Opinión

LOS ESPACIOS DE LA MENTIRA

No soy dueño de mi mismo' proclama don Tristán, personaje de la comedia La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón que, con gran éxito de público, se representa en el madrileño Teatro Pavón, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Escrita entre 1618 y 1621, es una de las obras maestras del teatro clásico español. Sale a la luz en 1634, incluida en la Parte segunda de las comedias de Alarcón, ya cumplido este cuarenta años. La escribió en Madrid, durante una de esas largas pausas que hizo durante sus viajes de ida y vuelta entre España y México, su país natal. Reina Felipe III, pero a su sombra sus ineptos validos mueven los hilos del poder y los dominios del Reino. El dramaturgo mejicano apunta sus dardos críticos a la inmoralidad de la clase política y del Poder. Entonces, como ahora, la corrupción estaba al orden del día: vanidad, ostentación, lujo desmesurado, despilfarro, nepotismo, crisis monetaria, endogamia. Las críticas, a veces acalladas, otras sutiles, iban dirigidas contra la nobleza cortesana. Léase hoy día 'clase política'. Se les exigía conducta ejemplar y rectitud moral. El éxito de la comedia de Alarcón tuvo eco más allá de los Pirineos. Recoge el tema Pierre Corneille en Le menteur, y más tarde el italiano Carlo Goldoni en Il bugiardo.


Don García es un patético mentiroso. Terminados sus estudios en Salamanca, ya vuelto a Madrid, sus encontronazos con su padre, don Beltrán, alto, fornido, de voz ronca y alta prosapia, mueven el ritmo dramático de la acción. Una urdimbre de mentiras, sobrepuestas unas sobre otras, disparatadas, hiladas con asombrosa imaginación, al borde del paroxismo y de la liviandad, van incrementando la absurda solución final: la ruina moral del gran mentiroso, desahuciado de sí mismo. La final concertación de su matrimonio da en una gran patraña, obligado a casarse con la otra mujer cuyo nombre había confundido con la que platónicamente deseaba. Su acalorada y desbordante imaginación lo llevó a creerse las fábulas que el mismo inventaba. Su mejor creyente, su padre. Para éste, rectitud, honorabilidad, honor y fama, se han de estimar como arraigados valores sociales, sobre el dinero y el provechoso trato mercantil. El compás de la música, el juego de máscaras, la coreografía y los varios planos, del horizontal al vertical, marcan también el ágil ritmo de la representación. Frente a la dominante figura de don Beltrán, su hijo don García, trata de esquivar su autoridad al concertarle un matrimonio acordado de antemano. De ahí que clame 'no soy dueño de mí mismo'.


Una mentira se impone sobre otra; la imaginada sobre la imposible, para otra vez más doblarse el trazado de la acción. Al final a don Beltrán se le hace difícil distinguir una posible verdad frente a la bien trazada mentira. Mentiras que se presentan articuladas con gran coherencia y con una lógica aplastante, razonada. Mentiras de mentiras: piadosas, maliciosas, seductivas, patéticas, alocadas. La falsedad y el mundo del parecer se impone sobre la humana esencia del ser como persona. La ironía es su otro correlato: los personajes viven en un espacio alocado, al revés, desquiciado. Quien habla no sabe lo que dice, y el que escucha no asume lo que oye. Basta alegoría del imperio envuelto en sus propias sombras: la mentira del vivir al borde de sus posibilidades.


La mentira es el gran tema; el gran mentiroso el personaje central. Y la falla moral acarrea la disolución social: cada prometido se ve obligado a casarse con quien no desea. El baile final de los recién desposados, en medio del jolgorio de los invitados, muestra la imposición de un orden y la incoherencia pragmática de una unión no deseada, impuesta. La causó un patológico mentiroso.


El telón se baja y sobre los espectadores queda resonando en el aire la final moraleja con la que Tristán cierra la comedia: 'en boca del que mentir acostumbra, / es la verdad sospechosa'. Quien quiere mentir, observó Mateo Alemán, 'engaña y el que quiere engañar, miente'. Y más certero Calderón de la Barca: 'Porque tienen de su parte / mucho poder las mentiras / cuando parecen verdades'.


(Parada de Sil)

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