Opinión

Poco fuste

Nunca he encontrado fuste al deporte. Por eso en mi vida, cualquier acto creativo o artístico ganó por goleada. Nunca entendí, desde niño, qué sentido tenía ese bucle eterno de las ligas que van y vienen, y que sólo acaban para volver a empezar. Nunca me gustó la expresión dieciseisavos. Una especie de embudo por el que llegar a los octavos, y a los cuartos, y a la semifinal, y a la final, para volver a empezar. Claro que seguramente a mí, desde niño y adolescente hasta hoy, se me escaparon los conceptos de épica, de furia y de pasión por los que parece vivir, sobrevivir y soñar tanta gente. Hasta el mismísimo 'Informe semanal' tituló un reportaje 'La edad de oro' y yo, ingenuamente, creía que iban a dedicar a Buñuel o al teatro de Lope de Vega, y resulta que versaba sobre el momento dulce que vive el deporte español.


Pero desde mi lejanía y agnosticismo, lo que veo no son más que triquiñuelas de empresas patrocinadoras y, si me apuran, un sofisticado engranaje publicitario. Prefiero una y mil veces que el Santander se dedique a patrocinar Cursos de Verano en las universidades como los de El Escorial y la UIMP, que conozco tan de cerca, a Fernando Alonso. Si me apuran, tal y como están las cosas, la esencia del deporte se esconde en la natación, la gimnasia y ese atletismo que ahora enaltece Barcelona. También con reparos y sospechas. Pero todavía con fuste. Y con épica.

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