Opinión

CASCOS EL 'DISPONIBLE'

Que el PP y la derecha tienen una demostrada propensión a pegarse tiros en el pie es una evidencia histórica para la que ni siquiera es necesario recurrir a memorias lejanas, que también. Que su capacidad de convertir una disputa en un conflicto y éste en una guerra fratricida es casi hasta una seña de identidad en un lugar donde las tribus y los egos afloran más que los disgustos en esas cenas de Navidad donde a la familia se le añade el adjetivo de política. Que los personalismos y la lucha cainita por el poder son adyacentes a la 'casta' y que en lo de Cascos todos estos ingredientes han estado presentes y que se ha acabado en el peor de los escenarios sólo es señalar lo obvio. El estallido de la situación es malo para el PP en su conjunto, para sus aspiraciones en Asturias, un regalo para sus rivales políticos, un alivio para el PSOE y un quebradero de cabeza para Rajoy, que quizás pudiera haber actuado de otra manera. Pero ¿le han dejado alguna otra?


Porque si resulta evidente que Cascos era buen candidato, que su descarte provocaba irritación de principio entre bastantes y que la enemiga de sus oponentes en su tierra reflejaba la peor y más tuerta de las inquinas, también ahora resulta esclarecedor que el propio Álvarez Cascos les ha dejado casi como buenos con su actitud, modos y maneras. Incluso dejando al lado los antecedentes. Uno: se había retirado de la primera línea de la política desde hacía ya más de un lustro; dos: que hace cuatro años se le ofreció liderar el partido en Asturias y lo rechazó; tres: que en el Congreso de Valencia se perfiló contra Rajoy de manera ostensible y cuatro que lo mismo hizo contra la dirección del PP en Asturias , donde dejó de militar y trasladó su ficha a Madrid. Hagamos pelillos a la mar de todo ello. Y cuando este verano manifestó su 'disponiblidad' a volver, a volver eso sí encabezando y dirigiendo, de candidato y jefe. Pues hasta también se acepta con un bien pudiera ser y muchos que aprecian sus valores y pasado lo vieron con buenos ojos. Hasta el propio Rajoy.


Pero claro, de pronto aparece en verdad Cascos. Se le pide que integre a todos, que haga esfuerzos de pacificación en la convulsa organización. Y eso no entra en sus genes. Quiere todo, la candidatura, el poder en el partido y arrasar a sus rivales. No hay salida ni por un lado ni por otro. Gabino de Lorenzo no ayuda, para nada, pero Cascos aún menos. Y el PP aplica la legislación vigente, o sea el aparato. Y ante ello, Cascos, con sus hechos, entra en la peor senda. Su disponibilidad es que o se lo daban todo o montaba un nuevo partido, se convertía en el enemigo publico número uno del PP, se envolvía en la 'patria' asturiana, se apoderaba de la bandera y se la negaba a todos los demás. O sea que la disponibilidad era para general y para dirigir el pelotón. Como cuando era el secretario general, vamos.


El PP tiene un déficit de democracia interna. Es indudable. La solución era dar la voz a la militancia como lo hicieron, y bien, en Baleares. En eso, el PSOE tiene ventaja y a las pruebas de Madrid y sus primarias me remito. Pero que sea Cascos, 'el general secretario', quien se aferre a ello resulta un tanto chocante pues sin duda él jamás hubiera tolerado ni una quinta parte de lo que le han tolerado. Que se lo pregunten a tantos y a un tal Sergio Marqués, su amigo y luego enconada espina, que acabó fuera del partido y haciendo, como lleva camino ahora don Francisco, un partido a su imagen y semejanza tan dañino como efímero. Ese es el más predecible futuro y ese el peor escenario. Desde luego para el PP, pero aún es peor para el propio Cascos, que en 24 horas se ha puesto tan en evidencia, descubierto su estilo y ambición y dejando desairados a quienes le apoyaban fuera de Asturias. Pero le quedan las radios y las teles que se lo rifarán, los ayatolas sin púlpito y El País. Que claro, se ha hecho de Cascos. De toda la vida, vamos.


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