algo, no del todo, claro, no fuese a suceder que nos acostumbrásemos.

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