Opinión

ALGARADA O CONSENSO, HABRÁ QUE ELEGIR.

Después de un jueves que pudo ser negro para nuestra economía y en el que sonaron todas las alarmas, el futuro se acerca cada vez más amenazante y en una esquizofrenia verdaderamente difícil de resolver. El todavía presidente del Gobierno se ponía gallito en una comida-mitin y, exaltado, exigía al Consejo Europeo y al Banco Central Europeo una respuesta a los problemas que afectan a la zona euro ya que 'para eso se les ha transferido parte del poder'. Y no contento, pedía que 'mande Europa y no dos o tres gobiernos'. 'Queremos una Europa federal que apoye y dirija'. Y todos estábamos con él y aplaudíamos entusiasmados algo tan justo hasta que, al fondo, alguien que levanta el dedo:


- Estoy con usted señor presidente, pero es que hay un pequeño detalle que tal vez se nos escapa: que esta no es una Europa federal, que aquí cada país tiene una fiscalidad, unas pensiones distintas vamos, que lo único que tenemos igual es el euro; compartimos moneda de la misma forma que compartimos egoísmos nacionales.


- Y, además -interrumpe otro que levanta la mano-, el Banco Central Europeo no es la Reserva Federal y lo que está haciendo es un poco de trampas para salvarnos de la quema.


- Señor presidente -dice alguien con claro acento teutón- me parece muy bien que usted quiera que mande Europa y no dos tres gobiernos, perro si yo pago más, yo mando más que el no paga. Eso ocurre en el mundo desde el principio de los tiempos.


Siempre hay espontáneos dispuestos a dar la nota, pero pasemos de la anécdota a lo que he calificado como esa especie de esquizofrenia que empieza a invadirnos a todos. Sabemos que la cosa está mal y que el mal avanza. Podemos pasarnos la noche entera culpando a los mercados y tendríamos razón, pero como no podemos mandar a los guardias a que encarcelen a los mercados a primera hora de la mañana, pues habrá que contar -al menos hasta su destrucción- con que existen. También sabemos que esta situación -la que vivimos el jueves, por ejemplo- no puede prolongarse y conviene que no se repita. Y sabemos, por último, que salvar el futuro supone recortar, sufrir, trabajar, renunciar. Y hay dos formas de hacer todo eso -y más cosas que me callo para no abrumar-: entre algaradas sociales, huelgas, zancadillas, acusaciones de la oposición y todo lo que se quiera imaginar que es la que nos pide el cuerpo y en la que está Grecia, o bien intentando todos arrimar el hombro, tragando algún que otro sapo y mirando más al futuro que al pasado. Pronto nos tocará elegir -otra vez, aunque de forma bien distinta- entre ruptura o consenso. Yo lo tengo ahora mismo claro: por los cinco millones de parados, por nuestros hijos, por el bien de Europa, me apunto ahora al consenso pero justo para que, al día siguiente de que podamos respirar sin la amenaza de la banca rota, exigir de una puñetera vez, y ya si es necesario desde las barricadas, que en el capitalismo feroz en el que el dinero no produce más que dinero, no se puede vivir y hay que empezar a desmontar parte del sistema, a reconstruir Europa dejando a salvo la libertad y el Estado del bienestar pero equilibrando como sea el reparto de los recursos. Ya sé que esto es predicar en una bocacalle de la Puerta del Sol y oír los abucheos de unos y de otros. Pero no puedo escribir ni defender más que lo que creo, aunque resulte sospechoso -o directamente imbécil- para muchos.

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