Opinión

NO FUE FÁCIL

No fue fácil un lunes como el pasado encontrar un refugio donde permanecer inmune a los gritos del encefalograma plano del oeoeoé. Lo logré en una de las veinte aulas que andan operativas simultáneamente en los Cursos de Verano de la Complutense, en la del foro dedicado al teatro, convencido de que Nuria Espert, al menos, no caería en el tópico. En vísperas de recibir la Medalla de Oro en la UIMP de Santander, la actriz estaba exultante. Efectivamente, no hizo ninguna alusión al fútbol ni a sus circunstancias. Ni ella ni su compañero de mesa, Antonio Garrigues Walker, a quien fue un placer descubrir en su faceta de humanista.


No sé nada de borracheras ni resacas, de gritos insoportables ni vuvuzelas malditas. Soy un raro. Tengo la suerte de gozar del placer del teatro. Cuanto más íntimo, mejor. Dudo mucho que los del oeoeoé sean capaces de sentir lo que un servidor en la Sala Pequeña del Español, o en la Nieva del Valle Inclán. Tampoco aquellos que sólo conciben en el teatro como lugar del gran evento, y siguen una función desde un anfiteatro con el sonido amplificado creyendo que han visto y oído algo que tenga que ver con la emoción. Aturde comprobar cómo para las generaciones que vienen detrás el culmen y el éxtasis están en el planeta fútbol. Sólo cabe el refugio en otros mundos, como cierto teatro y cierto cine. Tomando conciencia de lo duro que es ser minoría.

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