Aunque tras el mitin de Botín, los barones habían callado, Zapatero ha vuelto a su hoja de ruta. Acaba de comunicarles que no será candidato. Era bastante sabido y les remito de nuevo a esa información en la que daba cuenta de ello y de las dos claves de su sucesión Rubalcaba-Bono, uno para los carteles, el otro para el partido.
Lo más divertido es que el presidente haya expuesto la cuestión como si fuera algo para nada derivado de la situación de descrédito que sufre sino como voluntario y decidido hace mucho. ¡Y lo anuncia menos de dos meses de las municipales! No se lo cree ni él.
Mi opinión personal, contraria por cierto a la de muchos de sus barones, es que con el anuncio la acaba de liar aún más parda y a boca de urna. La jugada será, eso sí, la de apelar al sentimentalismo del que se va, y los mítines van a buscar ese efecto casi lacrimógeno. Pero la pelea interna va a ser desde ya mismo de alivio. En realidad y a estas alturas y tras su torpeza de mantener incertidumbres ya no había solución buena. De haber tomado esa decisión debía de haber sido preciso y contundente cuando aún estaba a tiempo.
Pero es que además no se va. Se queda en Moncloa y con intención de agotar toda su legislatura. Esa es su intención, sí. Pero otra cosa puede ser una realidad política, una catástrofe electoral en mayo, y económica que lo hagan insostenible. Pero él está en aguantar y tener dos bazas: que en 2012 se atisbe de una vez alguna recuperación económica y del empleo y lograr un final, aunque sea pactado y de aquella manera, de ETA.
