Opinión

De Shakers (temblantes) y de Quakers (cuáqueros)

Las guerras religiosas de los Treinta años ocasionaron en Europa, a mediados del siglo XVII, una gran depresión social y una intensa búsqueda de nuevos valores espirituales a espaldas de las religiones beligerantes: católicos y protestantes. Miembros de la sociedad unida de creyentes en la segunda venida de Cristo establecieron una modalidad de religión que ha perdurado en Estados Unidos hasta el pasado siglo. Creyentes en que la segunda llegada de Jesús ya se había cumplido en forma espiritual, crearon una serie de comunidades arraigadas en la idea de secundar el reino divino en la tierra. Tales los Shakers (temblantes), conocidos así por el modo carismático de agitarse y de temblar durante los servicios religiosos. Sus miembros vivían en comunidades, a espaldas a la vida social. Dueños de extensas propiedades y de afamados talleres de manufacturas, practicaban el celibato y la confesión de sus pecados. Excelentes agricultores, mejoraron las técnicas de la labranza, obtuvieron excelentes semillas, y eran afamados, los Shakers, por la gran calidad de sus productos manuales. Expertos ebanistas, destaca hoy día el estilo de sus muebles y sus afamadas sillas, altamente cotizadas. Ardientes pacifistas, establecieron el principio básico, social, de la igualdad del hombre y la mujer.


El rapto místico se obtenía a través del ritmo intenso de danzas, y de agitados contoneos del cuerpo. Dio nombre a los Shakers. Su base teológica se asentaba en la dualidad sexual del Creador y en la figura de Cristo: nacido de mujer e hijo de un carpintero judío. Creían que el hombre y la mujer fueron creados a imagen de Dios participando Éste en la doble sexualidad de ambos. Tanto los Quakers como los Shakers, una derivación de los primeros, asentaron como doctrina teológica la búsqueda de la divinidad en la meditación y en el pacifismo.


Llegaron a contar con diecinueve comunidades que se extendían desde el este del país hasta el centro de los estados de Ohio y Kentucky. Se agrupaban en familias y, en cada casa, hombres y mujeres, separados, usaba distintos accesos y habitaciones opuestas. Pese a no creer en la procreación, y practicar la segregación de sexos, defendían la igualdad de ambos y la creencia de que la figura divina (Dios), encarnaba a ambos, sin distinción de género. Se abstenían, de acuerdo con la lectura del Génesis, de la relación sexual y, de este modo, del pecado original que había causado la caída del hombre. El día se iniciaba con la lectura de los Salmos de David y con la meditación, seguida del canto de himnos. Muchas de sus melodías son realmente magistrales. Uno de sus himnos, ‘El señor de la danza’, fue adoptado en 1963 por el poeta y compositor inglés Sydney Carter.


Sus ritos, basados en cantos, himnos y contorsiones, fueron en un principio ruidosos, emotivos y hasta caóticos. Con el tiempo lograron una gran precisión y armonía, llegando a escribir y poner música a cientos de himnos religiosos. Grandes constructores de edificios, y de una gran variedad de herramientas, de artefactos y de muebles, creían en la espiritualidad, a modo de plegaria, del objeto fabricado manualmente a la perfección. La simpleza y la austeridad era una de las características de sus muebles y de los espacios interiores que habitaban.


Pleasant Hill fue una de las comunidades de Shakers que se establecieron en el centro del estado de Kentucky. Llegó a contar con unos quinientos miembros, y con unos ciento sesenta edificios. Sus productos, entre ellos, escobas, mermeladas, hierbas medicinales, semillas, y de una rica variedad de muebles, eran considerados por su alta calidad y atractiva simpleza. El último Shaker en Pleasant Hill murió en 1923. Tan solo quedan treinta y cuatro edificios, convertidos en gran atracción turística. Es ahora un gran monumento y, no menos, testamento cultural y religioso, de los profundos aires de renovación espiritual que infundieron a este estado y que, con otros nombres y bajo otras denominaciones religiosas, aún afecta intensamente la vida cotidiana de sus ciudadanos.


(*) Parada de Sil

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