Opinión

El valor del optimismo

Si el optimismo fuese un valor cotizante en bolsa, en estos momentos seguro que por su escasez alcanzaría unos máximos inimaginables. A pesar de esos libros de autoayuda que tanto proliferan por todas partes, en los que se insiste una y otra vez en aquello de que la vida es pura alegría y que todo reside en uno mismo, la realidad cotidiana dificulta mucho estar permanentemente pegada a una sonrisa, y más si siendo mujer, casi se convierte en delito, a tenor de las últimas declaraciones hechas por Bulent Arinc, viceprimer ministro turco. Aunque algo así debe transformarse en un gran aliciente para soltar una sonora carcajada, como han hecho muchas turcas. En este país para carcajadas, paradójicamente, están aquellos que durante años nos han robado, nos han timado y además nos han tratado como personas descerebradas, a juzgar por las excusas y explicaciones que de sus ocultas fortunas alegremente nos ofrecen. Yo también me reiría si tuviese la certeza de salir indemne de esos delitos y con unas carteras bien repletas de billetes. Como no es el caso, y lo mío me cuesta ganarme un sueldo, no puedo evitar tener ganas de llorar de rabia de manera descontrolada, por sentir la impotencia de que, al final, y al contrario de lo que sucede en las películas que tanto me gustaban de niña, los malos sí que ganan y los buenos se quedan con el timo y la desesperación. La misma que siente en estos momentos gran parte de la humanidad al ver cómo Israel arrasa, asesina y humilla a miles de civiles, sin que haya excusa que lo justifique. Y en esa impunidad absoluta aún se atreven a aseverar, sin pestañear, que el asesinato de los tres jóvenes israelíes no respondía a una acción de los terroristas de Hamás, pero eso ya nadie lo oye, mientras los muertos se multiplican. Pero como el mundo es tan grande, rasgando, al final se pueden apañar algunas pequeñas píldoras que nos devuelvan algunas dosis, no sé si de optimismo o de fé. Los profesionales, y estos sí que héroes, que han dejado su cómodo mundo para luchar contra el ébola, merecen que desde aquí, les dediquemos al menos una sonrisa como tributo mínimo a su entrega. Hacen que el mundo sea un poco mejor.

Te puede interesar