Opinión

LA PAJA EN EL OJO AJENO

Mi ideología es mi biblioteca, comentaba recientemente Arturo Pérez-Reverte en su columna del ABC dominical. Y aún más: que los únicos antídotos contra la estupidez y la barbarie son la educación y la cultura; que, aunque haya urnas, nunca hay democracia sin votantes cultos; que los pueblos analfabetos nunca será libres, pues su ignorancia y abulia política los convierte en borregos propicios a cualquier aprovechado malvado. También en torpes animales peligrosos para sí mismos. En lamentables suicidas sociales. El lenguaje de Pérez-Reverte es punzante, directo, un tanto hiperbólico en un afán, como al inquieto don Miguel de Unamuno, de mostrar su cabreo hacia una España políticamente desnortada. Y tal vez, como al que fue rector de la Universidad de Salamanca, a Pérez-Reverter, y a otros muchos, 'les duelen los males de España'. O mejor dicho, los malditos achaques de la clase política: mentira, avaricia, deslealtad, ceguera, ambición, mínima ética cívica.


Se ha implantado el desorden maquiavélico: hoy digo lo que mañana contradigo o me implanto nuevas máscaras (Artur Mas bajo la figura de Martin Luther King), o nuevas fórmulas identitarias, The American Way se traslada a la nueva que se avecina, The Catalonian Way. Y más aún: el gran reguero de acusaciones (Bárcenas, los ERE) olvidan el consejo evangélico: '¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: 'Hermano, deja que te saque la pala de tu ojo', tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano' (Lucas 6, 41-42).


Se dice que cada país tiene los gobernantes que se merecen. Explica las frecuentes zapatetas entre quienes son unos y quienes los otros. En que pasen hurgando sobre casos de corrupción presentes a ambos lados del pasillo del Congreso, ignorando los graves problemas que acarrean a la ciudadanía el marasmo económico. De ahí que las mentes más lúcidas se alejen de la digna labor política evitando el embrollo de tanta mente zafia, simple, aborregada. Porque, y de acuerdo con George Bernard Shaw, la 'democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernandos mejor de lo que merecemos'.


Las sesiones plenarias del Congreso se convierten a veces en abreviados discursos sobre trapos viejos. El más listo: el que saca más y los arroje con más violencia. Debiera organizar el Congreso ejercicios de cordura política en donde el sosiego y el pragmatismo rija sobre el acaloramiento y la fobia. Ha tener en cuenta las lúcidas consejas que el cuerdo don Quijote (y no menos alucinante loco) le dirige a Sancho, recién investido gobernador de la Insula Barataria: 'Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones'. Y que cuando 'pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo'. Y a la hora de aplicar la justicia, que 'no te ciegue la pasión propia de la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio, y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aún de tu hacienda' (II, 42).


Entre las sombras la relevante figura de Nicollò Maquiavelo. En 1513 escribe su tratado de doctrina política, El príncipe, que sale póstumamente en Roma, en 1531. Maquiavelo entiende que todo príncipe (entiéndase gobernante) debe tener virtud y fortuna (atino) para subir al poder: virtud al tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio y encontrarse con una situación (que no fue provocada por el mismo) que lo ayuda o beneficie conquistar. Afirma en carta dirigida a Francesco Guicciardini, no sin ironía que 'desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla'. Suena a actualidad.


Queda el retintín que debe calar la figura de cada político: 'Hay que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos'. (Parada de Sil.)

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