Que la Fórmula 1 de 2014 es más lenta que la de años pasados es evidente y no pilla por sopresa a nadie. Sin embargo, resulta sangrante que lo que muchos especulaban se haya convertido en una realidad este fin de semana en Montmeló. Los dos mejores GP2 (la antesala de la máxima categoría) fueron más rápidos a una vuelta que los pilotos de cola de la Fórmula 1, vivir para ver. Resultaría anecdótico si no fuera porque, tiempos en mano, se vió que los Caterham y Marussia, esa especie de chicanes móviles que vagan por los circuitos, no estarían entre los diez primeros puestos de la parrilla de salida de la considerada segunda división de la carreras de monoplazas. Cosas de la apertura de puertas a nuevos equipos 'low cost' que fueron engañados en 2010 con un acuerdo de límite presupuestario que ni FIA ni equipos quisieron poner en marcha .
Está claro que algo tiene que cambiar en la F1 y tiene que ser pronto. Los espectadores se aburren, las audiencias bajan y la previsibilidad en las carreras comienza a ser un negocio ruinoso para todos.
No se trata solo de reducir costes sino de equiparar el rendimiento de una forma que no destroce aún más a una competición que levantó de sus sofás a miles de espectadores durante años. Hay tiempo, pero es hora de rectificar.
